“Víctima muerta, no declara”, es una máxima que tienen grabado a fuego los mayores asesinos del mundo para tratar de eludir su responsabilidad en los crímenes que cometen. Sin embargo, “los muertos hablan más que los vivos”, aseguraba el por entonces comisario de la Policía Nacional Ángel Galán refiriéndose a la importancia de las pruebas recabadas en cada escenario para arrojar luz a los hechos y enviar a prisión a los autores.
Si echamos la vista atrás y analizamos la crónica negra española, todos recordamos casos que, por su excesiva crueldad e inhumanidad, han impactado en la sociedad española. Historias que, o bien por la edad de sus víctimas, por el modus operandi de sus asesinos o por el modo en que la justicia erró para detener a tiempo al malo, han dejado en la opinión pública una impronta imborrable. Estos son algunos de esos monstruos.
El asesino de ‘Las niñas de Alcàsser’
1. Miguel Ricart
Cuando el 27 de enero de 1993 encontraron los cuerpos sin vida de Miriam, Toñi y Desirée -bautizadas por la opinión pública como las niñas de Alcàsser- en una fosa próxima al pantano de Tous, una ola de indignación y miedo nos sacudió. Conocer los atroces detalles de cómo murieron estas tres jóvenes sumió a muchos en una profunda tristeza. No sólo fueron violadas y asesinadas, sino también torturadas de una manera cruel e inhumana.
La pregunta que planeaba en el aire era: ¿quién podía haber cometido semejante aberración y por qué? Hoy por hoy, la respuesta sigue siendo todo un enigma. Algunos investigadores apuntan que los tres inculpados -Antonio y Enrique Anglès y Miguel Ricart- fueron escogidos como meras “cabezas de turco”.
Cartel que se difundió para buscar a las niñas de Alcàsser en 1992
La supuesta pérdida de más de una treintena de pruebas recogidas en la escena del crimen y los incongruentes testimonios que fueron desfilando en los medios de comunicación hacían presagiar que la verdad seguía y seguiría oculta durante años.
Entre las teorías llegó a planear aquella que aseguraba que los asesinos, movidos por dinero, perpetraron aquellas torturas mientras rodaban una snuff movie encargada por personalidades de las altas esferas españolas.
Imagen del aspecto actual de Miquel Ricart, asesino de las niñas de Alcásser
El único juzgado y condenado por lo que ocurrió aquella noche, Miguel Ricart, tras cumplir una condena de veinte años y salir en libertad condicional en diciembre de 2013 al beneficiarse de la derogación de la doctrina Parot, se encuentra todavía en paradero desconocido.
Mató a Rocío Wanninkhof y Sonia Carabantes
2. Tony Alexander King
Uno de los mayores errores judiciales de la historia española fue la sentencia a quince años y un día de prisión de María Dolores Vázquez por un asesinato que jamás cometió, el de Rocío Wanninkhof, en 1999.
La presión a la que fue sometido el caso -tanto mediática como por parte de la familia de la víctima- y la falta de pruebas llevaron a las autoridades a celebrar un juicio repleto de irregularidades. En septiembre de 2001, un jurado popular fue el encargado de declarar culpable a la presunta homicida.
María Dolores Vázquez, el día de su detención
Dos años más tarde tuvo que ser excarcelada tras descubrirse al verdadero asesino: Tony Alexander King. Una irrefutable prueba de ADN ligó este crimen con el de la joven Sonia Carabantes en agosto de 2003.
La joven de 17 años desapareció durante las fiestas de la Virgen de la Fuensanta en Coín, población cercana a Mijas. Como era de madrugada, nadie se percató de su ausencia, pero al día siguiente su familia avisó a la Guardia Civil y comenzaron su búsqueda. Durante la batida se encontró sangre en el faro de un coche y los vaqueros que la joven llevaba el día de su rapto.
Tony Alexander King (archivo)
El 14 de agosto una pareja encontró el cadáver de Sonia en un lugar apartado del parque industrial de Monda, pueblo próximo a Coín. Sepultada bajo unos desechos, la joven aparecía semidesnuda. Había sido estrangulada. En ambos casos, tanto el de Rocío como el de Sonia, el hecho de que se resistieran favoreció la obtención de pruebas. Debajo de sus uñas encontraron restos de fibras.
