Estados Unidos contra Europa

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La conferencia de Seguridad de Múnich ofrece en directo el final de una larga época: 1945-2025

Estados Unidos contra Europa
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Estados Unidos contra Europa | Enfoque Enric Juliana

Estados Unidos contra Europa.

Agresividad en el plano económico: aranceles.

Intento de humillación política y diplomática: exclusión de la Unión Europea de una primera negociación entre Estados Unidos y Rusia para poner fin a la guerra de Ucrania.

Duras advertencias en el plano militar: Estados Unidos puede abandonar algunas de sus bases militares en territorio europeo (atención, Rota; atención, Morón de la Frontera). Exigencia perentoria de que los países europeos incrementen el gasto en Defensa hasta el 5% del PIB. (España no alcanza en estos momentos el 2%, según la contabilidad oficial. Si gasta más mediante partidas encubiertas en el presupuesto, ahora deberá declararlo).

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Acometida ideológica: el agresivo discurso pronunciado ayer por el vicepresidente J.D. Vance, acusando a la Unión Europea de… ¡perseguir la libertad de expresión!, en alusión al frente de rechazo a la extrema derecha en un continente que vuelve a escuchar los latidos del fascismo. Alusión al ‘cordón sanitario’ en Alemania contra la extrema derecha. Ese discurso tiene lugar diez días antes de unas decisivas y dramáticas elecciones federales en Alemania, el país más grande de la UE. Vance también avisó ayer en Múnich de que Donald Trump será el nuevo ‘sheriff” del mundo. Palabras textuales.

Campaña de propaganda: el cónsul imperial Elon Musk, jaleando ayer a Vance en la red X, después de haberse inmiscuido en la campaña electoral alemana.

He ahí el retrato de una época que cambia. He ahí el desvanecimiento de ochenta años de historia: 1945-2025.

“Es el regreso a Múnich, el Múnich de 1938”, ha escrito en el diario El País, el intelectual británico Timothy Garton Ash, gran defensor del proyecto europeo. De Múnich a Múnich. 1938-2025.

La negociación sobre una guerra en suelo europeo tendrá lugar fuera de Europa y con una humillante exclusión de la UE

La conferencia internacional celebrada en Múnich en 1938 concedió la posesión de la región checoslovaca de los Sudetes a la Alemania nazi, después de ser invadida por las tropas de Hitler. Esa concesión ha sido conceptuada por los principales historiadores europeos como un gran error estratégico del primer ministro británico, Edgar Neville Chamberlain, y del primer ministro francés, Édouard Deladier, ante la ambición imperial del Tercer Reich. Intentaron ‘apaciguar’ a Hitler con una concesión territorial y excitaron sus planes de expansión. El 1 de septiembre de 1939, la Alemania nazi invadió la mitad occidental de Polonia y entonces se inició la Segunda Guerra Mundial. Quienes creen que hoy se puede estar repitiendo el error de Munich en 1938, consideran muy peligroso intentar ‘apaciguar’ a Vladímir Putin con concesiones territoriales. Después de Ucrania podría ser invadida Moldavia, y después, alguna de las tres repúblicas bálticas.

Previsiblemente, Trump y Putin se reunirán el próximo mes de marzo en Arabia Saudí. La negociación sobre una guerra en suelo europeo tendrá lugar fuera de Europa y con una humillante exclusión de la Unión Europea, la superestructura que agrupa a 27 países europeos, a la que Trump suele denominar, despectivamente, ‘el Consorcio’. El objetivo parece claro: humillar, desacreditar y debilitar al ‘Consorcio’, para facilitar su desintegración. Posible regreso a las ‘zonas de influencia’, a repartir entre Estados Unidos y Rusia.

