Lo que faltaba... ¡adiós Regàs!

No gana uno para disgustos, como Pedro Sánchez. Hoy toca dar una mala noticia a los lectores de Barcelona y comarcas (y un aviso de utilidad pública): dos de los grandes meublés de la Ciudad Condal, el Regàs y La França, se han transformado en las últimas semanas en hoteles convencionales, enfocados al turismo.

FOTO: MANÉ ESPINOSA. EL HOTEL CLARIS ES EL PRIMERO DE LA CLASE GRAN LUXE QUE REABRE EN BARCELONA TRAS EL LEVANTAMIENTO DE ESTADO DE ALARMA POR LA PANDEMIA DEL COVID-19. UNA TRABAJADORA DEL HOTEL ACABANDO DE DESINFECTAR UNA DE LAS HABITACIONES ANTES DE SER UTILIZADA

 

Mané Espinosa

Barcelona debería llorar por esta reconversión –y las que vendrán– y no estaría de más que el Ayuntamiento recordase con placas el pasado glorioso de los establecimientos: “Querido turista. Por aquí pasaron miles de ciudadanos libres, hombres y mujeres, que de forma anónima, muy anónima, ejercieron sus derechos sexuales y se dejaron los riñones practicando juegos malabares en los tiempos oscuros de la vida sin redes sociales”.

El turismo arrebata a Barcelona dos ‘meublés’ clásicos, hoy hoteles convencionales

Yo ya entiendo que la pela es la pela, pero sabe mal que la gente no haya podido despedirse del Regàs o La França por falta de información, aun a riesgo de que algún cliente se llevase a casa un espejo panorámico –“¿y esto, cariño?”–, una fisura de recuerdo o rayase la pared para inscribir su nombre y tantos palotes como estancias (a estos les enviaba yo a su domicilio conyugal una golden card).

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¿Mata el turismo? No seamos ingratos, aunque incide lo suyo en nuestras vidas. Además, muchos barceloneses habían dado la espalda a estos meublés, cuyos empleados eran ejemplo de discreción y dominio del arte de ocultar matrículas. ¡Aquello sí que era llegar y encontrar aparcamiento, saltarse el engorro del check in, subir sin niños en el ascensor, escuchar algún alarido y besar el santo!

Quedan el By Hours –guinda del sector, a expensas de la demanda, elevada– y algunos hoteles por horas, abiertos incluso al poliamor (lo del camarote de los Hermanos Marx, vaya), cosa que no permitían los de toda la vida. Lo malo es que cada vez son más los que exigen reserva, y no es cuestión de reservar por reservar o pedirle a una cita si tiene inconveniente en decir con antelación –ella que lo sabe– cómo terminará la cosa, no por nada, sino porque lo pide la aplicación, todo sea que a última hora queramos ir a un hotel no rooms left (completo). Ni se improvisan ya las alegrías...

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