Una doble indefensión

Una doble indefensión
Director de La Vanguardia

Un total de 27 mujeres han muerto en España en lo que llevamos de año a manos de sus parejas o exparejas. Es la cifra más baja de la registrada en este periodo de tiempo –de enero hasta hoy– desde que se empezó a estudiar esta evolución en el año 2003. El descenso no esconde la trágica realidad que viven tantas mujeres en España asediadas por antiguos novios o por sus actuales compañeros. Nuestra sociedad está cada vez más sensibilizada para poner punto final a esta lacra, a pesar de que puedan aparecer nuevas formaciones y discursos en las redes sociales que pongan en duda la existencia de estos maltratos.

Pulseras antimaltrato

Pulseras antimaltrato 

REDACCIÓN / Terceros

En este contexto, ha causado una gran conmoción la noticia de que puede haber fallos en el sistema operativo de las llamadas pulseras antimaltrato que afectan a más de 4.500 mujeres que son susceptibles de ser víctimas de agresión. La polémica se inició al conocerse que la Fiscalía General del Estado había detallado en su informe anual la existencia de fallos en estos dispositivos electrónicos debido a la migración de datos de una compañía a otra. El Ministerio de Igualdad trató de minimizar la polémica, pero todavía no se sabe exactamente a cuantas personas afectaron estos problemas y si ya están resueltos. Nuestra compañera Celeste López intenta explicarlo hoy en nuestra sección de Sociedad, pero la verdad es que persisten aún muchas dudas.

Y las más de 4.500 personas afectadas que llevan estos dispositivos se merecen una información fidedigna, ya que su correcto funcionamiento les facilita vivir con la tranquilidad de que el presunto agresor está lejos. Las pulseras antimaltrato se instalan después de que un juez haya sentenciado una orden de alejamiento del presunto agresor.

Igualdad debería aclarar a cuantas personas afecta y si realmente no existen fallos en el funcionamiento de estas pulseras. Se ha creado una alarma, que puede que sea innecesaria e injustificada, pero, si nos ponemos en la piel de las víctimas, es para indignarse. Aparte del lógico miedo que pueden sentir muchas de ellas ante una doble indefensión: frente al presunto agresor y, ahora, ante el fallo del sistema.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...