Parece que este año la canción del verano no está muy clara. Dicen que hay una de The Tyets y otra de los Figa Flawas ... pero nada como el exitazo de Coti x coti y La Marina sta morena. También nos van dando la lata con lo de “mi amore, mi amore, espresso macchiato, por favore por favore”. Yo me quedo con la versión del Aseregé de Svetlana y Alosa : “Ja no ho sé/si jo soc més de gresca o xerinola/ si xalo amb el xixu o faig buididipi”.

¿Pero existe el libro del verano? Más de uno está esperando unos días de vacaciones, sin interrupciones, para hincarle el diente a ese tocho que había quedado enterrado en la pila de los pendientes. Y si acaba siendo de los buenos, recordará para siempre aquel verano que cargó arriba y abajo con ese libraco y que tanto valió la pena. Si antes de enfrentarse a él desean un volumen más ligero, azul turquesa por dentro y por fuera, que les hará muy buena compañía, mi recomendación es Metamorfosi de Míriam Cano (L’Avenç).
Míriam Cano nos habla en 'Metamorfosi' de detenerse para crecer, cambiar, disfrutar de la belleza
Metamorfosis es un pequeño vecindario griego, en el Peloponeso, adonde Cano va dos veranos en busca del cambio que lleva implícito el topónimo que la va a acoger. “Una metamorfosis es devenir, transformarse. Llegar a ser algo que aún no sabes y conservar algunas de tus esencias”. Se trata de una especie de dietario en el que la autora comparte reflexiones sobre la amistad, el paisaje, embobarse, leer y escribir, la luz naranja del atardecer, ver “un azul tan intenso y con tantos matices. El azul eléctrico del agua (...), las manchas de azul turquesa de las algas y las rocas”. Cano traslada a la prosa aquella delicada poesía de Vermell de Rússia.
La estancia compartida con la familia escogida, amigos con quienes “tenemos un diccionario propio que hemos ido llenando de palabras que solo nos suelen hacer gracia a nosotros”, viendo crecer a una niña. Salir temprano a comprar el pan en camisón, charlar en la sobremesa, cocinar sin obligaciones, acompañar en un duelo, tomar el sol y una copa de vino. Sobre todo detenerse. Y no para cargar pilas y volver a la rueda. Detenerse para conocer, para crecer, para cambiar, para disfrutar de un pedazo de azul y de la belleza que desprende la mujer que come estofado. Por todo ello, yo recordaré este verano. Por el azul, la calma y la buena literatura de Metamorfosi.