Toma Taulant, ciudadano albanés recluido en el área de máxima seguridad de la prisión de Ópera, en Milán, ha logrado escapar por cuarta vez. Según informa EuroNews, la fuga, digna de película, tuvo lugar en la noche del sábado al domingo: el preso serró los barrotes de su celda y utilizó sábanas anudadas para descender por la ventana, aprovechando la oscuridad y el relevo de los funcionarios.
El interno, de 41 años, estaba condenado por varios delitos, entre ellos robo, con una fecha de finalización de pena prevista para octubre de 2048. Según la reconstrucción de los investigadores, tras salir de la celda llegó hasta un muro de seis metros de altura, consiguió escalarlo y finalmente desaparecer sin dejar rastro.
Toma Taulant, en busca y captura
Las autoridades han desplegado un operativo de búsqueda por todo el país. La Prefectura ha organizado controles en carreteras, patrullas en zonas industriales y rurales, y vigilancia reforzada en las fronteras interiores. Se sospecha que el delincuente podría intentar abandonar Italia.
El plan de Taulant estaba cuidadosamente calculado y la huida se llevó a cabo con gran rapidez. Los responsables de la investigación están revisando las grabaciones de videovigilancia para determinar cómo se desarrolló todo y descartar cualquier posible “ayuda” interna. No es la primera vez que este preso protagoniza una evasión: ya cuenta con tres fugas anteriores, incluso de centros de máxima seguridad. La primera se remonta a 2009, desde la prisión de Terni.
La última, y la que más repercusión tuvo, ocurrió en febrero de 2013, cuando escapó junto a un compatriota de la cárcel de Parma, donde ambos permanecían en el área de alta seguridad. En aquel episodio, las autoridades italianas buscaron a Taulant durante 40 días, hasta que se supo que había sido detenido en Bélgica y recluido en Lieja a la espera de extradición. Allí, una vez más, consiguió burlar los sistemas de seguridad y escapar.
Según los datos, desde 2023 se registra en Italia una media anual muy elevada de fugas. La ocupación penitenciaria italiana superaba el 133% de su capacidad: más de 62.000 presos para unas 51.000 plazas disponibles. A esta situación se suma la falta de personal en los centros penitenciarios, lo que complica la supervisión de los internos: “Este enésimo episodio, unido al drama que se vive cada día en las cárceles, certifica aún más el fracaso de las políticas penitenciarias llevadas a cabo por los gobiernos durante al menos los últimos 25 años, incluidos los más recientes”, asegura Gennarino De Fazio, secretario general de la Policía Penitenciaria Uilpa.

