Después de las cenizas de agosto, llegan los matices otoñales. Las tendencias de la nueva temporada empiezan a ser visibles. Encuestas y olfato. Ya somos mayores y algo hemos aprendido en los últimos veinte años de política española a alta presión.
Vox, la extrema derecha española, gana fuerza en sintonía con la demanda de orden que recorre Occidente ante un mundo ilegible. Hay sed de orden. Vox empieza a acariciar el 20%, cota desde la que sería perfectamente posible la captura estratégica del Partido Popular. Ese es su objetivo.
El PSOE se estira después de su bajada a los infiernos entre abril y julio. Desde el gran apagón (28 abril) al ingreso de Santos Cerdán en prisión (30 de junio), los socialistas experimentaron un notorio bajón. El cráter no está superado, pero Pedro Sánchez ha evitado el derrumbe durante el verano, porque no hay mucho más en la izquierda que presente una cierta solidez. Solidez, orden. No lo olvidemos: la demanda principal es de orden.
Iniciativas para fragmentar el voto de Vox: Alvise reaparece, vuelve Espinosa de los Monteros...
Los socialistas vuelven a soñar con el 35% de los votos; piensan incluso en los registros de José Luis Rodríguez Zapatero en el 2008, cuando dejó a Izquierda Unida con solo dos escaños en el Congreso. El PSOE está pasando la aspiradora del voto útil por el lado izquierdo, sabedor que la fidelidad a Sumar no supera en estos momentos el 37%. (Solo el 37% de los que les votaron en las elecciones generales de julio del 2023 aseguran ahora que les volverían a votar, según el último barómetro del CIS. Una fidelidad de voto muy baja).

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Yolanda Díaz hace lo que puede, cuelga vídeos en Instagram, da mítines en el Congreso y no despega. Las escisiones en la izquierda siempre son muy corrosivas y el daño ya está hecho. Podemos sigue pegado en la roca del 4%.
El Partido Popular se arruga en las últimas encuestas pese a que todo parecería jugar a su favor. Alberto Núñez Feijóo ha vuelto a encoger este verano y Miguel Tellado no consigue parar a Vox hablando como si fuese de Vox.
Si Junts es ‘enemigo de clase’ (Yolanda Díaz dixit), ¿cómo se aprobarán las cuentas del 2026?
En julio del año pasado, Santiago Abascal ordenó a los suyos abandonar todas las responsabilidades de gobierno que habían pactado con el Partido Popular en cinco autonomías (Comunidad Valenciana, Aragón, Murcia, Castilla y León y Extremadura). La dana valenciana no les ahogó. Los incendios de este verano no les han chamuscado. Al contrario, la dana inyectó fuerza a Vox. La Generalitat Valenciana no estuvo a la altura y la pelea entre instituciones generó una hiriente sensación de desamparo en toda España. Carlos Mazón es hoy prisionero de Vox en Valencia. Nada puede hacer sin su aprobación. Los sondeos señalan que en el último año más de un millón de antiguos votantes del PP se han pasado a Vox. Esa tendencia se ha vuelto a activar con los incendios forestales de este verano.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Congreso
Núñez Feijóo no logra aparecer como una alternativa indiscutible. Su momento estelar fue en junio del 2022. Acababa de ser elegido presidente del Partido Popular y la gente creyó percibir aire nuevo. “Vuelve la política adulta, yo no he venido a insultar”, dijo entonces. Hace una semana, tres años después, Feijóo aparecía cantando en un vídeo de TikTok bajo el lema “Me gusta la fruta”. (La consigna castiza lanzada por Isabel Díaz Ayuso para llamar “hijo de puta” a Pedro Sánchez).
La política profesional está mareada. La desafección juvenil tortura mentalmente a los populares. Vox es en estos momentos el partido preferido por los jóvenes de 18 a 34 años. Cuando en un partido maduro suena la alarma TikTok, suele haber desastres.
Vox se aproxima al 20%, cota desde la que podría intentar la captura estratégica del Partido Popular
Vox lidera los mensajes políticos en TikTok e Instagram, y es en estos momentos el partido de los jóvenes más airados, especialmente de género masculino. La franja de edad que hace diez años se entusiasmó con la indignación de Podemos ahora encuentra en Vox el brazo de la venganza generacional, por la carestía de la vivienda, la precariedad y la fragilidad del orden. Orden. Muchos hombres jóvenes han tomado partido. Quieren balancear el tablero. Quieren rehacer las jerarquías. Hay una evidente reacción pendular frente a los avances del feminismo. Vox conecta perfectamente con el signo de la época y el viejo PP ha puesto a Tellado a interpretar la nueva sintaxis.

El presidente de VOX, Santiago Abascal, en su tribuna parlamentaria
Vox es hoy el partido preferido por los más jóvenes, pero atención al siguiente dato: la mayoría de los votantes de entre 18 y 40 años responden “ninguno” cuando se les pregunta a qué líder político votarían para presidente del Gobierno (CIS, septiembre). Se esté cavando una gran fosa generacional en España. Este quizás sea el dato más fundamental del catálogo de otoño.
Va a haber actividad en la frontera PP-Vox. Veremos un intento de reactivación de la lista de Alvise Pérez, e Iván Espinosa de los Monteros, antiguo dirigente de Vox que abandonó el partido, está a punto de bajar a la pista al frente de la fundación Atenea. El entorno de Feijóo sigue convencido de que Sánchez no superará lo que le espera en los tribunales. En Madrid cada día amanecen cien conspiraciones de las que solo dos siguen vivas a medianoche.
El PSOE muestra una cierta recuperación desde el interior del cráter Cerdán, Sánchez ha resistido
Yolanda Díaz también habla para TikTok. “Usted y yo representamos algo que mueve la historia, la lucha de clases, y usted representa al gran capital”, le espetó el pasado miércoles a Míriam Nogueras, portavoz de Junts en el Congreso, en el debate sobre la reducción de la jornada laboral, cuyo derrape explica hoy Lola García con buen detalle. Díaz y Nogueras, compendio de la lucha de clases. Desde el punto de vista del materialismo histórico es una afirmación un tanto exagerada, pero quizás sea resultona para las redes neuronales adolescentes.
Si el giro leninista de Díaz va en serio, ¿cómo hará el Gobierno para aprobar los presupuestos del 2026 con el voto de los ‘enemigos de clase’? Junts, cuya fidelidad de voto está en el 38%, tan baja como la de Sumar, podría exigir la alcaldía de Barcelona a cambio de los presupuestos estatales. Carles Puigdemont siempre ha sostenido que les birlaron Barcelona [el PP facilitó en junio del 2023 la elección del alcalde socialista] y ahora se siente asediado por Aliança Catalana, otro signo de la época. Las próximas elecciones municipales pueden ser fatídicas para Junts.
Con todo a favor, el PP se empieza a arrugar en los sondeos, Feijóo no acaba de convencer
Puesto que esa exigencia [la alcaldía de Barcelona] seguramente sería innegociable para los socialistas, se abriría otro interrogante: ¿cómo gobernar hasta el 2027, cómo gobernar tantos signos de la época sin mayoría en el Congreso?
La temporada de otoño nos dice algo. No sabemos cómo será el invierno.