EE.UU., el hundimiento

Son incontables los profetas que han vaticinado la caída del imperio norteamericano desde su consolidación tras la Segunda Guerra Mundial. Hasta ahora los sesudos pensadores han errado y no solo Estados Unidos se impuso a la URSS en la guerra fría, sino que ha mantenido el timón del planeta mientras los competidores hincaban la rodilla ante su supremacía económica, militar y política. Pero el anunciado crepúsculo ahora sí parece llamar a la puerta.

FILE PHOTO: U.S. President-elect Donald Trump gestures at Turning Point USA's AmericaFest in Phoenix, Arizona, U.S., December 22, 2024. REUTERS/Cheney Orr/File Photo To match Special Report USA-MEXICO/CIA

 

Reuters

Como suele pasar con la caída de los grandes imperios, el batacazo sería más el fruto de los errores propios que de los aciertos de las potencias competidoras. En este caso, la suma de disparates encadenados por el presidente más incompetente que ha tenido el país es suficiente para explicar un declive acelerado hacia el abismo. Trump y solo Trump ha destruido en su segundo mandato todos los anclajes tejidos por sus predecesores, ha reventado las relaciones comerciales y ha traicionado los pactos con sus aliados.

El paso firme de potencias emergentes como China o India y el ansia de reescribir el pasado de Rusia han coincidido con uno de los peores periodos de la ­historia americana, una nación abocada al guerracivilismo y los asesinatos ­políticos.

Trump y solo Trump ha destruido en su segundo mandato todos los anclajes tejidos por sus predecesores

Trump no es solo un mal presidente, es un horror como ser humano. Alguien que se regodea con las miserias de los indefensos, disfruta con el dolor de los débiles y ridiculiza a sus huéspedes en el despacho oval escapa del análisis político para entrar de lleno en el capítulo de la psiquiatría. A su estulticia infinita suma una ignorancia contumaz que ha convertido su presidencia en un terraplanismo alarmante. Todo ello ha obligado a los países que pueden a buscarse la vida lejos de la sombra de las barras y las estrellas. Es lo que han hecho hace poco China, Rusia e India al frente de un puñado de países cansados de bailar al son del caprichoso magnate.

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Porque nada hay que pactar con quien no respeta los pactos, imposible fiarse de alguien que se burla de las leyes, de un ególatra de manual y de un narcisista compulsivo. Hasta el argumento de optar por la democracia frente a la dictadura tiembla cuando se elimina la libertad y los derechos básicos, como demuestra la obsesión de Trump de restringir el voto a las minorías o la persecución enfermiza de los inmigrantes. El drama es tener que elegir entre lo malo y lo peor, entre el vasallaje al matón o un puñado de autócratas y tiranos que deliran mientras sueñan con la inmortalidad.

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