Noticia recurrente de estos días: “Circulación de trenes interrumpida por una incidencia”. A veces la versión oficial explica las razones de la avería. Para los usuarios de Rodalies, que haya caído una catenaria o se haya producido un robo de cobre no es relevante a la hora de digerir el contratiempo de llegar tarde a clase, al trabajo o a una visita médica, que son los tres supuestos oficialmente correctos. Todo lo aglutina el concepto incidencia, cajón de sastre que permite amontonar mil y una circunstancias mientras los portavoces de la empresa buscan el modo, más desesperado que eficaz, de dar explicaciones.

El sábado, la interrupción de trenes en la línea R3 entre l’Hospitalet de Llobregat y Les Franqueses del Vallès provocó la indignación de los usuarios. Para compensar el diagnóstico –incidencia–, enseguida se habló de un servicio alternativo de autobuses que quedó definido por los que tenían que utilizarlo como a) “es insuficiente”, b) “solo había un autobús e iba lleno” o c) “esto es un desastre”. Una vez constatas que el servicio no funciona, que las incidencias son constantes y las alternativos insuficientes, ¿qué puedes hacer?
Una reclamación habitual de los usuarios de Rodalies: mejorar la información
Una de las quejas habituales: la falta de información. Pone a prueba la infinita bondad de los usuarios. Sabiendo que el servicio es un desastre, agradecerían que la empresa les informara eficaz, respetuosa e inmediatamente. Pero este sistema solo serviría para explicar qué ha pasado, y no siempre podría ofrecer alternativas. Los usuarios, sin embargo, valoran la consideración como parte del servicio público. Teniendo en cuenta que las incidencias son constantes, quizá convendría buscar otra denominación.
Es cierto que incidencia cumple los requisitos de la precisión, porque, en efecto, la palabra nos remite a un origen latino referido a una caída que se produce de improviso. Pero si la caída es permanente, deja de ser caída. Y no puede ser de improviso si has puesto el despertador una hora antes porque ya intuías que habría problemas y llegarías tarde a las clases, al trabajo, a la visita médica, a la playa o a cualquier otro destino igualmente respetable. En estas circunstancias, el diagnóstico de incidencia se convierte, por insuficiente, en un despiadado recochineo.