Hay oficios que se heredan de generación en generación, y el de Santiago Carpintero es uno de ellos. Hijo de albañil, aprendió de su padre el valor del esfuerzo y la pasión por la obra. En una época en la que cada vez menos jóvenes se interesan por la construcción, él lo tuvo siempre claro. “Desde pequeño iba con mi padre; más que ayudar, estorbaba un poco, pero me encantaba”, cuenta a Guyana Guardian.
Más adelante estudió un grado medio de telecomunicaciones, pero al terminar confesó a su familia que lo suyo era la albañilería. Aunque hace cinco años que trabaja de forma profesional, asegura que lleva “toda la vida en la obra”. Desde hace un par de años también está presente en redes sociales, donde, bajo el nombre El albañil de TikTok, comparte contenido sobre su trabajo y ofrece consejos para que la gente pueda realizar pequeños arreglos en casa. En esta entrevista, nos habla sobre su experiencia, los retos de ser autónomo y el futuro de un oficio esencial que, sin embargo, pocos jóvenes eligen hoy.
Santiago Carpintero junto a su padre
¿Cómo empezó a subir contenido en redes sociales?
Fue por casualidad. Un día hice un plato de ducha de piedra con mi padre y decidí grabarlo sin ninguna intención. Al día siguiente, el vídeo tenía dos mil visitas y me sorprendió. Así empecé, subiendo contenido poco a poco, y desde entonces no he parado.
El día de mañana va a hacer mucha falta mano de obra, y no la vamos a tener
¿Por qué cree que la gente joven no quiere dedicarse a este oficio?
Porque ahora todo el mundo quiere estudiar y tener un trabajo cómodo. No quieren ensuciarse las manos. Aunque se paga bien, prefieren estar en una oficina con aire acondicionado. El día de mañana va a hacer mucha falta mano de obra, y no la vamos a tener. No sé quién va a seguir construyendo las casas: no se van a levantar con robots ni con inteligencia artificial. Siempre hará falta gente que las construya con sus propias manos. Es un oficio para toda la vida.
Santiago Carpintero, albañil
¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?
Tratar con los clientes y ganarme su confianza. Es muy satisfactorio cuando terminas una obra desde cero y le entregas las llaves al cliente sabiendo que lo has hecho tú con tus propias manos.
Lo más complicado de ser autónomo es que en lugar de trabajar para vivir, vivimos para trabajar y para pagar
¿Y lo más duro?
El calor del verano, sin duda. A las tres de la tarde no hay un alma en la calle y nosotros seguimos ahí. Y en invierno, el frío, porque trabajamos al aire libre.
¿Se puede vivir bien de esta profesión?
Sí, está bien pagado. Un oficial puede tener una buena nómina y, además, sentir la satisfacción de ver lo que ha hecho con sus propias manos. En el futuro la construcción se va a valorar todavía más, porque cada vez hay menos gente que se dedique a esto. Un peón puede ganar entre 1.500 y 1.600 euros al mes, y un oficial entre 1.800 y 2.000.
¿Qué es lo más difícil de ser autónomo?
En lugar de trabajar para vivir, vivimos para trabajar y para pagar. Ese es el problema: nos tienen ahogados. No recibimos ninguna ayuda, y no me refiero solo al dinero, sino a facilidades. Tienes que buscarte un buen gestor, y si él se equivoca, el que paga las consecuencias eres tú. Me gustaría que dieran más apoyo a los autónomos, no solo de la construcción, también de la fontanería, la electricidad o la carpintería. No tenemos respaldo por ningún lado, solo trabas.
Mucha gente intenta arreglar las humedades sola, pero casi nunca lo hace bien y los problemas vuelven
¿Qué errores ve más a menudo cuando la gente intenta hacerse las reformas por su cuenta?
Entre el precio de la vivienda, los alquileres, la comida y el gasoil, es casi imposible permitirse el lujo de llamar a un albañil. Por eso, mucha gente me escribe diciéndome que, gracias a mis vídeos, ha podido hacer pequeñas reformas en casa. Me parece genial: si no puedes pagar a un profesional, al menos aprendes a apañarte y ser un poco “manitas”.
Santiago Carpintero junto a sus compañeros
Eso sí, hay cosas que no recomiendo hacer por cuenta propia. Si aparece una grieta en la estructura, por ejemplo, es mejor llamar a un profesional, porque puede deberse a un problema de cimentación. Lo mismo con las humedades: mucha gente intenta arreglarlas sola, pero casi nunca lo hace bien y los problemas vuelven. En esos casos, sinceramente, yo siempre llamaría a un especialista.
¿Cómo ha cambiado el oficio con el paso del tiempo?
Muchísimo. Cada día salen nuevos materiales que facilitan el trabajo y mejoran los resultados. Antes todo se hacía con yeso o cemento y ahora hay productos que permiten trabajar más rápido y limpio.
Este trabajo me ha enseñado que el dinero cuesta mucho ganarlo y que, si quieres algo, tienes que conseguirlo con tu propio sudor
¿Se ve toda la vida en la construcción?
De momento sí. La vida es larga, ya se verá lo que pasa en el futuro.
¿Le gustaría que sus hijos siguieran sus pasos?
Me gustaría que estudiaran, claro. Pero si no quieren, que trabajen en lo que les guste. Y si es en la construcción, adelante.
¿Qué le ha enseñado este oficio sobre la vida?
Una de las cosas más importantes que me ha enseñado este oficio es el valor del esfuerzo. Veo a muchos jóvenes con trabajos cómodos, pero llega el fin de semana y acaban pidiendo dinero a sus padres porque se lo han gastado en apuestas deportivas. Este trabajo me ha enseñado que el dinero cuesta mucho ganarlo y que, si quieres algo, tienes que conseguirlo con tu propio sudor. Nadie va a venir a la puerta de tu casa a regalarte nada.
¿Qué mito sobre los albañiles le gustaría desmontar?
Hay mucha gente que piensa que los albañiles no ganan mucho dinero hasta que les pasas el presupuesto. Todavía se ve la albañilería como un oficio antiguo, casi de otra época, como si perteneciera al pasado. Y lo cierto es que no siempre se nos valora. Hay clientes estupendos, que te tratan con respeto, te ofrecen un refresco a media mañana y te hacen sentir valorado. Pero también hay otros que no te dan ni un vaso de agua, ni siquiera te dicen dónde está el baño. Esas cosas se notan, porque al final somos personas que trabajamos duro, y un pequeño gesto marca la diferencia.


