No sin mi móvil

El patio digital

La nomofobia es el miedo irracional a salir de casa sin el móvil o a quedarse sin batería. Una dependencia que puede ser un síntoma de un cuadro adictivo convertido en fenómeno social. El grito es: no sin mi móvil. Se siguen retos enfermizos y mortales en TikTok, hay gurús instagramers que provocan trastornos de conducta entre sus seguidores y otros que mueren por la selfie más original. Cada vez cuesta más distinguir entre la adicción y la dependencia, aunque sobre un escenario hay quien lo tiene claro. “Todo el puto concierto con el móvil”, se quejó Enrique Bunbury en el arranque de su gira en Quito (Ecuador).

Enrique Bunbury abroncando a uno de los asistentes del concierto

Enrique Bunbury abroncando a uno de los asistentes a-l concierto

@bunburyuniverso / X

El alegado del cantante se ha convertido en El huracán ambulante digital, premonitorio título de su gira. Las canciones de su concierto grabadas y distribuidas en las redes nunca hubieran sido virales ni logrado las reproducciones que consiguió con su pesar. 

El argumento analógico es sencillo: “Si estás aquí en primera fila... Seguro que hay mucha gente a la que le gustaría estar ahí, disfrutando, conectando, participando del concierto; cantando las canciones, utilizando las manos para algo más que tener un puto apéndice tecnológico. Ustedes dejan de participar por el hecho de tener un teléfono y ustedes incomodan y hacen que el concierto sea peor. Siento que hayamos tenido que parar la canción, pero es una canción en la que tenemos que estar concentrados y tenemos que estar metidos, y a mí me ha quitado completamente la concentración”.

La demanda de Bunbury lo convierte en miembro de El club de los imposibles. ¿Conciertos libres de móviles? El fundador, en el 2018, fue Jack White, Bob Dylan hace que sus espectadores dejen los teléfonos dentro de fundas selladas durante la actuación, el heavy metal de Iron Maiden o Ghost se disfruta sin pantallitas, y Sabrina Carpenter no descarta “cabrear a sus fans” prohibiendo los móviles, aunque sea por coquetería.

A la nueva sensación del pop le parece “supernormal” que la graben: “He crecido en la era de la gente con iPhones en los conciertos. No puedo culpar a la gente por querer tener recuerdos”, pero ¿hasta cuándo es tolerable esa sobreexposición? Carpenter bromeó en la revista Rolling Stone: “Ahora mismo, mi piel es suave y flexible. No pasa nada. Pero no me hagas zoom cuando tenga 80 años ahí arriba”.

Otra cosa es que considere que prohibir los móviles es un win win para el artista y para el público, que puede disfrutar de una experiencia más auténtica. Veremos qué decide a finales de agosto, cuando arranque su gira Man’s best friend (su perro, no su móvil).

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El debate es inevitable. En las redes hay quien considera la prohibición un exceso: “Si pago la entrada, hago lo que quiero siempre que no moleste”; “¿dónde quedó el prohibido prohibir?”, “es una forma de censura”, “cada uno elige cómo mira la vida”...

Luego están los que priorizan el respeto al artista y quienes consideran “nula” la utilidad de grabar los conciertos. Los videos se comparten y luego no se vuelven a mirar… El concierto del retorno de Oasis en Cardiff se puede seguir al completo a través de algún hilo de X. “Como lo vea Bunbury le da un chungo”.

El psicólogo y educador Jaume Funes ha escrito No sense el meu mòbil, una guía para gestionar la educación de los adolescentes en el universo de las pantallas que pasa por dejar de censurar y empezar a conectar con ellos. El problema de Bunbury es el de los padres... El universo digital existe, tanto si nos gusta como si no, así que solo nos queda tomar la mejor decisión.

Quienes fueron a ver y oír, no a grabar, a Bunbury lo disfrutaron:  “La puesta en escena es un verdadero espectáculo, el audio impecable, el set list, ni que decir, verdaderamente fue una noche digna de quitarse el sombrero”.

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