Como nieto de turolenses, estoy por decir que vengo de los Luna de Manila: ni un representante de Teruel asistió el sábado en Budapest a la marcha del Orgullo LGTBIQ+. ¿Para qué queremos la Diputación Provincial, aparte de para hacer carreteras, si luego no va ni El Tato allí donde se libra la batalla del futuro de Europa?
Menos mal que, como catalán y español, mis gobernantes han dado la talla y pudieron estar el sábado en Budapest, no como yo en un tren de sardinas que necesitó tres horas para ir de Barcelona a Calafell (una hora). Pensando uno en la playa y ellos sacrificando la familia para pasar sofoco en Budapest...

La vicepresidenta Yolanda Díaz y el ministro Ernest Urtasun, con otros participantes en la manifestación de Budapest.
¡Qué bien representados! Aunque me pregunto si con dos o tres electos no hubiese ya bastado por aquello de ahorrar unos euros y no matar al planeta con tanto viaje prescindible en avión (esto lo repito gracias a los eslóganes de los que volaron a Budapest). La vicepresidenta Yolanda Díaz, el ministro Urtasun, la exministra Montero, toda una amplia delegación del Parlament de Catalunya –seis o siete por lo bajinis–, la exalcaldesa Colau, el eurodiputado Asens, el alcalde Collboni (este sí invitado por su homólogo de Budapest y estas invitaciones no se rechazan).
Gestos, gestos, gestos: sobreactuación en el Orgullo de Budapest, censura de ‘El meu avi’...
Por si no hubiéramos demostrado compromiso, el canciller Albares anunció un antes y un después en nuestra diplomacia: se crea el puesto de “embajador en misión especial para los derechos del colectivo LGTBIQ+, una figura pionera que centralizará y potenciará la acción internacional de España en defensa de la diversidad sexual y de género”.
¡Y tan pionera! ¡La envidia del Quai d’Orsay!
Yo no sé qué sería del mundo hoy sin España y de España sin
esta izquierda queda bien que, con la intención de apoyar una causa justa, sobreactúa y termina por caricaturizarla. A esto le llamo yo ocurrencias, como la de la alcaldesa socialista de Calella de Palafrugell, al censurar El meu avi en la cantada de habaneras, tradicional y tradicionalista. ¡Pero si es de las pocas que gusta a quienes nos dormiríamos en la cantada o en Viena sin la Marcha Radetzky!
No me extraña que Felipe González ande tan cabreado...