Hannibal Lecter en versión australiana: la historia real de Katherine Knight

Las caras del mal

La ‘esposa caníbal’ pasó de trabajar en un matadero al crimen más espeluznante jamás visto

Hannibal Lecter en versión australiana: la historia real de Katherine Knight

Hannibal Lecter en versión australiana: la historia real de Katherine Knight

LVD

Detrás de la apariencia común de una mujer de pueblo se escondía una de las escenas más sobrecogedoras jamás registradas en la crónica criminal australiana. Una cocina transformada en laboratorio del horror, un salón dispuesto como escenario de teatro macabro y un crimen que desbordaba cualquier lógica de violencia doméstica.

Los cuchillos, que durante años fueron su emblema de poder y obsesión, se convirtieron en instrumentos de un ritual atroz con el que pretendía dejar una huella imborrable. La brutalidad del acto, unida a la frialdad con la que lo ejecutó, evocaba inevitablemente a las ficciones más extremas: era como si Hannibal Lecter hubiera cruzado el umbral de una casa humilde en Aberdeen y hubiese tomado el control de la realidad. Esta es la historia real de la denominada esposa caníbal.

Infancia marcada por la violencia

Katherine Mary Knight nació el 24 de octubre de 1955 en Tenterfield, una localidad rural de Australia. Su llegada al mundo estuvo rodeada de polémica: era hija de una relación extramatrimonial en la que su madre, Barbara Roughead, mantenía un romance con un hombre casado, lo que convirtió a la familia en blanco de habladurías y rechazo social.

Además, su infancia fue un hervidero de tensiones. Katherine creció en un hogar cargado de abusos, violencia doméstica y episodios de maltrato a manos de su padre, que marcarían su personalidad. De ahí que, aunque en la escuela se mostrara como una niña retraída con dificultades para leer y escribir, en realidad, destacase por su temperamento explosivo y vengativo.

Katherine Knight, la 'esposa caníbal'

Katherine Knight, la 'esposa caníbal'

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A los 15 años, la adolescente abandonó los estudios sin apenas saber leer con fluidez, pero pronto encontró un entorno en el que encajaba: el matadero. Allí, entre cuchillos y vísceras, descubrió una macabra vocación. 

De hecho, no tardó en ganarse fama por su habilidad con las herramientas de carnicero y por conservar siempre un juego de cuchillos en su habitación, pulidos y colgados sobre su cama como si fueran trofeos.

Entre amores y cuchillos

Su primera relación formal fue con David Kellett, un camionero. La pareja se casó en 1974, pero la noche de bodas se convirtió en un anticipo del infierno. Tras mantener relaciones sexuales, Katherine intentó estrangularlo porque según dijo él, “se había quedado dormido demasiado pronto”.

Esto desembocó en un terrible arranque de furia por parte de Katherine, que llevó a nuestra protagonista a apuñalar a su esposo con unas tijeras. David sobrevivió, aunque aquel episodio no fue el último. La convivencia estuvo marcada por celos enfermizos, amenazas y ataques constantes.

David Kellett y Katherine Knight, el día de su boda

David Kellett y Katherine Knight, el día de su boda

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Años más tarde, tras varias rupturas y reconciliaciones, Katherine entabló otras relaciones sentimentales, todas con un patrón idéntico: hombres atrapados en un torbellino de violencia psicológica y física. 

Con David Saunders, por ejemplo, llegó a degollar a su perro delante de él como advertencia de lo que podría pasarle si osaba abandonarla. Con otro compañero, John Chillingworth, la relación acabó con un hijo en común y nuevas denuncias de maltrato.

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En 1993, Katherine, empezó a salir con John Price, conocido como “Pricey”, un hombre trabajador y padre de tres hijos, divorciado y muy querido por sus vecinos y amigos de Aberdeen, un pequeño y apacible pueblo minero del estado de Nueva Gales del Sur.

Al principio, la relación parecía estable, pero pronto se convirtió en una pesadilla. Katherine estaba obsesionada con controlar cada paso de su pareja, hasta el punto de comenzar a manipularlo y amenazarlo. John se negaba a casarse con ella, lo que desencadenaba explosiones de furia. En 1999, cansado de la violencia, el novio decidió poner fin a la relación.

