Hoy vamos a barnizar de poesía el artículo, que siempre da pisto. Antonio Machado: “Todo pasa y todo queda / pero lo nuestro es pasar / pasar haciendo camino”. Volviendo a la prosa: lo nuestro, lo de verdad muy nuestro, es gastar.

¿Hay algún Estado de bienestar más rumboso? Quince autonomías acumulaban una deuda de 83.252 millones de euros. Así, a bote pronto, parece pasta y una muestra de gestión poco encomiable. ¿Qué hace el Estado? Asumir la deuda del Estado bis y todos contentos. ¿No es acaso maravilloso vivir en una sociedad donde las deudas se resuelven por las buenas y sin sermones aunque parezca cosa de trileros?
Si me endeudo en fiestas, soy un manirroto; si el Estado derrocha, es por el bien de todos
La lógica económica que rige las vidas de la ciudadanía –así nos llaman ahora a la gente para engatusarnos– deja de funcionar en el ámbito público. Olvídese de la economía doméstica y las lecciones familiares. Si uno echa un cable a un hijo endeudado, lo segundo que hace es soltarle un sermón. El Estado español, en cambio, es más desprendido porque ni siquiera exige rectificar, aunque en cuestión de tiempo –y por lógica– los deudores volverán a las andadas.
Soy del CE Europa, pero de luterano ni un pelo. Gastar me gusta, lo confieso, y en buena compañía, ni les cuento, pero por algo no he llegado a teniente de alcalde, subsecretario de Agricultura o Síndic de Greuges. No hay manera de derrochar el dinero ajeno...
España tiene algo de juerga permanente, de esas que cuando amanece nadie se hace cargo de la factura. Solo nos faltaba creernos un “Estado de bienestar” para estirarnos a lo grande. ¿Que mueren asesinadas mujeres? Se establecen protecciones y garantías ideales sobre el papel pero que exigen unos medios de los que el Estado no dispone (y lo más grave es que lo sabe). ¿Que no llega el transporte público a todos los rincones y a la misma puerta de los usuarios? Todo salvo asumir la verdad: lo sentimos, no disponemos de los recursos. ¡Eso jamás!
Desde el Estado no se educa en el rigor, sino en el realismo mágico, y a subir impuestos, que son dos días. Y así, a ver quién es el gobernante que se compromete a gastar solo lo que da de sí la economía...