Costaba reconocer en el amasijo de hierros que reposaban sobre una de las curvas de la empinada pendiente de la Calçada da Glòria de Lisboa una de las dos cabinas del histórico funicular que desde el 24 de octubre de 1885 conecta la céntrica plaza de los Restauradores con el emblemático Barrio Alto, terminando el recorrido junto al famoso mirador de São Pedro de Alcântara. Un trayecto de 275 metros, con una pendiente del 18%, que se realiza casi a cámara lenta, en apenas tres minutos, y que el miércoles por la tarde se truncó dramáticamente con el descarrilamiento de una de las cabinas, la muerte de 16 personas y heridas en otras nueve, seis de gravedad.
La policía judicial portuguesa, a las órdenes de la Fiscalía, trabajaron en el escenario de una tragedia que ha sacudido a todo un país, orgulloso de sus funiculares, reconocidos oficialmente en el 2002 monumento nacional y emblemas de una capital que confía en el turismo extranjero como una de sus principales fuentes de ingresos. De ahí que todas las autoridades se comprometieran a colaborar sin fisuras en una investigación que ha de determinar qué ocurrió, y no generar desconfianza entre los futuros visitantes. No será fácil tras saberse que horas antes del siniestro, el funicular fue inspeccionado y no se detectaron fallos.

En el primer plano la segunda cabina que no resultó dañada
Los responsables de la investigación no se atreven a concretar cuándo se retirarían los restos que fueron visitados por centenares de lisboetas y turistas que se acercaron hasta la distancia que les permitió la linea policial, para ver con sus propios ojos las huellas del desastre. A muchos les costaba creer que el funicular tantas veces utilizado se pudiera romper de esa manera.
El responsable de la empresa municipal de transportes defiende las labores de mantenimiento
Al elevador no solo subían los visitantes, que se inmortalizaban junto a las características vagonetas amarillas y blancas. Muchos portugueses lo usaban, cuando las colas de los visitantes lo facilitaban, para ahorrarse la empinada cuesta que conduce al Bairro Alto. Entre otros, los funcionarios y diplomáticos de la embajada española, ubicada a pocos metros, y que ayer mismo recordaban las innumerables veces que suben, pagando con el billete unificado de los transportes públicos, para llegar hasta la parte alta.

Dos turistas trajinan con maletas frente a los restos del tranvía
Por eso, a pesar de la prudencia con la que las autoridades gestionaban la lista de los fallecidos, desde el mediodía se confirmó que entre las víctimas mortales había trabajadores de la Santa Casa de la Misericordia, una histórica institución benéfica, con su sede principal en el Barrio Alto. La cadena de noticias SIC confirmó que al menos dos de los fallecidos pertenecían a la institución. No eran las únicas víctimas nacionales. Las 16 víctimas ya han sido identificadas por las autoridades de Portugal y, en total, son de ocho nacionalidades diferentes. En un comunicado, la PJ precisó que los muertos son cinco portugueses, tres británicos, dos canadienses, dos surcoreanos, un francés, un estadounidense, un suizo y un ucraniano. La policía también ha explicado que un ciudadano alemán que durante el jueves fue dado por muerto realmente no lo está, ya que anoche fue localizado en el Hospital de São José de la capital, donde permanece ingresado.
Hubo durante el día de ayer un sentir generalizado en los corrillos que asomaban la cabeza entre la multitud, de haberse salvado gracias a la suerte o el destino. Otra de las mujeres advertía a un grupo de periodistas que justo en la mitad de la calzada, cortada hasta nuevo aviso, hay una guardería cerrada aún por vacaciones. “Los críos salen a las seis de la tarde y muchos padres usan el funicular. Menos mal que no estaba abierta”.
Una turista española relata que esperó a la siguiente convoy porque el siniestrado iba lleno de gente
En ocasiones, las colas y la gente que se amontonaba en las cabinas disuadía a los viajeros. Fue el caso de la española Mabel que el jueves en los micrófonos de la Ser contó todavía emocionada que estuvo a punto de subir al convoy siniestrado, pero que fue su hija la que prefirió esperar al siguiente porque les tocaba estar de pie.

Un agente de la policía judicial portuguesa
“Estábamos en la parada cuando vimos que el primer tranvía se fue hacia atrás un par de metros. La gente empezó a saltar por las ventanas y, de repente, escuchamos un chirrido”, relató. “Lo que no esperábamos es lo que venía por arriba. Vimos el otro vagón venir hacia nosotros a una velocidad impresionante... Descarriló en la curva y chocó contra el edificio, parando en seco. Si no, hubiera sido catastrófico porque hubiera llegado hasta el final arrollando a la gente”.
Tras unos segundos de un silencio trágico, emergió un polvo y una humareda blanquecina que a su paso dejó ver un amasijo de hierros del que salieron los primeros gritos y lamentos. Los que pudieron, arrancaron a correr hacia abajo. “La gente nos empujaba”, añadió Mabel.
Los funcionarios de la embajada española eran también asiduos usuarios del histórico elevador lisboeta
El Elevador da Gloria funciona como un tranvía funicular, un sistema híbrido que aprovecha un cable de tracción subterráneo para subir y bajar una calle con una pendiente pronunciada. Bajo la vía hay un cable continuo en movimiento que se acciona por un motor eléctrico. Las dos vagonetas están unidas por un mismo cable, de modo que cuando una sube, la otro baja. Así se equilibran los pesos. Y es precisamente ese cable al que señalaron algunos medios como el que se rompió, desequilibrando el sistema provocando el descenso descontrolado del convoy que estaba en la parte superior, hasta descarrilar en una curva, salir del raíl y colisionar contra una de las paredes del hotel Turim.

Un gran despliegue de funcionario y peritos de la policía judicial y científica trabajaron ayer entre los restos del funicular siniestrado (TIAGO PETINGA / EFE)
Los medios de comunicación en Portugal se volcaron en la tragedia, con programas especiales debatiendo sobre el siniestro.
Si bien es cierto que la primera hipótesis advirtieron de la rotura del cable de seguridad, los responsables de la empresa de transporte pidieron prudencia. En un comunicado trataron de responder las críticas que desde el primer momento monopolizaron los sindicatos denunciando la externalización del mantenimiento de los funiculares con un contrato que se extinguido en agosto.
Pedro de Brito Bogas, presidente de la empresa municipal Carris que gestiona tanto los autobuses como los tranvías y los funiculares, anunció la apertura de una investigación profunda y defendió el trabajo de mantenimiento que se realiza en ese elevador y en el resto de los históricos que funcionan en Lisboa y que desde ayer permanecen cerrados. Unas inspecciones diarias, semanales y mensuales que no alertaron de ninguna deficiencia. El mismo día el accidente se realizó la inspección ordinaria tras la que se dio el visto bueno a la instalación y el Elevador da Glòria inició su jornada.