De la pareja cazada en redes sociales teniendo una aventura en un concierto de Coldplay lo sabemos casi todo. Dónde trabajaban, sus nombres. Incluso que han sido forzados a dejar su empleo y que han sido el hazmerreír mundial por esos cinco fatídicos segundos. Un poco exagerado, ¿verdad? De ustedes, en cambio, poco sabemos, no conocemos su identidad. Y me gustaría saber más, querría entender su reacción, conocer su historia personal.

Distintos vídeos subidos a las redes sociales nos permitieron saber lo que ocurrió aquel mediodía del domingo 4 de agosto en la playa de Castell de Ferro, en Granada. Eran las 14 h cuando una lancha cargada de jóvenes vestidos se acercó demasiado a la línea de playa. Puedo imaginar el impacto que les debió de causar. Quizás usted, señor del bañador naranja, estaba jugando a palas con su hijo.
De repente, los jóvenes comenzaron a saltar al agua. Fue entonces cuando supieron que eran migrantes. Algunos bañistas, al verlos, empezaron a perseguirlos; no les prestaron ayuda ni ofrecieron agua. Intentaron bloquearlos; algunos lo consiguieron. Usted, señor del bañador naranja, quizás dejó de jugar con su hijo y corrió detrás de uno de esos chicos. Lo interceptó, lo tiró al suelo y puso la rodilla encima del chico para bloquearlo a la espera de la Guardia Civil. Alguna bañista lo increpó, pero usted ni se inmutó.
Algunos bañistas empezaron a perseguir a los migrantes; no les prestaron ayuda
Quisiera entender por qué usted, señor del bañador naranja, ve a ese chico como una amenaza, no como una persona vulnerable. ¿Se ha creído las mentiras de Vox y cree que con solo pisar suelo español recibirá ayudas públicas? ¿Cree que este chico le quitará el trabajo o la vivienda? No dejo de pensar en usted. Querría entender sus razones. Y, si lo conociera, quizás le propondría visitar en el centro de internamiento al chico que retuvo. ¿No querría conocer su historia? Tal vez si fuéramos capaces de ponernos en la piel del otro, recuperaríamos la humanidad.
De Andy Byron y Kristin Cabot, protagonistas del Coldplaygate, lo sabemos casi todo. De los bañistas de Granada, no sabemos nada. De usted, señor del bañador naranja, tampoco. Y seguiremos sin entender por qué reaccionó así.