“Señor Feijóo… Señor Feijóo... Señor Feijóo...”. Pedro Sánchez, María Jesús Montero, Yolanda Díaz, Gabriel Rufián, Ione Belarra, Pablo Iglesias… Todos increpando a Feijóo. Todos menos Santiago Abascal. “¿Molesto mucho? Pues ahora me vais a tener aquí”, responde él. El líder del PP se estrenó la semana pasada en TikTok, pero no parece que triunfe tanto como pretende el mensaje de su primera incursión en la red. La cuenta no llega a los 5.000 seguidores, la producción es escasa y el gestor ni siquiera se ha molestado en seguir al PP.
Los inicios en TikTok son duros. Hay que llamar la atención. No basta con quitarse la corbata y hablar de tus padres. En esa red, la línea entre el ridículo y el menosprecio es muy fina y el riesgo de perder la imagen institucional es alto. Hay mucho que perder y ¿cuánto por ganar?
Sí hay que reconocer que el aparato de comunicación de Feijóo se ha adelantado por una vez al presidente del Gobierno, aunque por la mínima. Pedro Sánchez se estrenó un par de días después, pero ya suma 34.000 seguidores y tiene una cuenta de apoyo @desdelamoncloa. Arrancó con un vídeo sobre Gaza y se reserva un perfil presidencial mientras se cede el protagonismo a un grupo de jóvenes tiktokeros en el perfil paralelo para la venta exprés de las decisiones del Consejo de Ministros y enseñar los entresijos del complejo gubernamental.
No es la primera vez que la Moncloa intenta humanizar su imagen. Al llegar a la Moncloa, en el 2018, el equipo de Sánchez sorprendió en Twitter publicando imágenes insólitas del presidente. Mangas de camisa, gafas de sol en el interior del Falcon mientras departe con un greñudo José Manuel Albares. ¿John F. Kennedy en el Air Force One? La instantánea se hizo viral, fue motivo de memes y hasta de preguntas en el Congreso.

Sánchez, en febrero del 2018, en el Falcon junto a José Manuel Albares
Luego llegó la foto de sus manos con un comentario bobalicón: “Pedro Sánchez evalúa sus recientes encuentros con líderes europeos tras visitar esta mañana a Angela Merkel en Berlín. Las manos del presidente marcan la determinación del Gobierno. Mañana comparece ante el Congreso”. El secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver, confesó ser el autor de las fotos y se acabaron los experimentos.
El periodista con su iPhone estaba a años luz del trabajo sutil de Soazig de La Moissonnière, que deleita con su acceso total a Emmanuel Macron y sus fotos en blanco y negro. Sus seguidores en Instagram han visto al presidente francés en el backstage de las cumbres internacionales, pero también en acaloradas discusiones con su equipo, con su mujer, disfrutando de la compañía de su perro, practicando deporte, comiendo bocadillos… Adam Scotti se contagió del trabajo de la francesa en Canadá con Justin Trudeau como presidente.
Pero una cosa son las fotos maravillosas y el relato más o menos prefabricado y otra la resolución política y mediática. La prueba fue el documental Moncloa: cuatro estaciones, que diseccionaba la actividad en el palacio durante un año (2022). Si alguien pensó en simular The West Wing, su acogida fue más que discreta, no se emitió hasta que El País lo ofreció en su web.
Ahora, el Gobierno lo intenta de nuevo. Donald Trump tiene a su nieta Kay enseñando rincones ocultos de la Casa Blanca y hasta retransmitiendo cómo despista al servicio secreto, y Sánchez tiene @desdelamoncloa. El perfil pretende ser una cuenta ágil, con cameos del presidente y sus ministros -Óscar Puente no podía perderse el estreno-, y promete “salseíto institucional”. El resultado son 192.000 visualizaciones y un desagradable recibimiento desde la cuenta de Vox: “La cueva de Pedro Saunas. PSHP”. Las siglas de “Pedro Sánchez Hijo de Puta”, la canción del verano sobre la que escribió Jordi Évole hace dos semanas.
En el mundo de la politiktok, Vox ha ganado las elecciones. Santiago Abascal acumula más de 854.000 seguidores en la plataforma y no sabemos a quién sigue porque las 116 cuentas que aparecen referenciadas están ocultas. Lo que sí sabemos es que Vox reina a sus anchas sin mucho esfuerzo. El perfil de su líder es un compendio de clips de sus intervenciones con subtítulos llamativos y no necesariamente bien editados. Pero resultan. Los mensajes son simples, sin reflexión ni frases subordinadas.
Es la moda de la temporada de otoño adelantada por Enric Juliana este domingo. Se está abriendo “un foso generacional”. “La política profesional está mareada. La desafección juvenil tortura mentalmente a los populares. Vox es en estos momentos el partido preferido por los jóvenes de 18 a 34 años. Cuando en un partido maduro suena la alarma TikTok, suele haber desastres”, avisaba Juliana.
El 20% de los adolescentes de entre 12 y 18 años pasan más de dos horas al día en TikTok, según Nature. Entre el 26% y el 30% de los electores menores de 50 años tienen las redes sociales como fuente de información política, según el último barómetro del Centre d’Estudis d’Opinió de la Generalitat. Y entre los 18 y los 34 años, están abonados al scroll infinito de YouTube, Instagram y TikTok.
Carlos Castro echó cuentas hace unas semanas en los sondeos del CIS de mayo y julio: cuatro de cada diez jóvenes de entre 18 y 24 años apoyan a la derecha (y dos tercios de ellos a la ultraderecha), mientras que solo dos de cada diez eligen opciones de izquierda. Y este tramo de edad supone hoy más de tres millones de electores sobre un censo total de 37 millones. PSOE y PP han decidido que hay que ir a buscarlos; han convertido a Sánchez y Feijóo en tiktokeros. ¿Conseguirán revertir la mutación ideológica de la juventud española?