Además, una de las colillas recogidas en el lugar del crimen supuso la pieza clave para encontrar al verdadero asesino. Al cotejar el ADN del cigarro con la base de datos de Interés Criminal (ADNIC) encontraron una coincidencia. Están buscando a la misma persona que años atrás había asesinado a Rocío.
El menor que violó, quemó y asesinó a Sandra Palo
3. Rafael Fernández García ‘El Rafita’
“Una de las muertes más desproporcionadas, viles, inhumanas y sangrantes que existen”. Así recogió el Ministerio Fiscal en sus conclusiones definitivas ante la Audiencia Provincial de Madrid, cómo habían perpetrado los por entonces acusados uno de los crímenes más terribles en la crónica negra española.
El caso de Sandra Palo hizo tambalear los cimientos de la sociedad y también el de la justicia. A la joven madrileña de 22 años con una leve discapacidad intelectual la secuestraron, violaron por turnos, la quemaron comprando un euro de gasolina y atropellaron hasta en quince ocasiones. Su cuerpo apareció en una cuneta de la carretera de Toledo (N-401) a la altura de la localidad madrileña de Leganés, en 2003.
Sandra Palo, asesinada en 2003
Uno de los cuatros responsables de tales atroces actos fue Rafael Fernández García, más conocido como El Rafita o Pumuki, el benjamín del grupo de amigos con tan solo 14 años y que ya era un delincuente en potencia. Juzgado por la Ley del Menor salió en libertad a los cuatro años y, desde entonces, no ha dejado de delinquir acumulando más de una treintena de antecedentes.
Rafael ha cometido robo de vehículos, usurpación de vivienda, daños y delitos contra la seguridad vial y contra la autoridad, e incluso pertenencia a grupos criminales. Ha estado dos veces en prisión. En 2011 estuvo en busca y captura por pertenencia a una banda que se dedicada al robo y despiece de vehículos en la Cañada Real Galiana de Madrid y fue detenido unos meses después. Sin embargo, el juez lo puso en libertad con cargos.
'El Rafita' antes de cometer el crimen de Sandra Palo
Lejos queda ya aquella entrevista que concedió al programa La Noria de Telecinco, en 2010, cuando El Rafita se mostraba “parcialmente” arrepentido del crimen. “El único mal que he hecho ha sido estar allí y no ir a denunciarles. Ya está, ese es el único mal que he hecho, yo ya he cumplido con mi castigo”, aseguraba.
En pantalla, no dudó en pedir perdón a los padres de Sandra Palo con un: “Lo que está haciendo esa madre, eso es un valor increíble y que, durante todos estos años, ese esfuerzo que tiene es increíble”.
RAFITA, EL ASESINO DE SANDRA PALO, EN UNA ENTREVISTA CONCEDIDA A TELECINCO
Gracias a una cámara oculta, se conoció su verdadero pensamiento al respecto: “Es ella [María del Mar] la que no deja descansar todavía en paz a su hija, ella es la que sigue con todo este jaleo, es ella, yo no hago nada. Solo mete cizaña contra mí, contra mí, contra mí, ¿y los otros?”.
La ‘bestia’ que mató a la niña Mari Luz
4. Santiago del Valle
“A mí nadie me va a colgar este marrón, yo no he hecho nada”. Aquella frase se grabó a fuego en la memoria de Juan José Cortés, padre de la niña Mari Luz, cuando esta desapareció el 13 de enero de 2008. La pequeña de cinco años acababa de esfumarse de una barriada de Huelva, y el pederasta Santiago del Valle trataba de autoexculparse.
Sin embargo, las autoridades siempre sospecharon de él. Tenía antecedentes por abusos sexuales y había huido de forma “precipitada” de Huelva. Así que se estrechó la vigilancia, le pincharon el teléfono y se registró su vivienda. Esperaban que cometiera algún paso en falso.
Santiago del Valle, durante el juicio por el asesinato de la niña Mari Luz Cortés
Cuando apareció el cadáver de la menor 54 días después, el foco se centró en Del Valle y su mujer Isabel. Poco después, se supo que culminó el crimen con la ayuda de su hermana Rosa. La detención de este clan familiar evidenció una serie de errores judiciales previos a la muerte de la niña.
En la fecha de la desaparición y asesinato de Mari Luz Cortés, este depredador sexual tendría que haber ingresado en la cárcel para cumplir condena por abusos sexuales a otras menores. Nunca se llevó a efecto y en ese tiempo –más de dos años de demora- dio un paso más en su escala delictiva. El cazador se había convertido en asesino.
