Junts y la caja de Pandora

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Artur Mas plantea cuál debe ser la relación de Junts con la extrema derecha independentista de Aliança Catalana ante la posibilidad de que el partido necesite de sus votos para conservar alcaldías dentro de dos años

El secretario general de Junts, Jordi Turull, con el presidente del Parlament, Josep Rull, y el expresidente de la Generalitat Artur Mas

El secretario general de Junts, Jordi Turull, con el presidente del Parlament, Josep Rull, y el expresidente de la Generalitat Artur Mas 

Europa Press

Ningún partido democrático ha encontrado la fórmula para combatir el discurso de odio de muchas formaciones de ultraderecha que están en pleno auge. Los hay que defienden un cordón sanitario y otros que prefieren competir con esas fuerzas adoptando en parte su retórica. Hasta ahora, sin éxito. Desde hace tiempo se discute cómo combatir a Vox y eso no ha impedido su crecimiento. Ahora ocurre algo parecido con la extrema derecha independentista en Catalunya. El ex presidente de la Generalitat, Artur Mas, abrió hace unos días la caja de pandora sobre cómo tratar a Aliança Catalana (AC), asunto casi tabú hasta el momento, y provocó una reacción contundente por parte del número dos de Junts y ex compañero suyo de partido, Jordi Turull, que quiso zanjar con rapidez el asunto.

¿Qué dijo Mas? En una entrevista en Diari de Barcelona, el ex president se mostró partidario de que Junts “hable” con AC, pero sin llegar a pactos o a trazar “estrategias conjuntas”. Mas comparó la irrupción del partido de Sílvia Orriols con la de la CUP: “Ambos son extremos y tuvimos que dialogar con ellos”. En su opinión, está llegando a Catalunya una ola que afecta a muchos países y que no es posible hacer como si no existieran sus votantes. Su reflexión fue contestada por Turull: “La política de relación con otras fuerzas la decide Junts”, en una implícita alusión al hecho de que Mas no milita en ese partido, aunque asegure desde hace algún tiempo que está pensando en hacerlo. Lo cierto es que en Junts cunde la preocupación por el crecimiento que las encuestas dan a AC, que avanza en un territorio, el de la Catalunya interior, donde los herederos de la antigua Convergència no tenían rival. Si se confirma su extensión, el partido de Orriols estará en disposición de alcanzar alcaldías de bastantes poblaciones en las municipales de aquí a solo dos años y de ahí dar un salto aún mayor en las próximas elecciones catalanas.

Junts podría ser la fuerza más afectada por ese ascenso y, muy probablemente, si quiere conservar alcaldías, tendrá que conseguir el apoyo de Orriols. ¿Qué hará Junts en esa tesitura?, ¿las dejará escapar?, ¿qué otras alianzas puede establecer para evitarlo? Ese es el trasfondo de las reflexiones de Mas y también de la respuesta de Turull, que reflejan una misma preocupación, pero recetas diferentes a la hora de afrontarla. Mientras la posición de la dirección actual de Junts, liderada por Carles Puigdemont, es ignorar la existencia de AC para no darle más protagonismo, Mas considera que esa estrategia de ninguneo ha fracasado ya en otros sitios. Con matices diferentes, pero el debate recuerda la división vivida hace unos días entre los conservadores alemanes, con posiciones encontradas entre el actual líder, Friedrich Merz, y la ex canciller Angela Merkel, a raíz de una iniciativa de la CDU para endurecer la política migratoria que Merz consideraba que podía aprobarse con los votos de Alternativa para Alemania (AfD), rompiendo el cordón sanitario de no cooperar con la ultraderecha.

También el PSC se puede ver afectado por el ascenso de Vox en el área metropolitana

Es un problema que afecta sobre todo a los partidos conservadores, pero no solo. En Catalunya, por ejemplo, también el PSC está preocupado por la posible fuga de votos hacia Vox en el área metropolitana. En el Parlament existen dos fuerzas de extrema derecha, Vox (con 11 diputados) y Aliança Catalana (con 2). En julio pasado, el PSC, Junts, ERC, Comunes y la CUP firmaron un compromiso para aislar a esos dos partidos. Puede parecer sencilla su aplicación, pero incluye “no suscribir” ninguna iniciativa de ambas formaciones. Junts no ha negociado con ellos en ningún caso, aunque se ha abstenido en una propuesta de AC sobre reactivar la declaración unilateral de independencia y en otra sobre el ataque violento de Arran (organización vinculada a la CUP) a personas que atendían una carpa de AC.

