El deterioro de la salud mental juvenil está modificando los patrones sobre cómo evoluciona el malestar emocional con la edad. Datos recientes muestran que las personas de 20 y 30 años son más infelices que las que tienen 40 y más.
El bienestar percibido seguía una curva en forma de U (de la felicidad) en función de la edad, disminuyendo –por la preocupación, el estrés o la depresión– hasta que las personas alcanzaban la mediana edad, los 50 años, para luego repuntar hasta la vejez. Con el malestar, la U se invierte y hablamos de la “curva de la infelicidad”, con forma de joroba. Ahora, una investigación publicada en PLOS One afirma que este malestar asociado a la edad está disminuyendo y ya no existiría tal joroba. La razón del cambio sería la infelicidad de los jóvenes, sobre todo de los menores de 25 años.
Urge diseñar políticas públicas de ámbito educativo, sanitario, laboral y familiar de apoyo a las nuevas generaciones. Su malestar supone un riesgo no solo para ellos, sino para el mercado laboral en términos de productividad y de cohesión social.