Series

'La Suerte' es una comedia introspectiva

Crítica

Ricardo Gómez es un taxista que prepara unas oposiciones y Óscar Jaenada es un taciturno torero

Este dúo funciona a la perfección desde la contención.

Este dúo funciona a la perfección desde la contención.

enrique baró ubach

En La suerte, Ricardo Gómez es David. Su padre, que se acerca a la jubilación, le deja a cargo del taxi mientras se va de vacaciones. Su deber es simple: tiene que conducir por las calles de Talavera de la Reina y, mientras está al volante y cuando está de descanso, estudiar las oposiciones para procurador. Pero, cuando le paran dos hombres con un hombre inconsciente al que tienen que llevar al hospital, este plan solitario se desvía.

David se convierte en una especie de amuleto de la suerte para un taciturno y veterano torero. El Maestro, interpretado por Óscar Jaenada, le quiere como conductor particular para sus próximas corridas. Él está en su propio viaje interno, amenazado por las nuevas promesas de la tauromaquia, el ocaso de la profesión y las heridas que exhibe su torso.

Los responsables prefieren mostrar las situaciones, insinuar los pensamientos y contraponer los caracteres de los protagonistas

Los directores Paco Plaza (Rec) y Pablo Guerrero (Alba) se entregan a un argumento que idearon juntos y que escribieron Diana Rojo y Borja González Santaolalla, y que se puede describir como una comedia introspectiva. A partir de la road-movie, recorren la geografía española, de Talavera de la Reina a Benidorm y Málaga, y con Madrid como meta, con una imagen granulada fruto de rodar en 16 mm. Los secundarios de Carlos Bernardino y Pedro Bachura, miembros del séquito del Maestro, dan color y humor a los episodios: enfrentan al protagonista con una tradición que considera una barbaridad y una actitud que es la antítesis del tedio de preparar unas oposiciones por tercera vez.

La suerte, que Disney+ estrena el próximo miércoles,destaca por la contención. En un audiovisual tan centrado en el diálogo constante, como si el ingenio oral de los personajes fuera sinónimo de encontrarse ante una obra inteligente, Plaza y Guerrero prefieren mostrar las situaciones, insinuar los pensamientos y contraponer los caracteres de los protagonistas. 

Gómez se aleja de la adecuada sobreactuación de La Ruta (recordemos que era una serie narcótica) para convertirse en un observador del mundo taurino. “No es lo mío”, repite en más de una ocasión cuando se niega a entrar en las corridas. Pero se siente fascinado por el ritual, la superstición y por la valentía de un camino opuesto al suyo. Jaenada, en cambio, trabaja desde la autoridad. Con la crisis existencialista que cargan sus silencios, busca en el conductor una mirada externa que le permita identificarse y sobreponerse al ruido.

Consciente de que llega después de la película Tardes de soledad, incluso introduce de forma anecdótica un director catalán que bien podría haber interpretado Albert Serra. Es tentador plantearse cómo La suerte se relaciona con la ola reaccionaria actual, posiblemente desde la distancia, aunque Plaza y Guerrero sienten veneración por el ritual y no por el acto intrínseco de torear, como prueba la ausencia de corridas.

Sin perder de vista el humor, ofrecen una comedia simpática con inspiradas interpretaciones (tanto secundarias como protagonistas), donde la intimidad sirve a la historia sin lastrar el metraje.