El culebrón Sijena

La demanda de Aragón de recuperar las pinturas y murales que un día ornaron el riquísimo monasterio de Santa María de Sijena corre el riesgo de convertirse en un culebrón. El comprensible interés del Gobierno aragonés por recobrar los tesoros que un día poblaron su territorio y que lo abandonaron por una variada casuística –desde ventas legales de las monjas a pavorosos incendios– ha comenzado a convertirse en una cacofonía presidida por la batalla política más descarnada y las ocurrencias sin base. Hace unos días el director general de Cultura de Aragón acusó al MNAC de someter a “tensión” a sus técnicos y no dejarles “deambular” por el museo. Y ayer el Prado fue víctima del “descubrimiento” de un perito de Sijena que creyó ver en fotografías de 1936 del monasterio la tabla de La Natividad que hoy posee la pinacoteca madrileña, lo que convertiría su salida del cenobio en ilegal. Pero esa tabla estaba ya a la venta en Londres en 1926. Sin un debate basado en criterios científicos e históricos, las demandas de Sijena corren el riesgo de socavar sus propias razones.

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