Cuando ya algunos escritores decimonónicos apelaban al vuelva usted mañana, hoy la seguridad jurídica se ve sacrificada en parte por el exceso del entramado boscoso de normas y procedimientos de la administración pública. La Administración juega a poner pegas o a la procrastinación (un ejemplo, las ayudas a la dana), y es así porque por razones de tiempo, al igual que una compañía de seguros, cuando tiene que pagar varios siniestros, debe periodificar sus esfuerzos y gastos, de ahí que muchas veces la pega sea el remedio infalible para retrasar un expediente. Y las nuevas tecnologías no siempre han mejorado la comunicación del ciudadano con la administración, sobre todo porque en el campo digital te encuentras con el terrible silencio de la red o con un robot o un sistema automático que lo controla, y su deshumanización es cada día más patente.
Señores de la pega, no
somos un número, sino
personas con problemas que necesitan ser atendidas y escuchadas, y nuestro derecho de petición no puede quedar relegado a un simple derecho al pataleo en la soledad de la red digital. Se habla de ser inclusivo en la política. ¿Son inclusivas y suficientemente atentas las administraciones públicas con sus ciudadanos?
Eduardo M. Ortega Martín
Granada