Cada año, miles de españoles viajan a las zonas más desfavorecidas del planeta para llevar a cabo trabajos invisibles, participando como hormiguitas en proyectos de cooperación para el desarrollo en salud, educación, saneamiento, promoción de las mujeres, discapacidad o emergencias.
Quiero decirles bien alto: “¡gracias!”, y reclamar un mayor reconocimiento hacia ellos. Eso implica que se consideren como enfermedades profesionales aquellas contraídas en las zonas de proyectos; la creación de un régimen especial para cooperantes en la Seguridad Social, y un tratamiento fiscal apropiado para la realización de trabajos en el exterior.
En un mundo donde la corrupción y el individualismo parecen imponerse, los cooperantes nos recuerdan que la solidaridad
es el camino. Como dijo la madre Teresa de Calcuta: “A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltase esa gota”.
Silvina Calvo Lamas
Madrid