Las turbulencias ambientales se palpan en el ambiente social europeo y también en el resto de las democracias. En las dictaduras el malestar se vive en la intimidad y la opinión pública es la mano alargada de la propaganda del poder político. Hubo un primer ministro británico, Harold Macmillan, que en un país todavía destrozado por la guerra contra Hitler hacía campaña electoral en 1959 con el eslogan de que “nunca lo habíais pasado tan bien”.

En tiempos de cambios profundos en los que se están produciendo transformaciones sociales todavía difíciles de analizar, es recomendable no ser pesimista ni optimista, sino transitar por la realidad del cambiante día a día.
En este agosto excesivamente tórrido he entrado y salido varias veces de las cientos de páginas de dos libros que reflejan la situación crítica de dos momentos históricos de desaparición de viejos mundos y el surgimiento de otros nuevos. Me refiero a La ciudad de Dios de san Agustín y a los Ensayos de Montaigne.
Agustín describe la caída de Roma entre los siglos IV y V con un conocimiento exhaustivo de los autores clásicos griegos y romanos, e intenta encontrar una explicación al declive del imperio ofreciendo la alternativa del cristianismo, hasta hacía bien poco perseguido por Roma. Fue testigo de la desaparición de las certezas del viejo mundo y la aparición de una nueva y rupturista realidad temporal. Michel de Montaigne es el otro sabio que conoció el amanecer de la modernidad del Renacimiento francés en un periodo de gran inestabilidad política, social y religiosa en Francia y en Europa. Tras retirarse de la vida política en 1571, se instaló en la torre de su castillo de Montaigne, en la Aquitania francesa.
El mayor enemigo de la UE está en el descontrol del déficit y la deuda externa de sus socios
Fue en la soledad de aquella torre, en medio del campo, lejos de París y alejado de los conflictos de su tiempo, donde escribió la mayor parte de sus ensayos, inspirados también en la realidad del momento y en autores clásicos como Séneca, Sócrates, Lucrecio y los selectos pensadores que manejaba desde su pequeña biblioteca. Reflexionó sobre la condición humana con un espíritu escéptico y crítico, pero con la templanza del observador que contempla el choque entre la tradición y la modernidad.
No hay fotos fijas en la historia, sino cambios que alteran, lenta o bruscamente, el paisaje humano, cultural, científico y político.
El modelo de la Europa social es la mejor contribución que se ha aportado al mundo para el progreso, las libertades y la paz social. Me temo que la fórmula de la economía social de mercado, inventada por socialdemócratas y democristianos hace ochenta años, entrará pronto en el taller de reparación porque puede que ya no sea sostenible.
El trumpismo imperante en Washington exige a los europeos más subordinación y menos alianzas. El desfile de líderes europeos por el despacho oval de la Casa Blanca es más un signo de impotencia que de complicidades ante los retos que plantean las guerras, el nacionalismo económico y los efectos revolucionarios de las nuevas tecnologías, concretados ahora en la inteligencia artificial.
La política como un negocio planteada por Trump se complementa con la política como una gran fábrica global que ejecuta Xi Jinping en China o la política de la fuerza bruta que practica Putin, y no encajan con el modelo europeo. En el mapa geopolítico global, la Unión Europea estorba, el otro sobra.
Ante la indiferencia de Trump dando inciertos golpes de aranceles, la astucia y determinación de Putin para anexionar militarmente tierras ajenas y la impasibilidad de Xi mientras se equipara tecnológicamente con Estados Unidos, Europa no sabe sacar su talento para adaptarse al mundo nuevo aumentando la producción y dedicando más recursos a la educación y al desarrollo tecnológico.
El diseño de la Europa social es un gran avance mientras se pueda mantener con las aportaciones generadas por economías fuertes y solventes. Puede que el peor enemigo no sean las tres potencias que por distintas razones desprecian a la vieja Europa, sino el déficit y la deuda crecientes que hacen inviable a medio plazo una magnífica realidad.