La 'Dama de Hierro' de Japón

¿Por qué tardó tanto Japón en tener una primera ministra? Puede parecer una pregunta injusta. Después de todo, Estados Unidos nunca eligió a una presidenta, y ninguna mujer presidió jamás el Partido Comunista de China. Ni siquiera hubo primera ministra en los Países Bajos, otrora bastión del liberalismo.

En Asia hubo varias jefas de Estado, pero casi siempre eran hijas de líderes varones famosos. La primera ministra india Indira Gandhi era hija de Jawaharlal Nehru, primer gobernante del país tras la independencia, mientras que la presidenta surcoreana Park Geun-hye era hija de Park Chung-hee, el caudillo militar que gobernó en los años sesenta y setenta.

Japan's new Prime Minister Sanae Takaichi speaks during her first press conference as Japanese leader at the prime minister's office in Tokyo on October 21, 2025. (Photo by JIJI Press / AFP) / Japan OUT

Takaichi Sanae, primera ministra de Japón 

STR / AFP

Pero no deja de ser evidente que Japón tiene un problema de género. En el Informe mundial sobre la brecha de género 2024, Japón ocupó el puesto 118 entre 146 países, mientras que Corea del Sur (tal vez una sociedad más confuciana que Japón) ocupó el puesto 94 y China obtuvo el puesto 106. Menos del 20% de los puestos de liderazgo políticos o empresariales en Japón están ocupados por mujeres, a pesar de su nivel educativo relativamente alto. En Japón van a la universidad casi tantas mujeres como hombres, pero solo el 20% del estudiantado en las instituciones más prestigiosas es femenino.

En estas condiciones, la reciente asunción de Takaichi Sanae como primera ministra de Japón es un avance indudable. Pero ¿es señal de un cambio fundamental en las relaciones entre géneros en Japón? ¿Ayudará Takaichi a otras mujeres a romper el techo de cristal?

Igual que su ídolo, Margaret Thatcher, la primera ministra japonesa se presenta como  capaz de aventajar a los hombres en dureza

Las ideas conservadoras de Takaichi en temas sociales no son alentadoras. Se opone a permitir que las mujeres casadas conserven el apellido de solteras y al matrimonio entre personas del mismo sexo. Su retórica sobre los inmigrantes (sin los cuales Japón ya no puede funcionar) está teñida de intolerancia.

Durante su campaña para liderar el Partido Liberal Democrático (PLD), Takaichi procuró congraciarse con los nacionalistas de derecha difundiendo rumores sobre mal comportamiento de turistas extranjeros en Japón. Y sólo ha designado a dos ministras en un gabinete de diecinueve miembros (menos que algunos gobiernos japoneses anteriores).

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Aun así, hay que admirar el ascenso de Takaichi a la cima de la política japonesa (que sigue siendo en gran medida un ámbito masculino), y nada menos que al frente de un partido conservador dominado por hombres. La nueva primera ministra también es inusual en otros aspectos. A diferencia de muchos políticos japoneses, o de otras líderes femeninas en Asia, Takaichi no procede de una familia política. Creció en un hogar conservador de provincias, con una madre que pensaba que las chicas no necesitan ir a la universidad; Takaichi insistió en que ella sí tenía que hacerlo.

Igual que su ídolo, Margaret Thatcher, la primera mujer que ocupó el cargo de primer ministro en el Reino Unido, Takaichi se presenta como una Dama de Hierro, capaz de aventajar a los hombres en dureza. (Thatcher regañó al presidente estadounidense George Bush padre exhortándolo a no mostrarse «vacilante» cuando en 1990 Irak invadió Kuwait). Lo cual no excluye mantener una apariencia femenina y tener la sonrisa lista para equilibrar sus rasgos e intereses masculinos, que incluyen el heavy metal y las motocicletas.

Quizá el único modo de que una mujer llegue a la cima de un partido conservador en la mayoría de los países sea siendo más intransigente que sus homólogos masculinos. Aunque la excanciller alemana Angela Merkel no era particularmente intransigente en sus ideas políticas, sí era más implacable que sus rivales masculinos, y eso le permitió superarlos. Ya instalada en el poder, proyectaba una especie de seguridad maternal: en su cálido abrazo todo iría bien.

No era el estilo de Thatcher; y tampoco es el estilo de Takaichi. La nueva gobernante japonesa es intransigente en materia migratoria y de defensa, y lo mismo que su mentor (el difunto primer ministro Abe Shinzō), no le interesa hablar de los crímenes japoneses en la Segunda Guerra Mundial, y no ve ningún problema en enviar una ofrenda al santuario Yasukuni, donde algunos de los caídos a los que se honra fueron criminales de guerra condenados.

La decisión de Takaichi de aumentar el gasto en defensa hasta el 2% del PIB antes de marzo y su deseo de revisar la Constitución pacifista de Japón han complacido al presidente estadounidense, Donald Trump, a quien al parecer se ganó ya desde la primera reunión entre ambos. Trump incluso la presentó como «una ganadora» y señaló que se habían hecho «muy amigos enseguida». Pero las ideas combativas de Takaichi alarman tanto a los chinos que todavía no la felicitaron por su victoria.

Así como Thatcher despreciaba a los políticos de ideas más liberales en el Partido Conservador y los consideraba unos «inútiles», Takaichi tiene un talento especial para mostrar a algunos de sus compañeros del PLD (incluido su predecesor, el desafortunado Ishiba Shigeru) como pusilánimes. Puede que esto la convierta en una líder eficaz. Incluso es posible que tenga éxito allí donde Abe fracasó: revisar la Constitución y dar un papel más importante a las fuerzas armadas japonesas.

El único aspecto en el que se diferencia de Abe (al menos en el plano retórico) es la cuestión migratoria. Abe flexibilizó las condiciones de visado, para que los sectores industrial, agrícola y de la construcción pudieran contratar la mano de obra extranjera necesaria. También promovió el turismo para obtener más ingresos. En cambio, Takaichi tiene una postura dura frente a la inmigración. Pero quitando fuerza a los partidos de ultraderecha que promueven un discurso xenófobo, podría resultarle más fácil continuar las políticas de Abe discretamente.

Takaichi no parece interesada en ayudar a las mujeres a triunfar en la vida pública. Pero puede que su ejemplo sea su mayor aporte en este tema. Cuando en 2008 Barack Obama ganó la presidencia de Estados Unidos, los afroamericanos en Harlem bailaban en las calles. Recuerdo a un padre orgulloso que gritaba de alegría: «¡Mi hijo puede llegar a ser presidente de Estados Unidos!». Ahora las madres japonesas pueden sentir lo mismo por sus hijas. No es poca cosa.

Traducción: Esteban Flamini

Ian Buruma, autor de numerosos libros, entre ellos Year Zero: A History of 1945, The Collaborators: Three Stories of Deception and Survival in World War II y el más reciente Spinoza: Freedom's Messiah (Yale University Press, 2024).

Copyright: Project Syndicate, 2025

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