José Ramón Ubieto (Sabiñánigo, 1958) define jocosamente su último libro como “un hijo no buscado”. Porque en Adolescencias del siglo XXI. Del frenesí al vértigo (Editorial UOC) se sumerge en la adolescencia para analizar los retos que supone esta etapa en la sociedad actual.
¿Son muy diferentes las adolescencias de este siglo?
Hay cosas que no cambian y otras que sí. Lo que no cambia son las tres preguntas cruciales. Una es la pregunta por la identidad, porque la adolescencia es un momento de ruptura. Tienes que tomar tu propia autodefinición. Tampoco cambia que la adolescencia es un momento de conseguir una inscripción en la comunidad a la que perteneces. Y luego está la pregunta sobre el cuerpo y el sexo. ¿Qué hago yo ahora con mi cuerpo? ¿Cómo me defino sexualmente?
¿Y qué cambia?
Las condiciones en las que se responde a esas preguntas. En un sistema tradicional patriarcal, muchas respuestas te vienen dadas. En el momento actual, la diferencia es que las vidas adolescentes están llenas de objetos que no existían cuando nosotros éramos niños.
¿Cuáles?
Los gadgets. Ahora son vidas llenas. Y eso es un problema, porque cuando algo está lleno, no hay intervalos, no hay vacíos y es más difícil que surja el pensamiento, la creatividad o el aburrimiento como factor también de invención. Hemos llenado las vidas de los adolescentes con respuestas y no les dejamos hacerse preguntas.
¿En qué lugar quedan los padres?
Tienen muchas más dudas sobre su función, sobre si lo están haciendo bien, sobre los riesgos que implica tener hijos. Y hay un funcionamiento híper que tenemos ahora, en el cual queremos que los niños funcionen como nosotros a nivel de multitasking teniendo muchas extraescolares o introduciéndoles en la tecnología rápido. Un paciente de ocho años me preguntó “¿Tú piensas en el futuro?” Le contesté que alguna vez y me respondió “Yo todos los días” Porque tiene unos padres que están todo el día diciéndole que tiene que hacer inglés y tiene que ser bueno en matemáticas porque eso contará para el futuro. Les proyectamos el futuro como una especie de hipoteca que tienen allá. Introducirlos en el híper es introducirlos en un frenesí en las vidas que luego tiene su reverso, que es el vértigo. Los ponemos tan a tope en cuanto a expectativas, en cuanto a formación que luego se caen. Ahora el torbellino del mundo laboral, los paraliza. Quieren retrasar un poco esa adultez.
El psicoanalista José Ramón Ubieto defiende dejar aburrirse a los jóvenes
La duración de las etapas ha cambiado.
Tenemos un montón de paradojas. Por un lado, los estamos adultizando comprimiendo la infancia, reduciéndola y adelantándoles que tomen decisiones. Otro chico de 14 años me explicó que se iba con sus suegros en Navidad y que dormiría con la novia. Eso es adultizarlo, porque a los 14 años no duermes con tu novia. Y ahora se hace graduación también en la etapa infantil. ¿Qué cambia entre cinco y seis años? Pero por otro lado los sobreprotegemos en cosas que son hábitos que deben aprender para la vida como por ejemplo comer solos, el orden o la responsabilidad.
A los adolescentes tenemos que darles más el testimonio que el sermón"
La virtualidad lo ha cambiado todo
Quizás es la novedad más importante, porque es la que tiene también un impacto muy fuerte en todo, en la vivencia, en la sexualidad, en las relaciones sociales, en los aprendizajes. La industria no está pensando en la salud mental de los jóvenes. Todas las grandes compañías, como Meta, por ejemplo, tienen un montón de informes escondidos en sus cajones sobre perturbaciones psicológicas en adolescentes y en otros aspectos. Pero lo ignoran porque lo que les interesa es monetizar. Los adolescentes esperan respuestas, pero ante una pregunta sobre su identidad sexual o incluso sobre si vale la pena vivir, se encuentran más bien efectos de cámara de eco. Y ese es el gran problema, porque si le explicas a alguien que tienes ideas malas, probablemente te dirá que lo pienses un poco, que quizá estás pasando un mal momento, que tienes otras opciones en la vida. Pero la cámara de funcionamiento digital, como es anónima, como no tiene una de relación contigo de deseo ni de apoyo, te dará respuestas estereotipadas y algunas pueden ser muy negativas. Ese es el problema: que la vulnerabilidad de los adolescentes ante lo virtual es superior a la vulnerabilidad que nosotros podemos tener.
¿Y cómo los protegemos?
La sociedad debe construir un relato que explique el uso y la función que esa tecnología tendrá en su vida. Con la llegada de la imprenta, hubo pánico porque había un control sobre la producción de intelectual. Hubo que introducir un relato en el cual se explicaba que esa tecnología iba a hacer progresar a la humanidad, democratizar y ampliar el conocimiento para todos. No nos sirve el relato que dice que es para conectar a la gente, para tener una vida fácil o para que te olvides de los problemas. Se trata de acoger los misterios que toda novedad implica sin renunciar a los principios. Tenemos que acoger estas novedades tecnologías, no podemos ponernos en contra, pero tenemos que establecer nosotros los principios. Principios de privacidad, de respeto, tolerancia, transparencia, diversidad. Es decir, aquello que nosotros consideramos que son códigos y valores que nos funcionan en la vida real. No vas insultando a la gente porque lo haces en X. Si no cuelgas tus fotos en el balcón, ¿Por qué lo haces en el muro de Facebook y expones a tus hijos? Después de la sobrexpectación viene un momento de regulación y ahí estamos ahora. Pero no es fácil porque es una tecnología que, a diferencia de otras que sí que las podemos calificar neutras, es colonizadora. Y por eso tenemos que tener una posición mucho más proactiva.
