Barcelona es sin duda una ciudad de terrazas. Las hay en cafeterías, en bares y restaurantes, en hoteles de cualquier categoría e incluso en bibliotecas. Y una no es igual a la otra. Mientras que algunas llaman la atención por sus vistas panorámicas o porque son idóneas para deleitarse con exquisitas especialidades —desde un vermut casero hasta una selecta pastelería y unos gustosos arroces—, otras lo hacen por ocultarse en edificios históricos de instituciones culturales.
Es un ejemplo El Jardí de l’Ateneu (Canuda, 6), un remanso de paz a dos pasos de la plaza de Catalunya. El visitante puede acomodarse en una de sus mesas a la sombra de una palmera centenaria o junto al estanque con nenúfares. Con suerte, quizás vea saltar alguna carpa. Una infusión o una copa de vino ayudarán a amenizar la espera o, si hay hambre, alguno de los platillos para compartir, ensaladas y bocadillos que allí ofrecen. Los mediodías disponen de un completo menú por 17,50 euros. Y no es menos suculenta la oferta cultural.
El espacio acoge tradiciones como l’ou com balla en el marco de la fiesta del Corpus o la esperada verbena literaria del Premi Crexells de novel·la. En julio, además, alberga el Juliol a la Fresca, el festival de verano del Ateneu Barcelonès, con música en directo, poesía y mucho más.
En la Terracccita del CCCB suelen reunirse estudiantes, maestros, escritores, músicos, pintores y otros artistas
No muy lejos, hay otra ilustrada terraza desconocida para muchos. Si tras visitar la exposición Amazonias. El futuro ancestral (hasta el 25 de mayo) o la más reciente Chris Ware, Dibujar es pensar del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) a uno se le despierta el apetito, puede coger sitio en una de las mesas exteriores de la Terracccita (Montalegre, 5), el bar de este centro cultural. Resguardado por el Macba y la universidad Blanquerna, sirve distintas opciones de desayunos, así como una fórmula de mediodía por 15,50 euros que va cambiando. Allí se reúnen estudiantes, maestros, escritores, músicos y pintores. Quizás se vea alguna cara conocida mientras se remoja el croissant en el café…
¿Va a continuar callejeando por el Raval? No dude en pasarse por la librería La Central (Elisabets, 6), donde es fácil perderse entre sus salones a rebosar de libros. Si logra salir del establecimiento a una hora razonable y con algo de dinero en el bolsillo, puede sentarse un rato en su terraza. La frondosa vegetación y una fuente de la que brota agua sin pausa la convierten en un lugar de cuento donde, por cierto, disponen de bastantes opciones para comer. De Cameron se encarga de la oferta gastronómica, que se adapta a los distintos momentos del día.

El Jardí de l'Ateneu es un remanso de paz donde el visitante puede acomodarse a la sombra de las palmeras

La frondosa vegetación y una preciosa fuente en la terraza de la sede del Raval de la librería La Central
Pero si es un cinéfilo empedernido, mejor diríjase a la Filmoteca. Una vez allí, elija una película de la programación —hoy proyectan Party girl (1958) y We can’t go home again (1973), de Nicholas Ray— y luego comente la trama con su acompañante en la terraza de La Monroe(plaza Salvador Seguí, 1-9). Pollo al estilo karaage, ensaladilla o croquetas “de la iaia” son algunas de las tapas de su carta, donde también hay bocadillos y platos como los huevos de oro o las albóndigas kalamata. No hacemos más spoilers.
Otra zona rica en terrazas culturales es Montjuïc. La del Teatre Lliure (Margarida Xirgu, 1), confortable y tranquila, presenta una variada oferta de platos a cargo del proyecto social Mescladís. Desde snacks y bocadillos, hasta opciones frías y calientes que van de las ensaladas a la ternera estofada con espárragos. Tras la comida, no hay que perder la oportunidad de ver alguna de las obras que esta institución programa.
La terraza de la recién reabierta Font del Gat promete convertirse en una de las más codiciadas del verano
Camine un poco más y suba unos escalones para llegar a La Terrassa del Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC), un fabuloso mirador desde el que observar la ciudad a vista de pájaro. Si el cielo está despejado, pueden distinguirse el Tibidabo y la torre de Collserola. Hágalo con un granizado o un aperitivo desde una de las mesas de este chiringuito.
¿Siguiente parada? La Font del Gat, reabierta hace unos días por el Grup Confiteria. El paseo hasta allí, por los preciosos jardines de Laribal, ya vale la pena. Pero una vez en el recinto, al que se accede por un portal decorado con un singular mosaico con dos gatos observándose, la fiesta está asegurada. En sus patios, resguardados bajo los tilos y alumbrados con pequeñas bombillas, uno puede saborear un vermut o pedir una coca de recapte, una botifarra de Cal Rovira o un plato rebosante de arroz, todo amenizado con música. Hay conciertos prácticamente a diario (jazz, swing, música electrónica...) y sus organizadores aseguran que piensan proyectar películas. Eso sí: reserve mesa porque promete convertirse en una de las terrazas más codiciadas del verano.

Luciana Russo con su segundo de cocina Eduardo Hernández, en la terraza de Pizzicato

En lo alto del Museu d’Història, junto al puerto, las buenas vistas están servidas
También aúna música y gastronomía el Palau de la Música, en cuya primera planta se encuentra Pizzicato (Palau de la Música, 4-6), el restaurante que capitanea la chef Luciana Russo. No es necesario asistir a una actuación para acceder a este espacio a través de las escaleras en la zona de la ampliación del edificio de Domènech i Montaner. Una vez arriba, póngase cómodo, pida una de las deliciosas elaboraciones que proponen, desde una torrija salada con carrillera guisada a un bacalao a la brasa, y disfrute de las vistas. Para un final goloso, pida la chocotorta argentina, el dulce de la infancia de la cocinera.
Tampoco es obligatorio visitar la obra del artista malagueño para acceder al Café Pablo del Museu Picasso (Montcada, 15-23). Romain Fornell está al frente de este bistró donde se sirven desayunos y comidas, que pueden disfrutarse en su coqueta terraza interior. En la carta, pâté en croûte, lubina con salsa virgen o entrecot con salsa de café París. Queda cerca el Antic Teatre (Verdaguer i Callís, 12), un centro cultural con una programación que apuesta por los lenguajes contemporáneos y que este mes tiene voz de mujer. Su patio es otro lugar con mucho encanto donde picotear unas aceitunas acompañadas de una caña a la sombra de una gran higuera.
Romain Fornell está al frente del Café Pablo, en el Museu Picasso, un bistró parisino con una coqueta terraza
En lo alto del Museu d’Història de Catalunya (plaza Pau Vila, 3) las buenas vistas están servidas, así como una interesante propuesta culinaria a cargo del restaurante 1881, del Grupo Sagardi. Aquí los arroces, mariscos y pescados de la lonja de la Barceloneta son los reyes de la carta. Y, para un día redondo, diríjanse a la papelería Raima (Comtal, 27). Los tardeos de su azotea están entre los más exclusivos de la ciudad.