El 22 de septiembre marca un día especial en el calendario judío: Rosh Hashaná, el inicio del Año 5786. Para los judíos, este día no es solo un cambio de año, sino un retorno al origen. Es, según la tradición, el cumpleaños de Adán, el primer hombre creado, y con él, el comienzo del ciclo del universo tal como lo conocemos. En este momento, el tiempo parece detenerse y nos invita a reflexionar no solo sobre lo que hemos vivido, sino sobre lo que podemos llegar a ser. La festividad de Rosh Hashaná marca el comienzo de una nueva etapa, una oportunidad para revisar nuestra vida y redirigir nuestro camino hacia un futuro más consciente y lleno de propósito.
Rosh Hashaná no es solo un día de reflexión sobre lo que hemos hecho, sino una oportunidad para corregir el rumbo.
Este día sagrado nos enfrenta al concepto del “Libro de la Vida”, que ocupa un lugar central en las oraciones y rituales del inicio del año. En la tradición judía, se cree que, durante Rosh Hashaná, Dios evalúa las acciones de cada persona y decide su destino para el próximo año. Sin embargo, esta no es una inscripción definitiva. Más que un juicio sin retorno, el “Libro de la Vida” representa una oportunidad de transformación. El juicio no es un castigo ni una condena inamovible, sino una llamada al cambio. Es una invitación a reflexionar sobre nuestras acciones pasadas y, más importante aún, a comprometernos a hacer las cosas de manera diferente en el futuro.
Rosh Hashaná no es solo un día de reflexión sobre lo que hemos hecho, sino una oportunidad para corregir el rumbo. El proceso de teshuvá (arrepentimiento) es el eje de esta transformación. Lejos de ser un simple acto de remordimiento, la teshuvá es un compromiso profundo con la renovación personal. Es una oportunidad para corregir los errores, mejorar nuestras relaciones y actuar con mayor conciencia, justicia y bondad. El arrepentimiento en este contexto no se ve como una carga, sino como una liberación. Nos ofrece la posibilidad de empezar de nuevo, de liberarnos de las malas decisiones del pasado y de comprometernos con un futuro más auténtico y positivo.
El “Libro de la Vida” no es solo un registro de nuestros actos, sino una hoja en blanco que nos invita a escribir nuestra propia historia. Nos recuerda que, aunque no podemos cambiar lo que hemos hecho, siempre podemos tomar el control de lo que hacemos a partir de ahora. Rosh Hashaná nos enseña que nuestras decisiones tienen el poder de cambiar no solo nuestra vida, sino también la de aquellos con quienes compartimos nuestro tiempo. El destino no está marcado; está por escribir.
Rosh Hashaná es un recordatorio de que nuestras vidas están en constante transformación
Este día, en el que celebramos el origen del hombre y el ciclo del tiempo, nos invita a mirar al futuro con esperanza y con la convicción de que siempre hay oportunidad de redención. Cada Rosh Hashaná es un recordatorio de que la vida, como el universo, está en constante renovación. Este es un tiempo para corregir nuestras imperfecciones, para mejorar como individuos y como comunidad, para reencontrarnos con lo que realmente importa.
Rosh Hashaná es, entonces, más que el inicio de un año: es un recordatorio de que nuestras vidas están en constante transformación. Cada acción, cada pensamiento, cada paso que damos puede ser una oportunidad para crear algo mejor. Es un llamado a reinventarnos, a mirar al futuro con una renovada energía y con la esperanza de que, como en el origen de los tiempos, siempre podemos comenzar de nuevo.
Todo este proceso de reflexión y renovación se celebra finalmente con un plato y un tenedor, en la compañía de familia y amigos. La mesa se llena de símbolos que dan forma a la tradición: la manzana con miel, que recuerda el fruto del Paraíso y simboliza el deseo de un año dulce; el vino blanco, que representa la pureza de la vid y nuestra aspiración a la renovación espiritual. Junto a estos, otros símbolos, como el pan redondo y las granadas, marcan el ritmo de un calendario que, cada año, nos invita a comenzar de nuevo, a compartir momentos de unión y esperanza. Rosh Hashaná es, al fin y al cabo, una celebración de lo sagrado y de lo humano, de la posibilidad de transformar nuestras vidas, rodeados del calor de quienes más queremos.