“El TDAH no es un superpoder, sino una carga”
La Mirada del Lector
“Es vivir con la sensación de no estar a la altura, de decepcionar, de no encajar, afectando a la autoestima”
Madre con su hijo con TDAH.
* El autor forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
Con nueve años, recién instalados en un pueblo de Andalucía, mi madre me empezó a mandar a hacer recados. Cada vez que iba a la carnicería de nuestra misma calle, regresaba invariablemente con algo distinto a lo debido, o, si había cola, al llegar mi turno descubría que había olvidado por completo lo que debía comprar. Tenía entonces que explicar, avergonzado, mi incapacidad para recordar el más simple de los encargos.
Recuerdo también cómo varios móviles acabaron arruinados cuando iba a la playa, olvidados en mi bolsillo mientras me bañaba.
En una de las citas que tuve con mi primera novia, tuvo el detalle de obsequiarme con uno de sus dibujos, dedicado con un “te quiero”. Al llegar a casa y bajar del coche lo dejé sin querer entre papeles destinados a acabar en la basura. Allí terminó.
Cada vez que algo así pasaba -en mi vida, en el trabajo- me decían, o yo mismo me decía: “Jonatan, eres tonto”. Y acabé creyéndolo. Pero no era tonto. Era neurodivergente. TDAH de tipo combinado que, al no manifestar hiperactividad física sino mental, nadie supo ver.
Fueron varios cientos de euros y unas cinco horas de sesiones los que permitieron confirmar con certeza que tenía este trastorno.
Y no, el TDAH no es solo ser despistado. Es vivir con la constante sensación de no estar a la altura, de decepcionar, de no encajar. Una sensación que socava poco a poco la autoestima, llegando -de no ser tratado- a la etapa adulta seriamente condicionado.
El TDAH y las neurodivergencias se han puesto de moda. Todo el mundo dice tenerlo, todo el mundo sabe perfectamente lo que es, en qué consiste. Todo el mundo opina. Se autodiagnostican por olvidar las llaves o sentirse especiales.
Hay psiquiatras que lo diagnostican en quince o veinte minutos. En una sola sesión, y mientras tanto, quienes realmente lo padecemos vemos con asombro el espectáculo de ver convertida una realidad en pose. Porque no, el TDAH no es un superpoder. Es, sencillamente, una carga más.
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