Un viento helado azotaba los callejones de Kansas City, cuando Sheila salió al encuentro de lo que creía sería un trato más entre cliente y trabajadora sexual. El desconocido la engañó bajo la promesa de una conversación en una furgoneta abandonada frente a un taller mecánico. Sin embargo, la joven fue violada salvajemente y estrangulada con un lazo improvisado. Su cuerpo apareció semidesnudo en aquel vehículo.
Nadie la vio llorar, nadie la escuchó gritar; solo quedó un silencio espeso, un amasijo de pistas frías que tardarían años en hablar. Ese crimen -y una decena más- se convirtió en uno de los capítulos más oscuros de la escalofriante ruta de muerte que tejió el conocido como The Kansas City Strangler (el estrangulador de Kansas City).
Raíces violentas
Lorenzo Jerome Gilyard Jr. nació el 24 de mayo de 1950 en Kansas City, Misuri. Era uno de los cinco hijos de Lorenzo Gilyard Sr. y Laura Brown y, desde muy joven, mostró conductas agresivas: en el colegio se le acusaba de intimidar y abusar de otros alumnos, especialmente de compañeras, en un ambiente de violencia doméstica latente. Se convirtió en el abusón más temido de clase.
Nuestro protagonista no destacó especialmente en lo académico hasta el punto de abandonar los estudios de forma prematura. De hecho, Lorenzo pronto se vio implicado en episodios de agresión sexual. En 1969 ya fue arrestado por agredir y violar a una joven que conocía, aunque luego el cargo fue retirado tras un acuerdo con la víctima.
Lorenzo Gilyard, de joven
En 1974, fue condenado por abusar sexualmente de una menor de 13 años, hija de un amigo, y cumplió nueve meses de cárcel en el condado de Jackson. Tras casarse varias veces, sus esposas lo denunciaron por maltrato físico y sexual, y hubo divorcios marcados por la violencia.
A su tercera esposa, por ejemplo, la agredió hasta en dos ocasiones una vez divorciados: en la primera, le profirió todo tipo de golpes y le dio con la culata de una pistola en la cabeza, y en la segunda, le rompió los dientes frontales y la apuñaló en el brazo con un picahielo. Fue condenado por agresión en tercer grado en ambos casos.
Ficha policial de Lorenzo Gilyard
Desde 1991, el asesino vivía con su cuarta esposa en una casa modesta al sur de Kansas City, cuyos vecinos lo describían como un hombre reservado, difícil, y a veces hosco, pero con quien jamás tuvieron problema alguno.
En cuanto a su vida profesional, Lorenzo trabajó durante años en la recogida de basura de la ciudad. En una de las salidas en libertad condicional de prisión, el asesino consiguió un empleo en Deffenbaugh Disposal Service y, gracias a su talante responsable y trabajador, llegó incluso a ser ascendido a supervisor.
La ruta de la muerte
El punto de partida registrado oficialmente sobre los crímenes de Lorenzo Gilyard es el 10 de abril de 1977. Su primera víctima fue Stacie L. Swofford, de 17 años, hallada muerta en un solar vacío con signos de estrangulamiento. A partir de entonces, hasta enero de 1993, al menos 13 mujeres y niñas fueron asesinadas bajo circunstancias similares.
Las víctimas tenían entre 15 y 36 años, muchas ejercían la prostitución; otras vivían en la marginalidad. Es decir, se trataba de personas con problemas mentales o en situación social precaria. Había elementos que se repetían en todos los crímenes: estrangulamiento con medias de nylon, cordones, alambres, un lazo improvisado, o incluso toallas.
Las víctimas asesinadas por Lorenzo Gilyard
Además, los cuerpos fueron encontrados desnudos o semidesnudos, con su ropa a un lado y sin zapatos (o con ausencia de calzado), con restos biológicos, principalmente semen, y arrojados en solares abandonados, cobertizos vacíos, junto a iglesias, o en la nieve.
En el caso de Catherine Barry, de 34 años, su cuerpo apareció en un edificio abandonado el 14 de marzo de 1986 con una media apretándole el cuello. Otros nombres: Naomi Kelly (23), Ann Barnes (36), Kellie Ford (20) y Carmeline Hibbs (30), entre otras.
