Parece que a Javier Cárdenas se le ha indigestado el reciente estreno en Netflix de Superestar , la última serie de Nacho Vigalondo, producida por Los Javis, que rescata desde un prisma más amable aquel fenómeno circense que aconteció en la televisión de los 2000, conocido como el “tamarismo”.
“Han tenido que hacer encaje de bolillos para dejarme al margen. Es como si alguien hace un reportaje sobre Crónicas Marcianas y se las ingenia para que no salga Javier Sardà. A estos personajes los descubrí yo, me los curré yo. Tamara ni cantaba, todo eso me lo inventé yo. Ni Boris, ni el de la moto”, aseveró el presentador, ahora convertido en podcaster, hace escasos días en una entrevista concedida a El Mundo.

El presentador Javier Cárdenas
Tal desaforada cancelación tiene como germen, según el propio locutor, la poca simpatía que despiertan en la popular plataforma de streaming las personas que no son de izquierdas. “En sus series tiene que haber siempre, pues... si estamos hablando de vikingos, un chino, un negro, un transexual... Lo entienden así”, justificó al citado medio el padre del frikismo televisivo. Parece inverosímil que el gigante del entretenimiento le haya retirado sin contemplaciones la custodia al creador de aquel “star system”, que, mal nos pese, marcó un hito en nuestra cultura pop.
No es de extrañar que alguien con tanto ingenio como para relacionar las vacunas con el autismo o incitar a los telespectadores a reírse de las personas “sin que se enteren mucho”, se haya convertido en la última víctima del ostracismo woke a partir de una serie, que lejos de ser un biopic, siempre pretendió glorificar la parte más humana de sus incomprensibles protagonistas. Ya lo siento por Netflix. Nunca un personaje ha vuelto a estar tan presente con tan solo levantar un simple dedo.