A Jordi Puig no lo podemos etiquetar como fotógrafo ni como fotoperiodista, aunque lo sea, porqué su ámbito creativo va mucho más allá. Empezó como músico, ha sido y es también editor, coleccionista, autor o coautor de cerca de 80 libros e incluso ahora mismo es alcalde de Lladó (Alt Empordà), aunque sea quizás lo más accidental. Jordi Puig (Barcelona, 1963) es sobre todo un artista y es acertado que la gran exposición que le dedica el Museu de l’Empordà de Figueres, en la Sala Escorxador, se titule precisamente: Jordi Puig no és fotògraf. Retrospectiva 1991-2025. Si bien la palabra “no” aparece atravesada por una raya que deja abierto el dilema.
Cuando Jordi Puig sitúa una persona o un objeto en un plató, busca esa perspectiva que a simple vista no se capta
Él mismo confiesa que descubrió la pasión por la fotografía en Praga y una parte de esta retrospectiva está dedicada precisamente a las imágenes tomadas en sus viajes, especialmente por Latinoamérica. Pero también del camino de Santiago o de Tierra Santa, que se tradujo en el libro Retrat de Jerusalem, con textos de Plàcid Garcia-Planas y Joan Colomer. Instalado en el Alt Empordà desde 1991, el paisaje de esta comarca con sus cielos nítidos y azules tras el paso de la tramontana no podía faltar tampoco. Ni sus reportajes sobre obras arquitectónicas y espacios naturales, algunos por encargo, que se han acabado por convertir en interesantes publicaciones. Una de las últimas ha sido S’Agaró 1924-2024. Arquitectura, cultura, turisme i glamur a la Costa Brava, publicado conjuntamente con Sebastià Roig, que ya forma parte de la imprescindible bibliografía sobre la historia del litoral catalán. Los libros, una parte de los cuales impulsados desde su propia editorial, Úrsula Llibres, completan también esta exposición y dan una idea de la diversidad y amplitud del universo de este fotógrafo. También de una perspectiva propia, como la que dio pie a otro libro: No exit. La Costa Brava de nord a sud en creuers turístics (2022), que refleja la otra cara de unos paraísos perdidos.
La primera impresión que se desprende de la retrospectiva es el ingente trabajo que ha desarrollado Jordi Puig a lo largo de tres décadas. Y de inmediato el foco se coloca sobre otro aspecto: las distintas series que enmarcan buena parte de su producción. Una de las más llamativas es la de 799 retratos de vecinos de Lladó. El rostro humano es el protagonista de distintas series (de soldados, parejas, gemelos, hombres con bigote...) Que evidencian su interés por captar el factor humano más allá de las apariencias físicas. Y lo mismo se deduce de las sesiones con colectivos de músicos, empleados, futbolistas, nudistas, etc., que durante diez años ha ido publicando en la Revista de Girona.
Gigantesca instalación de primera línea de mar, fotografiada desde un crucero turístico
Una de las series más conocidas, la que tituló (Silencis). Figueres sota les bombes, 1938-1939, retrataba a un centenar de supervivientes de los ataques aéreos a la ciudad. Pero la novedad es que pidió a cada uno de ellos que acudiera a la sesión fotográfica acompañado por algún objeto vinculado a ese episodio. Una pistola, la fotografía de un familiar fallecido o una carta se convertían así en protagonistas involuntarios de ese fragmento de memoria histórica. Una idea que ya antes había trabajado en series de personajes con su mascota o con su juguete preferido.
Jordi Puig ha centrado parte de su actividad en los objetos. Los sitúa en el plató como si fueran seres vivos y de ese modo puede convertir una colección de botellas de distintas formas, tamañas y colores en un cuadro de estética hiperrealista. Busca ese enfoque o ese detalle que no se capta a simple vista. “Me gustan los objetos, los respeto, y a veces ha tenido la suerte de poder retratarlos”, ha afirmado con modestia.
La exposición, abierta hasta el próximo 29 de marzo, ha sido comisariada por Jordi Falgàs, director de la Fundació Rafael Masó, y reúne a más de 120 fotografías. Releva a otra exposición excepcional, la de la fotógrafa Cristina Núñez, y cederá el relevo a un clásico como Melitón Casals, Meli, a partir de finales de abril.