El que fuera mano derecha de Mas y su principal estratega electoral en Convergència, David Madí, se sumó esta semana a la misma tesis al equiparar a la CUP y a AC como los dos extremos con los que es necesario hablar en algunos momentos sin compartir con ellos ni estrategia ni objetivos. Bajo esta visión, el partido de Orriols se convierte, como en su día lo fue el de David Fernàndez, en un actor a tener en cuenta en el tablero político. Queda así normalizada la relación con AC, de forma que el trauma sea menor si después de las municipales es necesario contar con sus votos. Aunque las declaraciones de Mas no gustaron a la actual cúpula de Junts, el ex líder de Convergència se pronuncia pensando en el futuro del partido de Puigdemont.

Junts y ERC están negociando en la actualidad una moción de censura contra Orriols en Ripoll, después de que la alcaldesa no encontrara apoyos a su moción de confianza presentada para aprobar de forma automática los presupuestos municipales. El PSC dará apoyo a esa censura si finalmente hay acuerdo sobre quién debe ser el alcalde alternativo, aunque lo cierto es que Salvador Illa no es muy partidario de esta solución por considerar que lo único que provocará es una victimización de Orriols y su consiguiente ascenso en las elecciones de aquí a dos años. De hecho, el propio Illa vivió una moción de censura en su contra cuando era un joven alcalde de La Roca del Vallès y después ganó por mayoría absoluta. Lo cierto es que en dos años difícilmente un alcalde alternativo podrá acometer una gestión que los ciudadanos valoren como un avance, por lo que su tesis es plausible.

La moción de censura contra Orriols puede contribuir a la victimización de la líder de Aliança Catalana

Cualquier discurso que victimice a la extrema derecha la engrandece. Por ejemplo, el detalle de situar a Orriols en el gallinero del Parlament, a diferencia del resto de los presidentes de grupo, mejor ubicados. El enfrentamiento directo con ella también tiende a darle motivos para el victimismo. Precisamente, Junts reprocha a Illa que entre en ese choque con Orriols en el Parlament. Asimismo, el presidente de la Cámara, Josep Rull, de Junts, se estrenó en su cargo interrumpiendo una intervención de la líder de AC, lo que ella aprovechó para mostrarse como objetivo de los ataques del establishment. Rull ha evitado que una situación similar se repitiera.

Así lo corrobora Xavier Torrens, profesor de Ciencia Política de la UB y autor de Salvar Catalunya. La gestació del nacionalpopulisme català, que subraya que cualquier actitud que victimice a AC la hará crecer, lo que no significa dejar de combatir sus ideas. Preguntado por otros errores en los que suelen caer los partidos tradicionales ante el avance de la extrema derecha, Torrens señala que el principal es comprar su agenda y discurso. Opina que esconder realidades que los ciudadanos perciben es contraproducente, pero el relato de los partidos con vocación de centralidad debe ser el de aportar soluciones.

Los dos grandes asuntos que dan alas a la extrema derecha son la inmigración y la inseguridad. Torrens apunta que ambos deben estar en la agenda de todos los partidos, pero no de forma omnipresente, sino cuando se pueda acompañar la admisión del problema con un relato constructivo. De hecho, tanto Junts como el PSC tratan de seguir esas premisas. En el primer caso, Carles Puigdemont, muy concienciado por este asunto desde la perspectiva que le da estar en Bruselas, ha pedido al Gobierno central las competencias en inmigración. Para que esta estrategia surta efecto, Junts debería alcanzar un acuerdo y defenderlo después como un avance importante en la gestión de este fenómeno. De lo contrario, no conseguirá el efecto de contrarrestar la fascinación por soluciones tan sencillas como falaces como las que ofrece AC. En el caso del PSC, Illa también ha roto un tabú en el flanco socialista, el de admitir problemas de inseguridad, algo que al PSOE todavía le cuesta incluir en su discurso. El presidente de la Generalitat insiste en que la seguridad y la implantación de más recursos policiales constituye un tema “de izquierdas”. Al igual que en el caso anterior, solo si se logra reducir la percepción de inseguridad en Catalunya, el PSC evitará que Vox saque rédito a su costa.

Una última reflexión que también apunta Torrens: algunos partidos pueden tener la tentación de aprovechar que la irrupción de la extrema derecha perjudica a sus rivales políticos, pero asegura que eso es así solo a corto plazo. A largo, el nacionalpopulismo se extiende más allá de lo que en principio eran sus fronteras naturales. Y recuerda lo ocurrido en Francia con los socialistas, que prácticamente han sido barridos del mapa político. Todos los partidos tienen dos años por delante, antes de las municipales, para tratar de conjurar lo que parece inevitable.

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