El ‘Sheriff’ de Olot
5. Pere Puig Puntí
“Algún día mataré a Tubert”, soltó Pere Puig Puntí, a modo de advertencia. Una amenaza que, en su momento, nadie dio la suficiente importancia y que poco después, se hizo realidad cobrándose la vida de cuatro personas en la localidad de Olot (Girona). Aquí, el autodenominado Sheriff del pueblo, se paseaba vestido como en las películas americanas: sombrero, una estrella a modo de placa de alguacil en el pecho, y un par de pistolas de plástico.
Aunque sus vecinos reconocieron que se trataba de un “tipo raro” y huraño, el albañil jamás mostró signos de agresividad alguna. Y menos aún, que pudiera ser artífice de una de las peores matanzas que ha azotado a esta población gerundense en los últimos años.
Reconstrucción del acto en el bar 'La Cuina de L'Anna', en la población de La Canya
El día de autos, ataviado con ropa de caza y portando un rifle adquirido poco antes por mil euros, Pere Puig Puntí se dirigió hacia el bar La Cuina de l’Anna, en la población cercana de La Canya. Eran las 7:45 horas del 15 de diciembre de 2010. Allí se encontraban los jefes del homicida: los constructores Joan Tubert, de 61 años, y su hijo Àngel, de 35.
Al verle entrar con aquel rifle semiautomatico Verney-Carron, nadie se extrañó, solía portarla cuando salía a cazar. Sin embargo, cuando llegó a la altura de Joan, le encañonó y disparó al pecho. Al hijo solo le dio tiempo a gritar, “¡qué hace este loco!”, porque Puig se giró inmediatamente y descargó el arma contra él. Ante la dantesca escena, varios comensales consiguieron refugiarse bajo las mesas.
Ficha policial de Pere Puig Puntí
Nada de aquello “era una broma”, como en un principio creyó uno de los testigos del tiroteo, Diego Alba. Durante su declaración ante el juez, explicó que fue con el segundo disparo cuando “vi lo que hacía y le grité: ‘¿qué coño haces?’. Y salí detrás de él. Cuando me vio, me apuntó con la escopeta y yo me tiré al suelo porqué tuve miedo de que me disparada”.
El 'monstruo de Las Quemadillas'
6. José Bretón
Nunca un lobo con piel de cordero despertó entre la opinión pública tanta animadversión como la noticia de la desaparición de dos hermanos, Ruth y José. La investigación de lo que en un principio se creyó un secuestro obra de algún pederasta, dio un vuelco: con el paso de las horas y tras interrogar al progenitor, todo indicaba que éste no decía toda la verdad. Gracias a las cámaras de tráfico se pudo saber que José Bretón no iba en el coche con los niños, tal y como aseguraba.
El testimonio de que había perdido a sus hijos en el parque Cruz Conde de Córdoba a las 18.40 horas quedaba en tela de juicio. A esto había que sumarle la deficiente investigación por parte de la Policía Científica de la localidad.
Una cámara de seguridad graba a José Bretón entrando en el parque Cruz Conde
En un primer registro del domicilio paterno, Las Quemadillas, encontraron una hoguera con algunos restos óseos que certificaron que procedían de un animal. En concreto, de un perro.
Como se supo tiempo después, aquello fue una negligencia en toda regla, ya que en análisis posteriores se demostró que correspondían a los de dos niños de seis y dos años. Esto es, a los de Ruth y José.
José Bretón declara en el juicio
Finalmente, en octubre de 2012, once forenses y peritos ratificaron ante el juez instructor que los restos óseos encontrados en la finca de Las Quemadillas eran humanos. En la actualidad, los huesos de estos pequeños ya descansan en paz en Huelva.
El ‘falso’ Maestro Shaolín
7. Juan Carlos Aguilar
“Nuestro maestro Aguilar está exultante, especialmente grande… transformado en un enorme tigre de 500 kilos atrapando con sus enormes garras a su presa e inmovilizándola para ser devorada”. Así describían algunos de sus adeptos a Juan Carlos Aguilar, un bilbaíno que impresionaba por su habilidad con las artes marciales, por su predisposición a controlar el dolor y por su especial magnetismo.
Nadie podía imaginar que tras aquella apariencia contenida y sosegada como Maestro Shaolín, capaz de caminar sobre brasas o partir ladrillos con las manos, en realidad se escondía la brutalidad de un dragón capaz de matar.
