Pedro Schrödinger

Pedro Sánchez como partícula subatómica no tiene igual. Vuelve de la cumbre de la OTAN habiendo aceptado y no aceptado al mismo tiempo un aumento de hasta el 5% en gastos en defensa. El mundo cotidiano (Trump, Belarra, Rufián, Díaz) no entiende las leyes de la física cuántica. Pedro Sánchez se mueve en esa dimensión y por eso es una cosa y la contraria. Así puede perder unas elecciones y al mismo tiempo ganarlas. Puede saber y no saber, estar y no estar, irse y quedarse.

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J.J. Guillén / EFE

Es de todos conocida la paradoja que se conoce como del gato de Schrödinger. La misma se planteó como demostración de la diferencia entre un mundo cuántico y el que experimentamos en la vida cotidiana. Consiste el mencionado experimento mental en imaginar un gato (Pedro Sánchez, por ejemplo) colocado en una caja cerrada junto a un mecanismo que puede liberar aleatoriamente veneno (medios y pseudomedios, fuego amigo, jueces, filtraciones, José María Aznar y Felipe González). El gato, en ese momento en que no podemos acceder al interior de la caja, está vivo y muerto al mismo tiempo. El experimento sugiere que las partículas pueden existir en múltiples estados a la vez hasta que se realice una observación, o sea, hasta que abramos la caja y veamos cómo anda el gato, ese animal que, como Pedro Sánchez, tiene siete vidas y un Peugeot­.

Hay gente que vive y no vive en un ático, que estaba y no estaba en el Cecopi, o que hace autonomismo e independentismo a la vez

Habrá quien defenderá que, más que una partícula subatómica, Pedro Sánchez es un mentiroso y una persona sin más ética que la de tratar de sobrevivir como pueda en una caja cerrada con un mecanismo que libera veneno. Si lo hiciéramos, cometeríamos el error de aplicar leyes del mundo físico al mundo cuántico. Otros dirán que aplicó a Trump su misma medicina: decir una cosa y hacer otra en unos tiempos en los que solo parece importar el ruido de lo que se dice, aunque no se haga.

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Es posible, pero entonces hay que reconocer que hay más partículas subatómicas en nuestra vida política: gente que vive y no vive en un ático, que estaba y no estaba en el Cecopi o que hace autonomismo e independentismo a la vez, y que, cuando colisionan con lo cotidiano –Koldo, apagón o Salvador Illa, president– distorsionan nuestra percepción de la realidad. Pero ha llegado el verano y, de momento, el gato, otro año más, está vivo y muerto a la vez.

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