En el debate sobre la crisis climática –como en tantos otros– la persona que trata de ceñirse con honestidad a los hechos se sitúa en inferioridad respecto a la que retuerce esa realidad para favorecer sus propios intereses: es evidente que sostener la verdad resulta más arduo que reformularla.
La filósofa y periodista Carolin Emcke habla en Lo que es verdad, sobre la violencia y el clima (Debate) de una “metodología sistemática de la tergiversación” que hoy se centra en descalificar las medidas necesarias para contener el cambio climático, avaladas por la comunidad científica, y la transición hacia las energías verdes.
“Me preocupa –sostiene– la agitación manipuladora, la desinformación, la mentira, la difamación, el enmascaramiento con que se oculta lo que es verdad, lo que probablemente será verdad, lo que hay que hacer para evitar la catástrofe”.
Estragos del super tifón Fung-wong en Catanduanes, Filipinas
Las tensiones geopolíticas y el triunfo global de ese discurso de enmascaramiento de la verdad hacen que sean mínimas las expectativas de avances en la conferencia del clima que comienza hoy en Belém (Brasil).
Es cierto que no todo son malas noticias: como se explica hoy en la sección de Sociedad, siempre cabe la esperanza de que China, que está dando un gran impulso a sus energías renovables, acabe alcanzando un nivel de recorte de emisiones superior al esperado. Pero el panorama es por lo general sombrío. De acuerdo con la información previa aportada por los países, no se prevén acuerdos sobre reducción de gases.
Por ello, el objetivo más realista de la cumbre –tal como señala el artículo– pasa a ser el impulso de las políticas y los fondos necesarios para adaptarse a un empeoramiento del clima que ya se considera irreversible.
En este escenario, una de las prioridades debería ser no solo activar, sino asegurar la dotación del Fondo de Pérdidas y Daños que ha reparar con actuaciones de urgencia los efectos del clima extremo en los países menos con menos recursos. La semana pasada fue Jamaica; hoy es Filipinas el país que sufre al violencia inusitada del nuevo clima.
Sería una mayúscula injusticia que Occidente, al tiempo que levanta barreras a la inmigración, abandonara a su suerte a quienes, por otra parte, menos han contribuido a hacer de la Tierra un planeta cada vez más inhabitable.

