No hay ahorro en los hogares —un 20,9% menos que hace un año—, lo que es una señal clara de la creciente presión económica que afrontamos. Muchas familias destinan ahora una mayor parte de sus ingresos a gastos inmediatos, reduciendo así su capacidad para guardar recursos ante futuras incertidumbres. En este contexto, el llamado “gran apagón” energético ha provocado un notable aumento en la compra de alimentos envasados y conservas. Los consumidores buscan productos que garanticen durabilidad y seguridad ante posibles interrupciones, aunque no siempre sean la opción más saludable o sostenible.
Mientras tanto, la industria alimentaria apuesta por la innovación para sostener su crecimiento. Sin embargo, esto ha dado lugar a un nuevo diccionario alimentario que el consumidor debe aprender. Integra términos como clean label , free from o productos funcionales, que inundan el mercado, una situación que complica elegir los alimentos y crea confusión.
Esta combinación sitúa al consumidor ante un triple desafío: ahorrar en un entorno económico complejo, adaptarse a cambios forzados en sus hábitos de consumo y entender una oferta alimentaria cada vez más técnica y difícil. Seguimos adaptándonos a las circunstancias que nos toca vivir, porque el sudoku en el que nos encontramos realmente tiene difícil solución en cualquier ámbito.
Pedro Marín Usón
Zaragoza