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Un regalo inmerecido

Juan José Omella Cardenal arzobispo de Barcelona

Hace tres semanas, con el inicio de la Cuaresma, os invitaba a preparar vuestros corazones para la gran fiesta de la Pascua. Os propuse la lectura de la Bula de convocación del Jubileo 2025. El Papa recuerda que la esperanza «es la virtud teologal por la que aspiramos a la vida eterna como felicidad nuestra». Hoy propongo prepararnos para la Pascua con una serie de acciones que en este Año Jubilar, nos dispondrán a acoger con agradecimiento el inmenso e inmerecido don de la indulgencia plenaria.

El sacramento de la confesión perdona nuestros pecados. El pecado deja huella en nosotros y tiene consecuencias exteriores e interiores, dado que entraña un apego desordenado que es necesario purificar durante la vida terrena o, después de la muerte, en el purgatorio.

Confesionario en una iglesia

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También podrán recibir la indulgencia jubilar los fieles que realicen obras de misericordia y de penitencia

Gracias a la indulgencia, estos efectos residuales del pecado se extinguen por la gracia de Jesucristo (cf. SnC , 23). Gracias a la indulgencia plenaria recibida de corazón la persona que ha pedido perdón por sus pecados queda liberada de la purificación del purgatorio y puede pasar directamente al cielo. Es un regalo que demuestra el infinito amor y misericordia de Dios.

Para poder disponernos a recibir el don de las indulgencias plenarias son necesarias unas actitudes y acciones que manifiesten nuestro deseo de vivir unidos a Dios, amando a la Iglesia y hermanos. Manifestamos ese amor: (1) rechazando totalmente el pecado; (2) recibiendo el perdón sacramental de los pecados -dentro de los 20 días anteriores o posteriores-; (3) recibiendo la sagrada Eucaristía; y (4) orando por las intenciones del Papa.

Visitar a hermanos enfermos o encarcelados, hacer donativos a los pobres o dedicar un tiempo al voluntariado, entre las acciones valoradas

Además de estas cuatro premisas, tradicionalmente se completaba la disposición a recibir la indulgencia plenaria con la peregrinación a Roma y otros lugares santos o la visita a templos sagrados jubilares establecidos por el obispo de la diócesis.

Con motivo del año jubilar, además de visitas o peregrinaciones a los lugares jubilares, los fieles católicos también podrán recibir la indulgencia jubilar si acuden a misiones populares, a ejercicios espirituales o encuentros de formación sobre los textos del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia Católica.

El Papa ha dispuesto que también podrán recibir la indulgencia jubilar los fieles que, además de las cuatro premisas indicadas, realicen obras de misericordia y de penitencia:

-Visitar a los hermanos enfermos, encarcelados, ancianos, discapacitados, como si visitaran a Cristo.

-Abstenerse de distracciones (reales y virtuales) y de consumos superfluos.

-Hacer donativos a los pobres, o sostener obras en favor de la vida, de la infancia abandonada, la juventud en dificultad, de los ancianos solos o de los migrantes.

-Dedicar un tiempo al voluntariado.

Dediquemos la Cuaresma a la oración, a obras de misericordia y penitencia que nos dispondrán a recibir la indulgencia jubilar. Regalemos, por la infinita misericordia de Dios, el salvoconducto al cielo para nuestros hermanos difuntos que peregrinan en el purgatorio.

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