Hoy tres cápsulas sobre algo que está cambiando en silencio:
la forma en que amamos, la forma en que nos odiamos y la forma en que admiramos (o dejamos de admirar) al que tenemos cerca.
El nuevo Pacto Sentimental
Tener novio se ha vuelto algo poco “cool”. Algo que se insinúa, pero no se muestra. Algo que puede resultar embarazoso. Esa es la tesis del artículo ¿Es tener novio algo de lo que avergonzarse?, sin duda la pieza más comentada, compartida y vilipendiada esta semana en Estados Unidos, firmada por Chanté Joseph
Y la pregunta es inmediata: ¿qué está pasando con las parejas?
Según la autora, las mujeres han empezado a esconder a sus novios en sus publicaciones en redes sociales: el hombre ya no aparece en primer plano, sino como una mano en el volante, una copa que entra por el borde, una nuca difuminada. Está, pero no del todo. De hecho, echando un ojo al Instagram de mi novia, me di cuenta que yo aparecía en solo 3 imágenes (tampoco sube muchas)
Muchos hombres han leído esto como un desprecio. No lo es. Es algo más profundo: la última fase de la emancipación femenina y el inicio de un nuevo Pacto Sentimental en el que la pareja heterosexual tradicional deja de ser el centro obligatorio de la vida adulta.
El viejo guion que ya no funciona
Tradicionalmente, las mujeres valían más si tenían pareja, las solteras de más de 30 años eran sospechosas, el estatus de la mujer dependía del hombre al que accedía y su identidad era extensiva a la de él.
Ese guion ha implosionado. Durante siglos la pareja heterosexual funcionó como un contrato narrativo que simplificaba la estructura de la sociedad. Él protagonizaba la película y ella aparecía en los créditos.
En los últimos años, las mujeres han descubierto algo que los hombres, paradójicamente, llevan siglos sabiendo: que una relación puede ser amor, pero también puede comerse tu identidad.
Si antes tener novio te validaba socialmente y estar soltera era una señal de fracaso, ahora es al revés: tener novio te diluye, te vuelve “normie”, te hace menos interesante, mientras que estar soltera te da aura, libertad y control de tu propia narrativa.
Las redes sociales han acelerado esa conciencia. Por primera vez, millones de mujeres comparten relatos, comparan experiencias y entienden que pueden ser protagonistas de sus vidas sin tener que exhibir a un hombre como aval social.
Ser “la novia de” ya no es un ascenso sino una reducción de posibilidades.
La crisis masculina lo complica todo
A esto se le suma la actual crisis de identidad de los hombres: sueldo precario, imposibilidad de comprar vivienda, difuminación de los roles tradicionales, salud mental en caída… En definitiva una idea sencilla: ¿Para qué sirve un hombre que no es capaz de traer prosperidad a la pareja?
El hombre lleva un par de décadas viviendo lo que las mujeres viven desde el principio de los días: la sensación de ser insuficiente.
Lo que para ellos es un shock reciente, para muchas mujeres ha sido la vida entera.
Por eso algunas sienten recelo a la hora de mostrarlos públicamente. Temen que un hombre les haga quedar mal, les rompa la estética, o directamente les arrebate su narrativa personal.
No es que ellas no quieran mostrar a sus parejas, es que no quieren explicar su vida a través de él.
No se trata de odio a los hombres. Se trata del recelo al marco heterosexual clásico que les hace perder su identidad como individuos.
No es una guerra: es una redefinición
Esta no es una batalla entre sexos. Es el principio de algo más profundo: la redefinición de cómo nos vincularemos las personas cuando la pareja tradicional ya no responde a todas las preguntas.
Cuando la pareja deja de ser una obligación identitaria, aparecen infinitas formas nuevas de relación. Los discursos que dicen que el progreso dinamita la familia tradicional, están en lo cierto. Lo que antes solo se concebía de una manera, ahora presenta infinidad de variantes y posibilidades: parejas que no viven juntas, poliamores, parejas homosexuales, heterosexuales, amigos que viven bajo el mismo techo etc… Como siempre, la desazón social proviene de ese supuesto desorden que otros llamamos simplemente: libertad.
El nuevo Pacto Sentimental
Si en una primera fase del feminismo moderno, repartir las tareas de casa era el epicentro de la demanda, esta nueva fase requiere y exige cambios mucho más profundos:
La pareja no debe anular la individualidad, sino ampliarla.
La responsabilidad emocional es de dos, no un regalo unilateral.
La igualdad no es repartir tareas: es repartir vulnerabilidades.
Amar no es poseer: es acompañar.
Un pacto donde:
No prometemos eternidad. Prometemos presencia.
No prometemos sacrificio. Prometemos cuidado.
No prometemos exclusividad emocional como contrato, sino sentido. La fidelidad emocional no se exige: se construye mientras los dos siguen encontrando un propósito común.
Quizá esa sea la mayor novedad del amor contemporáneo: por primera vez, amar no exige desaparecer.