Sheila Ingold, una de las víctimas asesinadas por Lorenzo Gilyard y cuyo ADN permitió la detención del asesino
En 1987, durante el caso de Sheila Ingold, Lorenzo fue interrogado y se tomó una muestra de sangre, pero no obtuvieron pruebas sólidas para acusarlo formalmente. En este caso, el hándicap fue la ausencia de una tecnología forense avanzada que conectase todos los casos.
Sin embargo, esos fragmentos de pruebas se conservaron a lo largo de los años y fueron almacenados como evidencia sin resolver. El objetivo: revisarlos hasta que la ciencia permitiera obtener un resultado y encontrar al culpable. Entretanto muchos casos quedaron archivados como homicidios aislados.
El ADN: pieza clave
El giro en las investigaciones llegó a primeros del siglo XXI gracias a subvenciones federales que permitieron reexaminar los denominados cold cases con técnicas modernas de ADN. Esta nueva tecnología llevó a la detención del bautizado como el estrangulador de Kansas City a mediados de abril de 2004.
El cotejo de los vestigios hallados en los cuerpos de las víctimas con el ADN del principal sospechoso dio positivo y se le pudieron imputar doce cargos de asesinato en primer grado. Durante el proceso previo al juicio, la Fiscalía y la defensa del acusado negociaron una retirada de la pena capital a cambio de un juicio sin jurado. Este pacto judicial requirió además que el acusado no apelara ciertos aspectos de su condena.
Lorenzo Gilyard durante el interrogatorio una vez detenido
El juicio comenzó el 5 de marzo de 2007 en el juzgado del condado de Jackson. La estrategia de la fiscalía se basó en pruebas de ADN tomadas de los cuerpos o prendas de las víctimas, que demostraban contacto sexual en momentos cercanos a las muertes. Lorenzo sostuvo su inocencia, aunque las coincidencias del ADN -y la consistencia forense- resultaron contundentes.
El 17 de marzo, en una sala abarrotada, el juez John O’Malley se levantó para leer el veredicto que pondría fin a dos décadas de incertidumbre. Ante la mirada de unas familias rotas, Lorenzo Gilyard se mantuvo sentado y en silencio mientras el magistrado pronunciaba frases que marcarían la conclusión de aquel juicio: “Estos crímenes son insultos obscenos a nuestro sentido de justicia, seguridad y libertad”.
Lorenzo Gilyard durante el juicio
Con estas palabras, el magistrado declaró culpable al estrangulador de seis cargos de asesinato en primer grado por las muertes de Catherine Barry, Naomi Kelly, Ann Barnes, Kellie Ford, Sheila Ingold, Carmeline Hibbs. Sin embargo, fue absuelto en el caso de Angela Mayhew debido a que la prueba de ADN hallada (un cabello) no fue concluyente.
Tras dictar sentencia, O’Malley remató su intervención con dureza: “Ha perdido cualquier derecho a vivir aquí entre nosotros”. En otro momento añadió que las víctimas -mujeres que, según él, podrían haber transformado sus vidas- vieron ese destino truncado por acción de Lorenzo Gilyard: “Excepto que él se lo robó”.
Lorenzo Gilyard tras ser condenado
Un mes más tarde, se le impuso una condena de cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional, tal y como exigía el pacto judicial previo acordado entre las partes. En su declaración final, cuando se le preguntó si tenía algo que decir, Lorenzo respondió con voz apenas audible: “No matter what I say, it doesn’t matter” (“No importa lo que diga, no importa”).
Relevancia mediática
Uno de los hitos más visibles en los últimos años ha sido la difusión de su entrevista con Piers Morgan, en la que el estrangulador de Kansas City mantenía su inocencia y denunciaba una supuesta manipulación de las pruebas: “I didn’t do it, but I’m sorry” (“No lo hice, pero lo siento”) fue una de sus frases más citadas en medios anglosajones. Esta difusión elevó nuevamente su perfil público y reavivó el interés por los casos no resueltos.
También en 2023 el programa Evil Lives Here: The Killer Speaks dedicó un episodio al caso Lorenzo Gilyard, explorando con testimonios y recreaciones el modo en que las autoridades reabrieron los casos sin resolver.
Piers Morgan entrevista a Lorenzo Gilyard para ITV
Hasta la fecha, Lorenzo Gilyard sigue encarcelado en la Crossroads Correctional Center Facility, en el estado de Misuri, tras su traslado en julio de 2019. Antes había estado en el Western Missouri Correctional Center. En cuanto a su situación penitenciaria, esta no ha cambiado: sigue cumpliendo cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional, dado que su sentencia es de por vida.



