“Pedro Sánchez, hijo de puta”, canción del verano

confusión vital

Perdonen por el título. Pero es que oí a Juan Magán, cantante de gran éxito, en su concierto en Marbella del 5 de agosto, proclamar que esa era la canción del verano, mientras su público coreaba el hit.

Ha sonado en fiestas populares, en estadios de fútbol. Incomprensiblemente nadie la ha grabado para Spotify. Ni Sergio Ramos, el único creador español que se ha atrevido a cantarle las verdades al Ser Superior, al más puro estilo Shakira vs Piqué. Con autotune. ¿Y qué? Nadie llegó tan lejos contra Florentino. Ándate con ojo, Sergio.

opi 3 del 6 setembre

 

Martín Tognola

Si alguien puede reclamar los derechos de autora de la canción del verano, esa es Isabel Díaz Ayuso, la primera que la cantó en público desde la tribuna del Congreso mientras el presidente hablaba de su hermano (el de ella). Pero Ayuso, en un gesto de humildad, dijo que ella no había compuesto esa genialidad. Que ella lo que había dicho es que “le gusta la fruta”. Qué gracia. Y ya hay camisetas con ese eslogan. Los que las lucen se guiñan un ojo o se dedican un gesto cómplice, como los motoristas que se cruzan en una carretera secundaria o los fascistas que salen a apalear en una calurosa noche de verano.

Más cosas. Hemos visto como en el Bernabéu se volvía a corear “Franco, Franco”, sin saber dónde acababa la admiración por el nuevo fichaje del Madrid, Franco Mastantuono, y dónde empezaba la exaltación por el caudillo gallego. ¿Qué influencer le puede contar la historia a la chavalada, que se suma al cántico sin saber lo que canta?

No creo que detrás de todos los que corean “Pedro Sánchez, hijo de puta” o “Franco, Franco” haya una excesiva politización. Me recuerda al “Que te vote Chapote”, coreado por quien no tenía ni idea de que Chapote era el asesino de Miguel Ángel Blanco.

Parte de la población tiene un fin común: odiar a un presidente, echarlo ya, como sea

Tampoco creo que sean exclusivamente proclamas políticas. También son memes, formas modernas de jolgorio, pero que van calando, y ningún líder de orden de ningún partido de derechas o extrema derecha sale a decir que igual no es la mejor manera de protestar. Del “Sí se puede” al “Pedro Sánchez, hijo de puta”, así se resume la historia reciente de España.

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Detecto a una parte de la población cada vez más desinhibida, descarada, con un fin común: odiar a un presidente. Deshumanizarlo. Echarlo. Ya. Como sea. Lo desean desde grandes empresarios hasta periodistas influyentes. Se respira en los barrios más acomodados, sobre todo de Madrid. Pero también entre clases populares en que se dan las condiciones para que el mensaje cale. Porque en sus barrios roban delincuentes reincidentes y ellos no se pueden pagar las alarmas que anuncian machaconamente todas las teles. Porque sus pueblos se queman y las administraciones se tiran la mierda unas a otras. Si la bronca baja de intensidad, entonces salen con que hay que hundir el Open Arms. Y la supuesta derecha moderada acaba diciendo casi lo mismo. Cuando imitas el discurso ultra, el consumidor quiere el original, no el sucedáneo.

Y miras a la izquierda y ves a Ábalos, a Cerdán, a Koldo. Y los alquileres que no dejan de subir. Y a un presidente que ha aparecido en televisión por primera vez en un año. Y a una izquierda a su izquierda sin rumbo, que puede perder la mitad de los votos por no unirse. ¿Para cuándo el tratado La unidad de la izquierda y otros retos imposibles de la humanidad?

Arranca el curso con la sensación de que no hay nada que hacer. Me resisto. Pienso que el “Pedro Sánchez, hijo de puta” provoca más rechazo que adhesión. Los que lo gritan hacen mucho ruido. Pero hay mucha más gente callada que tiene clarísimo que podemos ir hacia un retroceso histórico. Y confían en que las canciones del verano sigan siendo hits pasajeros.

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