El nuevo pacto sentimental no busca reconciliar a hombres y mujeres como si fueran bandos enfrentados. Busca algo más ambicioso:
Aprender a elegirse sin dejar de ser libres.
Quizá el amor del siglo XXI no consista en encontrar a alguien que te complete, sino en encontrar a alguien que te acompañe mientras te completas tú o te vas descubriendo. Dos libertades que, por alguna razón inexplicable y hermosa, deciden caminar un tramo juntas sin perderse a sí mismas.
Las mujeres han empezado a esconder a sus novios en sus publicaciones en redes sociales: el hombre ya no aparece en primer plano
Los hombres que no amaban a las mujeres
Para entender el campo de batalla emocional que han levantado los hombres más radicalizados por la emancipación femenina, guardé diez mensajes que he leído esta semana en redes. Los copio tal cual. Sin comentario. Que cada uno saque sus conclusiones:
- “Tú eres todo lo que los hombres no quieren. Tu energía no casa con lo que los hombres queremos. Yo represento a esos machirulos de mierda cuyo único pecado es querer casarnos y tener hijos con mujeres femeninas.” — Debate Jota
- “Personalmente no estaría con una madre soltera porque tendría todas las responsabilidades de un padre tradicional pero ninguno de sus privilegios.” — Debate Jota
- “Sinceramente, no creo que las mujeres deban votar. Gracias a ellas se ha aprobado el aborto y el matrimonio homosexual. Casi todas las atrocidades morales de los últimos 100 años fueron posibles gracias al voto femenino.” — Dale Partridge
- “Algún día se estudiará en los libros de historia cómo el feminismo les coló a las mujeres que lo bueno de la vida no era tener un hogar, formar una familia y construir un proyecto juntos, sino tener la cuenta a cero para irte de mochilera a Tailandia o ver tortugas en Hawái.” — Clonazepam (Revisen la tesis de la primera cápsula de hoy.)
- “Las mujeres me dan un miedo atroz que no os podría explicar en un tuit.” — Clonazepam
- “Las apps de citas son la mejor escuela para entender las dinámicas del mercado sexual y la ‘chochoinflación. Si no eres un chad de 1,90 no existes, pero cualquier pava del montón-bajo tiene 500 ‘matches’ en un día.”
- “Si lo piensas, la sociedad nos separa: españoles vs. No españoles, fachas vs. Progres… Pero en este psiquiátrico todos tenemos algo en común: somos víctimas de la biología hembril. El movimiento incel dominará el mundo.”
- “La alimentación, el agua y los microplásticos alteran el eje hormonal; por eso hay un auge de personas LGTB en las grandes ciudades.” — WokeUp
- “¿Sabéis por qué los hombres nos estamos suicidando? Porque ninguna de vosotras nos escribirá si trabajamos en un Starbucks o un McDonald’s.” — Andrew Tate
- “¿Eres español y buscas una novia filipina honesta, sumisa y ama de casa? Escríbeme. Estoy montando una plataforma para conectar españoles con filipinas.” — Thesuperhombre, en TikTok
Y después de leer todo esto, solo me queda una duda: no sé si odian más a las mujeres… o a sí mismos.
Nadie es profeta en su tierra
Del éxito de Rosalía poco puedo añadir: disco mejor puntuado del año en Metacritic, números uno globales, aparición impecable en Jimmy Fallon. Siempre he estado en un 7 con ella; con este disco estoy en un 9.
Pero lo que más me interesa no es su música, sino su paradoja: mientras medio mundo la considera una de las artistas más importantes de su generación, la crítica más feroz a su obra —y a su persona— ha salido de aquí, de quienes la conocieron de cerca. Se le reprocha desde el mal uso de los pronoms febles hasta haber levantado un supuesto discurso reaccionario a raíz de su “descubrimiento de Dios”, como si fuera un pecado estético o político. El refrán no puede ser más preciso: nadie es profeta en su tierra.
Hay algo muy humano en esa resistencia a admirar lo cercano.
La familiaridad resta prestigio; lo cotidiano mata la épica.
En casa todos tenemos un rol: el hijo, la vecina, la chica que vimos crecer… Cuando alguien cambia, crece, triunfa, rompe ese molde mental que otros tenían preparado. Y eso incomoda, porque altera jerarquías invisibles, activa comparaciones, despierta inseguridades.
El éxito de un desconocido no amenaza.
El éxito de alguien que conoces… sí.
Fuera, la persona llega con una historia construida: logros, proyectos, credenciales.
En casa, llega con la historia que los demás recuerdan de ella. Por eso muchos piensan, sin decirlo:
“Si la conozco desde siempre… no puede ser tan especial.”
Porque lo difícil no es admirar a quien está lejos, sino aceptar que alguien que conociste sin brillo ahora ilumina más que tú. Seguramente nadie es profeta en su tierra porque su tierra nunca está preparada para verlo convertirse en alguien nuevo. El resto del mundo, sí.