Esta semana ha sido bonita. Nació el biznieto número 11, con lo que el núcleo directo de nuestra familia subió a 95.
Con frecuencia, la gente me pregunta si conozco a todos. De vez en cuando, tengo éxitos, acertando a la primera con el nombre de la novia de un nieto. Y de vez en cuando, tengo que preguntar a una nieta cómo se llama aquella chica tan simpática que me ha dado dos besazos llamándome ‘abuelo’. De paso, pidiéndole que me diga si esa chica, que sí, que es una de mis 49 nietos/as, está soltera, pero se va a casar en seguida y, además, yo conocí al novio hace muy poco. Y más aún: le dije a mi nieta que este novio me gustaba, porque daba fuerte la mano y no como el anterior, que era más lánguido.

Les tengo que conocer a la primera y tengo que interesarme por sus cosas, que, a pesar de lo novedosas que son para ellos, son viejas como la vida misma.
Y les tengo que enseñar a sonreír, sonriendo, que es como se enseña todo. Seguramente, esto es lo más importante.
Porque lo que todos vemos con frecuencia es que las sonrisas son de desprecio (“¡qué estupidez se le ha ocurrido a este!”).
Tengo que enseñar a mi familia a sonreír, sonriendo, que es como se enseña todo; seguramente, esto es lo más importante
Yo ya sé que las noticias no son animantes. Porque Gaza, Ucrania y los drones que, por casualidad, han caído en Polonia, hacen que la desmoralización sea fácil. Pero no puede ser que, por culpa de esa cuadrilla que nos rodea, se nos estropee la familia o el desayuno con los amigos.
Hay demasiados nubarrones en general, con el peligro de que los chubascos de tristeza nos mojen y hagan que te encuentres con alguien y te diga que va ‘tirando’. Hay que luchar, digo luchar, por conseguir que en nuestra familia no caiga ni una gota.
Repaso el comienzo del artículo. Como cada uno de los 95 transmita sonrisas a un amigo, estaremos haciendo una buena labor social.
El recién nacido no está todavía en condiciones de sonreír. Pero pronto hará una mueca y a los padres y a los abuelos y a los bisabuelos se nos caerá la baba, pensando que el chaval ya ha empezado a cumplir con su obligación