¿Un nuevo Yalta en Arabia Saudí? “Reeditar Yalta es la obsesión de Vladímir Putin”, recordaba hace un par de años Carmen Claudín, investigadora sénior del CIDOB, que conoce muy bien Rusia. Es hija del ex dirigente comunista Fernando Claudín, que rompió en 1964 con la línea oficial del PCE y acabó militando en el campo socialdemócrata. Se acaban de cumplir ochenta años de la conferencia de Yalta, celebrada entre el 4 y el 11 de febrero del 1945 en una localidad balnearia de la península de Crimea. En Yalta, Franklin D. Roosvelt, Iósif Stalin y Winston Churchill, Estados Unidos, la Unión Soviética y el Reino Unido, pactaron los límites de las zonas de ocupación en Europa ante la inminente derrota militar de la Alemania nazi. Zonas de ocupación y áreas de influencia. En ese reparto, España quedó en la esfera anglo-norteamericana. Estados Unidos y el Reino Unido podían haber forzado la caída del general Franco y no lo hicieron. Churchill aspiraba a que el Imperio Británico siguiese manteniendo el control del Mediterráneo y no quería inestabilidad en la península Ibérica. Harry Truman (sucesor de Roosvelt en la presidencia de los Estados Unidos) temía una nueva guerra civil en España si los aliados intervenían. En 1959, el presidente Dwight D. Eisenhower, que había sido uno de los grandes generales de la Segunda Guerra Mundial, viajó a Madrid para respaldar al régimen de Franco y sellar el pacto sobre las bases norteamericanas, esas bases que ayer el nuevo Secretario de Defensa, Pete Hegseth, antiguo comentarista político de la cadena de televisión Fox News, amenazó con abandonar, sin citar nombres. Un largo tiempo histórico está terminando.

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“Puede ser el final de Occidente”, ha declarado al Corriere della Sera el eurodiputado socialista francés Raphaël Glucksman, hijo del filósofo André Glucksman. “Trump sólo está interesado en las ‘tierras raras’ de Ucrania y está dispuesto a hacer grandes concesiones a Putin”. [‘Tierras raras’: minerales escasos en la corteza terrestre, necesarios para el desarrollo tecnológico, que China atesora y procesa. China controla en estos momentos el 80% del mercado mundial de ‘tierras raras’].

Estamos ante un gran cambio de plano. ¿Una potente maniobra de presión para obligar a los países europeos a incrementar de manera inmediata sus presupuestos de Defensa? ¿Una manera abrupta de incrementar la cuota europea en los gastos de la OTAN, aumento que ya pidió, de manera educada, el presidente Barack Obama en la cumbre de la OTAN celebrada en Varsovia en 2016? Esa presión es más que evidente. Hace nueve años, Obama fue suave en Varsovia. Ayer, los enviados de Trump fueron brutales en Múnich. Estados Unidos empujó a Ucrania hacia la OTAN (cumbre de Bucarest en 2008). Hoy, Estados Unidos amenaza con dejar a Ucrania en la estacada, mientras prepara un pacto que daría laureles imperiales a Rusia.

Pero hay algo más. Hay afinidad ideológica entre el nuevo gobierno de los Estados Unidos y el régimen ruso, un neozarismo administrado por antiguos oficiales del KGB soviético, con la bendición de la Iglesia Ortodoxa Rusa y la anuencia de los oligarcas de las materias primas, algunos de ellos provinentes también del KGB. Los pliegues de la historia son siempre muy enrevesados. Entre el nacionalista estadounidense J.D. Vance y el nacionalista ruso Aleksandr Duguin no hay una gran distancia.

Vance, conservador republicano convertido al catolicismo, un catolicismo posliberal, un catolicismo nacionalista y tradicionalista, muy alejado del actual Vaticano, un catolicismo que está esperando con ascuas la muerte de Francisco y la celebración de un nuevo cónclave en Roma, defiende el regreso a fórmulas de ‘gobierno fuerte’ con la religión como elemento articulador. Estado, nación y religión. Duguin es el principal teórico del renacido nacionalismo ruso. Según ese hombre barbado que recuerda un poco a a Aleksandr Solzhenitsyn, Moscú es la Tercera Roma ante la decadencia de Occidente, Moscú es el último gran baluarte del mundo cristiano ante las acometidas del Islam y la relajación moral de las decadentes democracias liberales europeas. Rusia está llamada a reunificar Eurasia.

Gran animador de la invasión de Ucrania, Duguin estuvo a punto de ser asesinado en agosto del 2022 por los servicios secretos ucranianos, que consiguieron colocar una bomba en su coche. A última hora hubo un cambio de planes, su hija cogió el coche y murió. Esta semana, Duguin escribía lo siguiente en X al conocer el inicio de diálogo entre Trump y Putin: “Occidente ha muerto. Rusia y América están redibujando el mundo. Partes de la Europa del Este pertenecen a Rusia”.