John Price y Katherine Knight

John Price y Katherine Knight

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La respuesta de la mujer fue un gesto demoledor: grabó en vídeo objetos que él había robado años atrás en su trabajo y los entregó a su jefe. John perdió su empleo, lo que no hizo más que intensificar la tensión entre ambos. A pesar de todo, él cedió y volvió con ella, aunque a su círculo cercano confió la siguiente reflexión: “Si me mata, será esta vez”.

La noche del crimen

El 29 de febrero de 2000, John pasó la tarde en casa de unos amigos y les confesó que temía que Katherine lo asesinara esa misma noche, pero temía abandonarla por futuras represalias. Al llegar a casa, el hombre cerró la puerta con llave y se fue a dormir. Horas después, Katherine llegó a la casa, observó a su pareja dormir y, como un depredador al acecho, esperó despierta calculando cada movimiento.

Pasada de la medianoche, la mujer cogió un cuchillo de cocina y atacó a su novio sin piedad mientras dormía. No contenta con eso, lo persiguió por la casa cuando intentó escapar, y una vez acabado su suplicio, se dedicó a cumplir con un ritual de lo más oscuro. Katherine desolló y descuartizó a John y cocinó su carne para, según los investigadores, obligar a sus hijos a consumirla.

La escena del crimen perpetrado por Katherine Knight

La escena del crimen perpetrado por Katherine Knight

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A la mañana siguiente, los compañeros de trabajo de John, alertados por su extraña ausencia y al no poder ponerse en contacto con él de ninguna manera, llamaron a la policía de Aberdeen explicando las advertencias previas hechas por la víctima.

Cuando los agentes irrumpieron en la vivienda de John, lo que encontraron en el salón superaba cualquier pesadilla. Sobre una percha colgaba el cuerpo desollado del hombre, la piel arrancada con la precisión de un matarife experimentado, mientras que en la cocina burbujeaba un guiso con carne humana acompañado de verduras.

Katherine Knight antes de su detención

Katherine Knight antes de su detención

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En la mesa, cuidadosamente dispuestos, dos platos esperaban a ser servidos. Cada uno llevaba un cartel con el nombre de los hijos de Price. La escena parecía extraída de una ficción de Hannibal Lecter, pero era real. Y la responsable de aquel espectáculo dantesco tenía nombre y apellido: Katherine Mary Knight.

Al registrar el inmueble en busca de pistas, los agentes se encontraron a la asesina tumbada e inconsciente en el dormitorio: había ingerido una sobredosis de pastillas en un intento fallido de suicidio. Tras su traslado inmediato al hospital para salvarle la vida, las autoridades procedieron a su detención y quedó bajo custodia policial.

La ‘mujer caníbal’

Durante el juicio, celebrado en octubre de 2001, Katherine se declaró inicialmente inocente, pero tras escuchar la contundencia de las pruebas —huellas de sangre, el cuerpo mutilado, las notas con nombres—, cambió su declaración. Subida al estrado llegó a proferir escalofriantes afirmaciones, que dejaron helada a la sala.

En una ocasión, dijo: “Pricey me pertenecía y nadie iba a quitármelo”. También aseguró que no recordaba gran parte de los hechos debido a su estado emocional, aunque los peritos coincidieron en que su acción había sido premeditada y meticulosamente ejecutada.

Katherine Knight

Katherine Knight

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La jueza le impuso la máxima pena prevista: cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Fue la primera mujer en Australia en recibir esta condena ejemplar. Durante la lectura del veredicto, la magistrada dijo sobre John Price: 

“Los últimos minutos de su vida debieron de ser un momento de terror absoluto para él, mientras que para ella fueron un momento de disfrute total”.

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En la actualidad, Katherine Mary Knight cumple condena en la prisión de máxima seguridad de Silverwater, en Sídney. Jamás ha mostrado arrepentimiento alguno por los hechos cometidos y apenas recibe visitas. 

Su figura continúa siendo objeto de documentales, libros y análisis criminológicos que intentan descifrar la mente de una mujer capaz de convertir su vida sentimental en un campo de batalla sangriento.

Katherine Knight en prisión

Katherine Knight en prisión

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En Australia, su nombre se ha convertido en sinónimo de horror, un recordatorio de que el monstruo más temible puede esconderse detrás de una vecina aparentemente normal. Una mujer que, entre cuchillos de carnicero y delirios de control absoluto, llevó hasta el extremo la frase “si no eres mío, no serás de nadie”.

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