Este fin de semana muchos han conmemorado el día de los muertos. Antes era una fecha para el recuerdo de los allegados fallecidos. Hoy es más una fiesta de disfraces. Son tiempos en los que han triunfado series como The walking dead y ahora se estrena Frankenstein . Existen muchas teorías sobre nuestra fascinación por los zombies. Dicen que su popularidad crece en épocas de crisis y que el gusto por las películas de muertos vivientes es más propio de momentos en los que la gente cree que el mundo se desmorona ante una amenaza inabarcable. El consumo ha favorecido la escenografía desenfadada de Halloween. Su éxito es comprensible: reírnos del miedo reconforta. Es una forma de exorcizar temores. A lo que iba… La política ejerce una función similar. Sus ritos permiten dramatizar o banalizar conflictos sociales para gestionarlos como sociedad. Esta semana hemos vivido dos expresiones políticas: la ira desgarradora expresada contra Carlos Mazón en el homenaje a las víctimas de la dana y un teatral interrogatorio a Pedro Sánchez en el Senado del que lo único que se recuerda son las gafas ochenteras del presidente.
El PP presentó la comparecencia de Sánchez como la gran oportunidad de tumbarle. Llevaban muchos meses amagando con llamar al presidente a la comisión de investigación del caso Koldo en el Senado. Tantos, que ya habían pasado por ese escenario nada menos que un centenar de personas. Alberto Núñez Feijóo no tenía claro si hacer ir al presidente. En lugar de apuntillarle, podía salir airoso. Lo cierto es que la sesión ofreció una imagen lamentable del senador del PP Alejo Miranda de Larra, un hombre de Isabel Díaz Ayuso. Sánchez consiguió que no hubiera ni un solo titular, ni una sola frase suya con contenido relevante para entrecomillar. Hubo muchas evasivas, sí, pero ni un solo resbalón. El presidente, además, coló todos sus mensajes. A cada acusación respondió con otra. Si le hablaban de sobres del PSOE, sacaba los sobres con sobresueldos del PP. Si le arrojaban reproches sobre su mujer, replicaba con el novio de Ayuso. Los populares han creído ver a Sánchez muerto políticamente en varias ocasiones: después de las elecciones municipales y autonómicas de 2023, el pasado verano con la entrada en prisión de Santos Cerdán y esta semana. El presidente encanece, ya gasta gafas de vista cansada, pero sigue vivo.
La víspera del interrogatorio, Aznar avisó al PP contra la ansiedad; el senador Miranda no le escuchó
La comparecencia evidenció que el PP se concentra de forma obsesiva en la persona de Sánchez. El cerco empezó por el concepto de “sanchismo”, siguió con la burla del “Perro Sanxe” o con los negocios de su suegro, y así sucesivamente. El punto de mira es tan personal que el PP deja escapar del foco a los que han sido los colaboradores del presidente y están inmersos en causas más complicadas para el PSOE como José Luis Ábalos y sus derivadas. La víspera del interrogatorio a Sánchez, José María Aznar presentó su libro “Orden y libertad” y aprovechó para advertir a sus compañeros de partido de que la impaciencia solo alimenta “la frustración” y que eso solo engorda “a los extremistas”. No es la primera vez que Aznar recuerda a Feijóo que las prisas no son buenas. Sánchez sacó de quicio a Miranda de Larra, que dejó desnudas su impotencia y sus ansias. Según el razonamiento de Aznar, eso solo sirvió para alimentar a Vox. Precisamente, en el partido de Santiago Abascal están convencidos de que el choque retórico con el líder del PSOE en las Cortes solo beneficia al presidente. Abascal lo evita, mientras que Feijóo entra al trapo cada semana en las sesiones de control al Gobierno. Sánchez ha llegado a la conclusión de que su mejor baza es que la legislatura se le haga cuanto más larga mejor a los populares.
El funeral de Estado ha sido un punto de inflexión. La dificultad para relevar a Mazón sin su concurso y el de Vox ha atenazado durante un año a la dirección del PP. Hasta ahora los populares habían sorteado esta crisis repartiendo culpas. La imagen de Sánchez increpado durante la visita a las zonas devastadas seguía presente. Pero un año después las víctimas han dictado sentencia esta semana y han señalado al presidente valenciano como culpable. Tanto es así que el propio Mazón lo ha asumido por fin y solo falta decidir cómo dejará el cargo. Es muy probable que anuncie que no volverá a ser el candidato, aunque siga hasta las elecciones. La eventual convocatoria de un congreso de renovación es complicada para el PP por la interferencia del ex presidente Francisco Camps, que quiere regresar.
Saludo entre Mazón y Sánchez en el funeral de València. Entre ellos, Isabel Perelló, presidenta del Tribunal Supremo y del CGPJ.
Poco tiempo después de la dana, Gabriel Rufián dijo en el Congreso dirigiéndose al PP: “El señor Mazón se pasea como Bruce Willis en ‘ El sexto sentido’: aún no sabe que está muerto... políticamente, pero ustedes, como yo, saben que está muerto políticamente”. La semana debía acabar con Sánchez muerto políticamente, pero se ha cumplido el augurio de Rufián. En cambio, en Madrid no se ha dado importancia al certificado de defunción de la mayoría parlamentaria del presidente expedido por Junts y que, de confirmarse definitivamente, puede laminar lenta pero inexorablemente al Gobierno. En política no suelen matarte tus enemigos, sino tus pretendidos aliados.