Hace unos meses, un compañero de la redacción próximo a la jubilación nos confesó en petit comité que se había atrevido a ir a First dates . A pesar de no haber tenido suerte en la búsqueda de su media naranja, su experiencia en el programa de Sobera había resultado positiva. “Ella fue muy agradable, pero al final me dijo que no”, nos adelantó. La sencillez de Fernando –llamémoslo así– y su cuerpo no normativo cercano a los 65, habían conseguido disfrutar de una velada en el restaurante más famoso de la televisión, pese a las desafortunadas calabazas finales. Sin pretenderlo, aquella mediática experiencia colocó a nuestro colega en el podio de la seducción. Ese maravilloso lugar reservado solo para los valientes que ya han perdido el miedo al rechazo.
En este afán que últimamente tiene la televisión pública de ofrecer un servicio para todos desde la mediocridad, La 1 vuelve a defraudar de forma estrepitosa con su último dating show para encontrar el amor, ¿Algo que declarar? , conducido por el actor Pablo Chiapella; donde lejos de simpáticos Fernandos, que además de hacernos reír, nos pueden hacer de espejo, nos encontramos para nuestro estupor con pretendientes que rozan la esencia de aquellos deplorables tronistas de Mujeres, hombres y viceversa .
“Me llaman míster trabuco”, “tengo imán con las mujeres” o “doy ganas y lo sé” son solo algunas de las manidas frases que hemos tenido que soportar durante casi dos horas del prime time de los dos últimos miércoles los espectadores de Televisión Española, mientras hacíamos un soberano esfuerzo por no dormirnos. Parece inverosímil que la cadena pública aún no haya entendido que, desde hace ya unos cuantos años, Cupido y las audiencias le acaban dando la espalda a los tontos de discoteca.

Pablo Chiapella durante el concurso