El verano en que nos enteramos del asesinato del periodista Anas Al-Sharif mientras pelábamos la fruta del desayuno. El verano en que vimos niños famélicos en las noticias a la que nos sacudíamos la arena de la playa. Algunos, por lo que sea, se nos quedaron en la retina, otros se confundieron con el resto de niños famélicos. El verano en que despertamos con resaca del vino de la cena y escuchamos el recuento de muertos del día anterior en las colas de reparto de comida en Gaza. La noticia en la radio dura lo que tardamos en poner la cafetera.

El verano en el que escuchamos demasiadas veces la palabra mutilación. El verano en el que vimos las fotos de las balas en el periódico. Fue el mismo verano en el que volvimos a comer sardinas y sacamos las chanclas que apenas tienen ya suela. El verano en que consumimos la noticia de unos cuantos niños palestinos llegando a Barcelona. Estos van a curarse, estos están a salvo, quisimos pensar, dejándonos contagiar por el tono demasiado entusiasta del periodista, porque con algo necesitamos consolarnos.
Hay varias palabras largas que se aplican a esto. Una es la muy práctica “disonancia cognitiva”, la incomodidad que se deriva de hacer una cosa y pensar otra, o, en este caso, no hacer mucho. Otra es “hipernormalización”, que hace unos meses resurgió como concepto estrella gracias a un vídeo viral. La acuñó a principios de siglo el pensador Alexei Yurchak para referirse a lo que les ocurría a los ciudadanos de la antigua URSS. Se refiere a una doble percepción: la de que el sistema está roto y la de que todo el mundo, incluidos ellos mismos, seguían adelante intentando mantener sus vidas como siempre, capeando oleadas de miedo, asco y disociación.
Seguían adelante intentando mantener sus vidas como siempre, capeando oleadas de miedo, asco y disociación
En 2016, el cineasta Adam Curtis tituló uno de sus docuensayos políticos Hypernormalisation. Allí argumenta que el concepto de Yurchak se aplica a la perfección a lo que se vive en Occidente desde hace unas décadas y en Estados Unidos muchos ciudadanos están recurriendo a esa palabra para expresar lo que es la vida en 2025. La hipernormalización también se ha descrito, con distintos grados de generosidad, como mecanismo de supervivencia, o como el arte de mirar hacia otro lado.