El último informe PISA lanzaba una señal de alarma: el uso diario de tecnología en el aula se asocia a peores resultados en matemáticas. La diferencia respecto a quienes apenas la usan equivale a medio curso. No es una opinión: son datos. En lugar de saturar las aulas de pantallas, quizá toca explorar otros caminos.
Los juegos de mesa, por ejemplo, son una herramienta analógica, accesible y probada. No necesitan tener cobertura ni consumen electricidad. El aprendizaje sigue aunque haya un apagón. Fomentan la atención sostenida, la planificación, el cálculo mental y la interacción cara a cara. Se trabaja el pensamiento estratégico, el respeto por las reglas, la toma de decisiones y la gestión emocional. Muchos juegos de mesa modernos permiten aprender historia, ciencia o lógica sin darse cuenta. Y todo en formato físico, compartido y tangible.
No se trata de enfrentar lo digital con lo analógico, sino de combinarlos con criterio.
Isaac Roales Arnau
Esparreguera