Cualquier persona de bien se debería poner en el lado correcto de la historia y denunciar la masacre, genocidio o exterminio –pónganle el calificativo que quieran– que el ejército israelí está cometiendo en Gaza. Desde esta misma tribuna hemos lamentado las dificultades que la sociedad civil tiene hoy para que las muestras de indignación se puedan traducir en algo práctico que haga rectificar la contundente e inhumana actuación de Beniamin Netanyahu. El Gobierno de Pedro Sánchez ha adoptado una postura valiente y coherente en contra de la invasión israelí y ha acabado logrando que otros países europeos y la propia Ursula von der Leyen acerquen sus posiciones a la del Ejecutivo español.

Cargas e incidentes en la Vuelta a España
Ahora bien, las declaraciones en las que justificaba las protestas contra la celebración de la última etapa de la Vuelta a España en Madrid suponen cruzar una línea roja que puede tener consecuencias para el orden público y la seguridad en estos próximos días. El Gobierno no puede alentar actuaciones que, pese a que defiendan causas tan nobles como la de detener la ofensiva de Israel, puedan provocar nuevos incidentes o desordenes públicos. ¿Dónde está el límite? El riesgo es que en los próximos días se puedan dar acciones de boicot a toda clase de actos, incluso algunos institucionales, y que el Ejecutivo tenga que hacer un esfuerzo de contorsionismo dialéctico para tratar de justificarlos o buscar un nuevo argumento para condenarlos. Sánchez arriesga en exceso.
Vaya por delante que lo más grave es lo que sucede en Gaza. Pero el esfuerzo del Gobierno debería estar centrado en aplicar políticas en contra del comercio de armas con Israel –tema que todavía está pendiente– o buscar soluciones simbólicas –como el anuncio hecho ayer de retirar a España del festival de Eurovisión si Israel participa–. Lo que no tiene sentido es respaldar algunas protestas que pueden acabar girándose en contra.
Las manifestaciones del 2003 bajo el lema “No a la guerra” fue una acción pacífica y multitudinaria que no pretendía boicotear nada. Simplemente se mostraba su rechazo a la invasión de Iraq. Hoy hay muchos motivos para salir a la calle en contra de la ofensiva de Gaza, sin necesidad de alentar un boicot a ningún acto.