Dicen que es imposible frenar la corrupción, en un estado, en una autonomía, en un ayuntamiento e incluso en una empresa. No estoy de acuerdo y creo que, a grandes males, grandes remedios. ¿Qué se puede hacer para desterrar esa fraudulenta práctica? Seguro que hay muchas maneras, pero creo que pocas tan eficaces como que el castigo sea desproporcionado. Si devolviendo el dinero y pasando unos meses en la cárcel se acaba todo, seguirá habiendo corrupción. Hay quien pensará que el riesgo vale la pena. Pero si el castigo es desproporcionalmente alto, creo que menos gente se arriesgará.
Hay que distinguir entre corruptores y corrompidos. Las empresas, casi siempre constructoras, que ofrecen una comisión para obtener un contrato que, en buena lid, le correspondería a otra, por ser mejor su oferta, deberían ser excluidas automáticamente de las listas de posibles proveedores públicos. Y se debería publicitar muy bien esa exclusión para que todo el mundo lo supiera. Su falta es grave, pero incomparablemente menor a la de los corrompidos, es decir, los que aceptan esa cantidad de dinero para adjudicar la obra en cuestión a quien tal vez no la merece. Eso es claramente un robo, no a una persona, sino a todo un país, autonomía o ciudad, que tal vez no podrá cumplir con su proyecto, por falta de dinero.
Ahí es donde creo que el castigo debería ser ejemplar y disuasorio. Por ejemplo, cinco veces más que si el robo fuera perpetrado en una entidad bancaria o en una joyería, donde los correspondientes seguros paliarían la pérdida. No se trata simplemente de juzgar a los corruptores y a los corrompidos, se trata de modificar la ley para que las penas sean disuasorias.
El Parlamento tiene la oportunidad de poner coto a la corrupción aprobando una ley mucho más severa y retroactiva
Me cuenta un famoso abogado barcelonés que, en Estados Unidos, el corrompido tiene que devolver el dinero íntegramente mientras que en España no es una condición sine qua non, es decir, indispensable. Lo que me parece una aberración. En cualquier caso, mientras no se endurezca la ley, seguirá la corrupción. Es un hecho. El poder, desgraciadamente, corrompe, en muchos casos, no diré que en todos, pero en demasiados. En la derecha y en la izquierda, muy pocos se libran.
Ahora el Parlamento tiene la oportunidad de poner coto a la corrupción aprobando una ley mucho más severa y retroactiva, que sea muestra de que las recientes corrupciones en los dos partidos mayoritarios se castigan con la ejemplaridad necesaria. Si se hace, los políticos actuales demostrarán que se puede frenar la corrupción, cosa que agradeceremos todos los ciudadanos y, posiblemente, nos permitirá volver a confiar en la política.
