Dos mil años después, en la Moncloa preparan la edición sanchista del milagro de los panes y los peces. Jesús Sánchez miró los condumios que colgaban de la mesa de los presupuestos, los vio escasos para tanta necesidad de acongojar a Rusia, y no se amilanó, que el presidente nunca se amilana. Cogió el disfraz de alquimista que guarda para las ocasiones e hizo que apareciera dinero para bombas, dinero para gasto social, dinero para todo el Estado de bienestar, que no falte de ná . Ni un recorte, ni una restricción, ni una limitación, que esto no es el Reino Unido. Y la sorpresa: cuando habla de autonomía de España para defender a Europa, suena como Felipe González vendiéndonos la OTAN a la carta.
El momento es uno de los más graves desde la Segunda Guerra Mundial. Grave, contradictorio y con perfiles cómicos y chuscos. La gravedad procede de los términos bélicos usados y del miedo instalado en muchos países. La contradicción, la habitual de esta crónica: España vive en la euforia económica, con el mayor crecimiento de la Unión (3,2% el año pasado), pero mucha opinión pública y publicada ve un desastre de país. Lo cómico, lo que el miércoles se oyó en el Congreso: Sánchez no encuentra la forma de aprobar los presupuestos de este año, pero no pasa nada: detrás del 2025, vendrá el 2026. Y lo chusco, esos miembros del Gobierno que se disponen a votar contra el Gobierno.

Alberto Núñez Feijóo en el Congreso.
Como ruido de fondo de esta verbena, la batucada de toda la legislatura: aunque Putin llegue con sus tanques a los Pirineos, la prioridad de la coalición progresista será acabar con Feijóo y, aunque las tropas rusas desembarquen en Ferrol, Feijóo exigirá la dimisión del presidente y elecciones urgentes. Esas obsesiones son el auténtico cáncer de la convivencia entre líderes y partidos. Yo trato de entender a Sánchez. No niego que presida un Gabinete zombi, como le llama Feijóo. Pero poneros en su lugar: como volvieron los manifiestos del “no a la guerra” con los mismos artistas tras la pancarta; como su cultura es de un pacifista en tiempo de paz y guerras lejanas y esa cultura no admite la palabra rearme ; como no quiere distanciarse de una sociedad que, según el Eurobarómetro, es la menos preocupada por su defensa; y como sus equipos consideran más grave el no del PP que el no de sus socios y la cuarta parte de sus ministros, nos han colocado a todos en un callejón de compleja salida. En Moscú, se deben estar agotando las reservas de champán, que este espectáculo merece gran celebración.
En esas condiciones, ¿tiene alguna posibilidad de éxito el pacto de Estado que sugiere Feijóo? Ya sabemos que es deseable para afrontar una crisis como esta, pero no seamos ingenuos: Sánchez no está ni estará por la labor. Respecto al PP, apunten la última: mientras Feijóo pedía ese magno acuerdo, su partido se unía a Vox para excluir al PSOE (segunda fuerza política) de la Mesa de las Corts Valencianes. No sé si es autocrático, pero muy democrático no parece. Acciones así alimentan el discurso que coloca al PP en la extrema derecha. Y me temo que el precio final lo pagará Feijóo. Ya le ocurrió una vez.
RETALES
Vértigo. Conflicto entre el actual grupo Prisa y el Gobierno. El desenlace dirá si los poderes públicos pueden controlar una empresa privada; si se puede comprar con dinero la línea editorial de un medio, y si el poder político está dispuesto a efectuar esa compra. Apasionante.
Enigma (1). Lo más intrigante de la crisis mundial es esto: ¿por qué Putin no envía un mensaje de tranquilidad a Europa? Después de Ucrania y a juicio de este cronista, ese silencio es lo que justifica el rearme y el lenguaje militar.
Enigma (2). Otro misterio es por qué Trump es tan obsequioso con Putin. Todas las concesiones que le hace sugieren un pacto secreto que suena así: yo seré tolerante en Ucrania; tú me pagarás con la misma tolerancia en Groenlandia.
Mazón. Se entiende que Feijóo no quiera regalar su cabeza. Se entiende peor el sonoro aplauso del PP que vimos el otro día. Solo se explica si tienen un as en la manga que sacarán en el último minuto. Sánchez lo haría. Y, si no lo tuviese, lo inventaría.
Alegría. Históricos dirigentes arruinaron su carrera en un minuto o por una frase. Anótelo, Pilar Alegría, por lo que dijo de pérdida de tiempo. Es que, a veces, ser portavoz de un Gobierno es muy parecido al suicidio político. Y retransmitido en directo.