El mensaje que transmitió Junts al PSOE fue muy claro: votarán a todo que no mientras no se desencallen cuestiones pendientes. No solo las ya conocidas sobre la oficialidad del catalán, el traspaso de la inmigración o la aplicación de la ley de Amnistía, sino también otras gestiones que la formación de Carles Puigdemont se ha comprometido a atender ante diversos sectores de la sociedad catalana, y que acaban por perderse en los meandros de los ministerios correspondientes. Así lo planteó el expresident en la última reunión en Suiza con los socialistas el pasado jueves.
En el encuentro estaban Puigdemont, Jordi Turull y Miriam Nogueras por parte de Junts, y José Luis Rodríguez Zapatero y Juanfran Serrano (que ya acudía con Santos Cerdán) por el PSOE. Esta vez la reunión tuvo una segunda parte al día siguiente. Los de Junts manifestaron su hartazgo por que sus interlocutores se limitaban a tomar nota de sus quejas hasta la siguiente cita al cabo de un mes. Querían respuestas al día siguiente. El panorama que planteó Junts era bastante sombrío para los intereses del PSOE, incluso para alguien optimista como Zapatero.
La falta de resultados tangibles para Puigdemont empieza a hacer mella en el escenario catalán. Hasta ahora, el líder de Junts había volcado toda su estrategia en Madrid, donde sus siete diputados son decisivos. En el Parlament de Catalunya se optaba por la oposición o el ninguneo a Salvador Illa. En privado han existido contactos entre dirigentes de Junts y el president, pero nada de pactos. Puigdemont siempre ha sido muy contrario a cualquier entendimiento con el PSC. Sin embargo, en Junts cunde la preocupación por su pérdida de influencia en la política catalana.
Los posconvergentes quieren recuperar ese terreno y creen que pueden hacerlo de forma indirecta, reclamando al PSOE que presione sobre Illa para que ceda a algunas exigencias de Junts, por ejemplo, en asuntos de fiscalidad. El problema es que el PSC ya ha hecho una apuesta por el entendimiento con ERC y los comunes en esta legislatura, y cualquier cesión de ese tipo a Junts podría poner en peligro la actual mayoría de izquierdas en el Parlament y, quizá, de rebote, la del Congreso.

Salvador Illa y Carles Puigdemont, en la delegación de la Generalitat en Bruselas, este martes
En cambio, la foto de Illa con Puigdemont contribuye a mantener la relación del PSOE con Junts, aunque no desbloquee por sí sola ni los presupuestos del Estado ni ninguna otra ley importante, como la de reforma de la justicia del ministro Félix Bolaños. Illa siempre ha tenido claro que acudiría a esa cita si eso le resultaba de utilidad a Sánchez, que, al fin y al cabo, es hoy su principal aliado, necesario para lograr avances en su pacto con ERC y en inversiones con las que dar respuesta a sus votantes en Catalunya. El momento era propicio además porque la ley de Amnistía ya tiene el aval del Constitucional.
Illa siempre ha tenido claro que se vería con Puigdemont cuando eso fuera útil para Sánchez (y para él)
En la cita de Suiza con Zapatero se acordó que se haría una nueva evaluación a mitad de septiembre, una vez pasada la entrevista Illa-Puigdemont. La evolución de las relaciones depende no solo del cumplimiento de algunas de las exigencias de Junts, sino también de si finalmente Puigdemont puede o no regresar a Catalunya en los próximos meses. No solo por su situación personal, sino también porque ahora mismo es un elemento esencial para la estabilidad de una formación que lleva casi ocho años con un liderazgo ejercido a distancia.
La primera reunión entre Illa y Puigdemont –que no se conocían en persona– no ha arrojado resultados concretos más allá de una foto de conveniencia. Necesaria para mantener viva la correlación de fuerzas en el Congreso, pero no suficiente para garantizarla.