Juan Carlos Aguilar exhibiendo sus artes marciales
El falso monje utilizaba el budismo, el Kárate y el Kung fu para captar mujeres a las que vejaba, maltrataba, violaba y humillaba. Dos de sus víctimas terminaron siendo asesinadas atrozmente en 2013. Aguilar lo tenía todo pensado: buscar a mujeres que nadie iba a echar en falta.
“Escogió” a la víctima “con cuidado” por ser “una mujer vulnerable, en situación de exclusión social, con escasa red de apoyo social en Bilbao, inmigrante de un estrato socioeconómico muy bajo, que no iba a ser echada de menos por nadie”. Es decir, “una mujer a la que consideraba una presa fácil”.
Las víctimas de Juan Carlos Aguilar
Uno de los testimonios claves fue el de una de sus discípulas, María Eva. Me golpeaba los pechos, el culo, los brazos y el trasero y me tiraba del pelo”. Y se excusaba con un: “Era un desahogo, para sacarse la rabia, el amargor. Me decía que era su compañera para todo”. La relación de sumisión era enfermiza.
Los verdugos de la niña Asunta
8. Rosario Porto y Alfonso Basterra
Unos gritos aterradores inundaron el silencio de aquella madrugada del mes de julio: la pequeña Asunta trataba de deshacerse de un atacante que, encapuchado y vestido de negro, pretendía estrangularla. Segundos después y justo cuando el desconocido huía por el pasillo, su madre salió a socorrerla y lo “intentó agarrar con resultado infructuoso”.
Tras los hechos, la niña relató lo ocurrido a una amiga y le envió una foto con las marcas de unos dedos en su cuello. Mientras tanto, Rosario, en connivencia con su marido Alfonso, decidió no denunciar para no “causarle ningún tipo de trauma a su hija”. Sin embargo, aquella decisión escondía en realidad un objetivo más oscuro: matar a Asunta.
Rosario Porto y Alfonso Basterra durante el juicio
Para ello, idearon un crimen aparentemente perfecto: drogar a la pequeña con ansiolíticos, asfixiarla por sofocación y abandonar su cuerpo en un terraplén. Pero algo llamó la atención de los investigadores: el cuerpo parecía haber sido colocado con dulzura, como si lo hubiese hecho alguien que la conocía.
Los presentes aseguraron que la niña parecía estar durmiendo, de no ser por el lugar donde se encontraba y los restos de una cuerda de color naranja brillante a su lado. La autopsia descartó la agresión sexual, una de las primeras hipótesis, y determinó que fue sedada con ansiolíticos antes de morir asfixiada por sofocación. Las pruebas apuntaban a los padres.
El depredador del ‘Camino de Santiago’
9. Miguel Ángel Muñoz
“Esa está ya enterrada”. Aquellas inquietantes palabras que, por entonces pasaron desapercibidas, corresponden a Miguel Ángel Muñoz Blas, el asesino de Denise Pikka Thiem. Sin embargo, aquel comentario cayó en saco roto durante la charla que algunos vecinos mantuvieron en la tienda donde él reparaba su bicicleta en el centro de Astorga.
Nadie se había percatado que quién pronunciaba tal afirmación era el verdadero responsable de la desaparición y posterior crimen de la peregrina americana. Una vez conocidos los hechos, todo encaja.
Fotografía difundida por la Policía Nacional de Denise Thiem
Aquel 5 de abril de 2015, Denise, que se encontraba realizando el Camino de Santiago, se topaba con su verdugo. La manipulación de varias señales llevó a la joven hasta la casa de Miguel Ángel. Una vez allí, Denise comenzó a desconfiar del comportamiento del lugareño que, como él mismo afirmó ante el juez instructor, le hizo cambiar “el chip” y perpetrar el homicidio.
“Ella empezó a desconfiar de mí”, relataba Miguel Ángel el 14 de septiembre ante el juez instructor. “A medio camino se puso agresiva porque quería que me fuera. Yo no le había hecho nada, pero me dio la vuelta a la cabeza, me cambió el chip y me molestó. Tengo paciencia con la gente, pero me alteré. Ella iba a mi izquierda y la golpeé con un palo... Le pegué aquí [señalando a la sien derecha] y cayó a plomo”, explicaba. Cinco meses después, el propio Muñoz Blas llevó a la policía hasta el lugar donde había enterrado su cuerpo.









