Medallistas olímpicos como las hermanas Azón, Natalia Via-Dufresne o Miguel Noguer y tantos otros regatistas, profesionales y aficionados, hicieron y están haciendo sus primeros pinitos en clubs de playa. Estas entidades deportivas, algunas centenarias, en las que innumerables niños, jóvenes y adultos han aprendido a navegar y a disfrutar del mar, llevan años resistiéndose a desaparecer. La ley de Costas, en su loable objetivo de preservar el litoral, ha revisado y denegado la renovación de muchas concesiones o limitado la superficie que pueden ocupar, lo que a la práctica les impide seguir con su actividad. Sería una pena que para mantener las playas tengan que perderse estas instalaciones que, más allá de su función social, son una pieza imprescindible para fomentar los deportes náuticos. Una cosa y la otra, el litoral y la navegación, deben ser compatibles y haría bien la Administración en buscar y fomentar fórmulas para que así sea.
Aire a la vela
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