* El autor forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
En verano, hablar de protección solar no es solo hablar de playa y vacaciones, sino de salud pública. Cada año, dermatólogos y organizaciones sanitarias recuerdan la importancia de usar crema solar para prevenir daños cutáneos, envejecimiento prematuro y, sobre todo, enfermedades graves como el cáncer de piel.
Sin embargo, hay una contradicción llamativa: a pesar de su papel esencial en la prevención, los protectores solares siguen considerados productos cosméticos y no sanitarios, lo que implica que tributan con un IVA del 21%, como si fueran un artículo de lujo.
Este artículo aborda esta realidad desde una mirada crítica pero constructiva, con datos, contexto legal y una historia simpática que nos recuerda la importancia de educar desde la infancia en el cuidado de la piel.
En pleno siglo XXI, con temperaturas récord y una radiación solar cada vez más intensa, protegerse del sol ya no es una recomendación: es una necesidad. Sin embargo, las cremas solares siguen sin considerarse productos sanitarios, lo que implica que tributan con el tipo general de IVA del 21%, igual que cualquier cosmético, en lugar de un IVA reducido como otros artículos de primera necesidad.
Con temperaturas récord y una radiación solar más intensa, protegerse del sol ya no es una recomendación: es una necesidad
Esta situación resulta paradójica si tenemos en cuenta que los protectores solares son una de las principales barreras contra enfermedades graves de la piel, incluido el cáncer. Según expertos dermatólogos y entidades sanitarias internacionales, la exposición a los rayos ultravioleta (UV) es uno de los factores de riesgo más importantes para desarrollar cáncer de piel, un padecimiento potencialmente mortal. La prevención, en este caso, no solo es recomendable, sino vital.
Además de los efectos más severos, la radiación solar también acelera el envejecimiento de la piel y puede provocar quemaduras, manchas y otros problemas dermatológicos. Los especialistas insisten en la necesidad de aplicar protector solar todos los días, durante todo el año, y especialmente en las horas de mayor incidencia solar (de 10:00 a 16:00 horas).
A pesar de estas evidencias científicas, las cremas solares siguen clasificadas fiscalmente como productos cosméticos y no como sanitarios. Esto contrasta con otros artículos, como los productos de higiene íntima femenina (compresas, tampones y protege slips), que desde 2020 tributan con un IVA reducido del 4%. La diferencia evidencia una asignación desigual de prioridades en materia de salud pública.
Numerosos colectivos de dermatología, salud pública y consumidores han reclamado en los últimos años que los protectores solares se incluyan en la lista de productos de primera necesidad, lo que permitiría aplicarles un IVA reducido o superreducido. Esta medida no solo facilitaría el acceso de toda la población a una protección adecuada, sino que contribuiría a reducir la incidencia del cáncer de piel a medio y largo plazo.
Colectivos de dermatología, salud pública y consumidores reclaman que el protector solar sea un producto de primera necesidad
En un contexto climático cada vez más extremo, cabe preguntarse si tiene sentido seguir considerando la protección solar como un lujo estético y no como lo que realmente es: una herramienta básica para la salud.
La piel no distingue entre impuestos altos o bajos, pero sí entre estar protegida o expuesta. En un mundo cada vez más afectado por el cambio climático y la radiación solar intensa, aplicar protector solar no debería ser una opción costosa, sino un derecho accesible.
Rebajar el IVA de las cremas solares no es solo una cuestión económica, sino una medida de salud pública que puede salvar vidas a largo plazo. Mientras se debate si deben considerarse productos sanitarios, la educación y la prevención siguen siendo las mejores aliadas.
La anécdota
El socorrista de Málaga y la crema mágica
En una playa de Málaga, un socorrista notaba que cada día un niño pequeño se acercaba con una botella de crema solar en la mano y le pedía ayuda para aplicársela en la espalda. El socorrista, divertido, accedía siempre, y un día le preguntó:
—¿Y por qué no le pides a tus padres?
—Porque tú la pones como los héroes de la tele —respondió el niño—. ¡Y esta es mi crema mágica contra los rayos malos!
Desde entonces, el socorrista bautizó su puesto como “la cabina anti-rayos UV” y colocó un cartel recordando: “Usar protector solar no es de cobardes, ¡es de superhéroes!”.
La historia fue compartida por la Cruz Roja en una campaña estival de sensibilización, demostrando que protegerse del sol puede ser, además de necesario, una oportunidad para educar con humor y cariño.
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