En el libro habla de huérfanos digitales.
Si tú les das un dispositivo que les abre las puertas al mundo, que les permite introducir muchas cosas en realidad los estás dejando huérfanos, porque los estás dejando sin protección. Un niño de ocho años con un smartphone tiene acceso a imágenes de violencia, sexuales, a un montón de cosas que no puede procesar. Pedirles que se autocontrolen es cinismo o es ignorancia. ¡Si no los adultos sabemos autocontrolarnos! Lo digital hay que entenderlo como una oportunidad, porque lo es. A nivel de creación, de activismo político, de información... Pero también es una tecnología con muchos riesgos de manipulación, de desinformación y sobre todo de vulnerabilidades, porque el interlocutor para los adolescentes que supone lo digital es un interlocutor complicado. Lo digital más bien le dice: “Mira, tú deberías ser como esta influencer. Haz todos los ejercicios para ponerte así, tan guapa como esta”. O “Deberías ser como este otro y tener cuatro coches, una mansión, tres chicas formidables”. “¿Qué estás haciendo, pringado?”. No es una confrontación, es una prescripción. Y eso una ayuda en la vida.
Proyectamos en los jóvenes el futuro como una especie de hipoteca que tienen allí
Dice que los influencers deben ser los padres.
Tenemos que escuchar lo que les pasa antes de juzgarlos o darles una respuesta. Y esto, que parece simple, no lo es tanto porque a veces tenemos nosotros antes la respuesta que la pregunta. También hay que aceptar que ellos hablan otra lengua que no siempre entendemos, tienen otro código. Y eso quiere decir que hay cosas que para nosotros no tienen sentido. Acompañar quiere decir no criminalizar. Eso no quiere decir que no les cuestionemos ni que estemos conformes con todo lo que nos digan. Pero no es necesario que lo entiendas todo. Es importante no fijar las expectativas que tenemos con ellos basándonos en prejuicios, a lo que ellos deberían hacer, a lo que nos gustaría a nosotros que hicieran. Es bueno dejar un espacio para la sorpresa, para cosas que ellos pueden inventar, que no son las que nosotros hemos previsto. Y es bueno dejarnos guiar un poquito por el humor porque relativiza nuestros temores y fracasos. La adolescencia a veces es muy espectacular, pero lo espectacular y lo grave son cosas distintas.
¿Cómo se hace eso de ser influencers de los hijos?
Los adultos sigue siendo un elemento de referencia importantísimo. Pero para eso tenemos que darles más el testimonio que el sermón. Es decir, tenemos que explicarles cómo a nosotros nos fue. Decirles: “Mira, yo también pasé por ahí. Yo también tuve problemas con matemáticas o yo también sufrí un poquito de acoso”. Eso les permite primero darse cuenta de que lo que les pasa a ellos no es una cosa extraordinaria. Y luego que hay fórmulas para salir de ahí. Esa idea de mostrar tu debilidad te hace creíble para el otro. Pero también tenemos que tener el coraje de poner límites a algunos excesos que los desconectan de sí mismos. Por ejemplo, los consumos, sean de drogas o de gadgets. Porque prohibir es uno de los elementos de educación. Decir: “Quiero que te vaya bien, yo quiero que te arriesgues, yo quiero que tú tengas amigos, novios o novias… pero, hay que pensar que hay cosas que te pueden desbordar. Y a mí me toca poner un límite a eso". El no y el sí son fundamentales.
Algún consejo más.
Tenemos que confiar mucho en el lenguaje, porque es el recurso más importante que tenemos los seres hablantes. Vemos muchos casos de chicos adolescentes con problemáticas sociales, de relación, incluso a veces con riesgos delincuenciales. Y hay una característica que se repite mucho: son chicos que han tenido muchos problemas con la lectoescritura, que no han podido leer la realidad, que han tenido muchos problemas. Y esos problemas les devuelven un sentimiento de fracaso en la vida. Cuando tienes ese sentimiento, te surge la rabia. Y la rabia no es un afecto muy interesante. Por eso trabajar el lenguaje desde la lectura compartida cuando tienes niños pequeños es importante. El error de muchos padres es dejarlos solos cuando saben decodificar. Pero hay que seguir con la lectura compartida hasta los 12 años para inculcarles el deseo.
Es importante estar presente en la adolescencia
Creo que una manera de acompañarlos es conjugar bien tres elementos fundamentales: la presencia, la atención y el deseo. A veces les digo a mis pacientes ¿no están tus padres para hablarlo? Y me responde: “están, pero van a la suya”. La presencia física no basta. Hay que estar atento a lo que le pasa a tu hijo, a por qué lleva una semana que está un poco rarito. Y el deseo quiere decir tener claro que tú no le vas a monitorizar la vida al otro, pero sí que tienes deseo de que le vaya bien. Creo que si conseguimos conjugar esas cosas, les ayudaremos un poco en esta transición.
Preocupa que los jóvenes se educan sexualmente en el porno.
El engaño más importante de lo virtual, es que nos promete eliminar de golpe los enigmas de la vida. A partir de ahora, el GPT te explicará todo lo que ocurre en el mundo. ¿Y cuáles son los enigmas fundamentales de la vida? Son dos o tres: la muerte, la identidad y la sexualidad. El problema del porno es que les está dando un mensaje engañoso, que es que os resolveremos el enigma sexual, cosa que, evidentemente, no es así, porque lo que está haciendo es perpetuar una serie de prejuicios y de conductas.