Quizás haya algo más. Quizás el nuevo círculo dirigente de Estados Unidos intenta separar a Rusia de China ofreciendo a Moscú una buena porción de Ucrania, el laurel de vencedores de la guerra, la cabeza de Volodímir Zelenski, la humillación de la Unión Europea y el reconocimiento de Rusia como ‘gran potencia mundial’. Volver a la cuña entre la Unión Soviética y la República Popular China que Richard Nixon y Henry Kissinger lograron instalar a principios de los años setenta del siglo pasado. Quizás sea esta una hipótesis arriesgada. Aún es demasiado pronto para saberlo.

Despues de la intromisión de Elon  Musk, injerencia directa del vicepresidente J.D. Vance en la campaña electoral alemana, reuniéndose con la líder de la extrema derecha

La Unión Europea se va a dividir en tres bloques. Primer bloque: los países más partidarios de un rápido rearme europeo, los países que más temen el expansionismo ruso, Polonia, las tres repúblicas bálticas y Finlandia, con ecos en toda Escandinavia. Segundo bloque: los países del este europeo que han optado por mantener las mejores relaciones posibles con Moscú a modo de protección, estamos hablando de Hungría y Eslovaquia, pero esa lista podría crecer con Bulgaria y Rumania. Tercer bloque: los países que apoyan mayoritariamente una autonomía estratégica de la Unión Europea, pero que pueden tener serias dificultades para conseguir apoyo social para un rápido aumento de los presupuestos de Defensa, por su lejanía del frente oriental. Países que temen la desestabilización social. España forma parte de ese tercer grupo.

Esas tres Europas pueden fragmentarse. El resultado de las elecciones federales alemanas del 23 de febrero es muy importante al respecto. Sobrecoge observar cómo los nuevos gobernantes de Estados Unidos apoyan directamente al partido alemán de extrema derecha, Alternativa para Alemania, a su vez alentado por Moscú. Un diplomático alemán me comentaba lo siguiente en fecha reciente: “Estamos siendo desestabilizados simultáneamente por Rusia y Estados Unidos. Es inaudito”. Después de soltar su discurso, Vance se reunió ayer en Munich con la líder de AfD, Alice Weidel. Faltan diez días para las elecciones. El discurso de Vance en Múnich fue duramente replicado por el ministro alemán de Defensa, Boris Pistorius, que lo calificó de “inaceptable”.

Italia y sus equilibrismos. La Italia gobernada por Giorgia Meloni intentaba jugar un papel de puente, con un pie en cada orilla. Ahora pudiera ocurrir que el puente acabe río abajo. Ayer, Meloni se vio obligada a salir en defensa del presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella, al que detesta, duramente atacado por la portavoz del gobierno ruso. [En una conferencia ante estudiantes en Marsella, Mattarella equiparó la invasión de Ucrania con las maniobras expansivas del Tercer Reich]. Al mismo tiempo también se vio obligada a defender a Zelenski ante el menosprecio de Trump.

El Gobierno español no pretende realizar equilibrios entre las dos orillas, puesto que es rotundamente filoeuropeísta, pero la pregunta en estos momentos es sí goza de la suficiente cohesión y estabilidad para afrontar el vertiginoso cambio de rasante que se aproxima.

Estamos en medio de una gran tormenta internacional y el Gobierno español se ahoga en el vaso de agua de la tributación del salario mínimo. ¿Está preparado para los cambios que vienen?

Vienen difíciles debates en el Parlamento y en la sociedad: la exigencia de mayor gasto en Defensa (aumentar partidas o declarar lo que realmente se gasta), el posible envío de tropas a Ucrania, junto con los demás países de la Unión, para garantizar la efectividad de una futura tregua, la articulación de una mayor autonomía respecto a Estados Unidos, país protector de Marruecos. En Munich hubo ayer un chorro de información: el presidente y el vicepresidente de los Estados Unidos detestan el proyecto de unidad europea, van a militar en favor de la extrema derecha europea, están dispuestos a efectuar importantes concesiones a Rusia y amenazan con el cierre de bases militares en Europa.

Esta semana, el Gobierno español se ha ahogado en el vaso del agua de la tributación fiscal del salario mínimo, con una trifulca en la conferencia de prensa posterior al Consejo de Ministros que le ha debilitado objetivamente ante la opinión pública. El Partido Popular también parece estupefacto. El mundo está cambiando de base y algunos actores y actrices de la política española no parecen ser muy conscientes de ello.

El mundo está cambiando de base y se ha vuelto más extraño.

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