Este domingo, en el que me encuentro en el santuario de Lourdes acompañando la peregrinación diocesana organizada por la Hospitalidad de Nuestra Señora de Lourdes, coincide con la solemnidad de los apóstoles san Pedro y san Pablo. Todavía resuenan muchas de las palabras del papa Francisco mientras empezamos a conocer a su sucesor, el papa León XIV. Hoy también se celebra el «día del Papa», en el que en la Iglesia universal se realiza la colecta del óbolo de san Pedro, destinada a sostener la misión del Santo Padre en todo el mundo.
El Santo Padre, como indica uno de sus títulos, es el «servus servorum Dei», el servidor de los siervos de Dios. Él es, ante todo, un servidor llamado a llevar a cabo una misión que san Agustín calificó como un «officium amoris», es decir, una labor inspirada en la caridad y en el servicio. Un servicio de amor que entrega la vida para mantener viva la comunión en el seno de la Iglesia. Un amor que proviene de Dios, que se nos ha anticipado amándonos.
El Santo Padre, como indica uno de sus títulos, es el servidor de los siervos de Dios
Y también, como discípulo de san Agustín, el Papa nos decía: «con vosotros soy cristiano, para vosotros soy obispo». El Santo Padre, en la misa de inicio de su pontificado, se presentó como un hermano que quiere caminar con nosotros por el camino del amor a Dios y a los hermanos; un Dios que nos quiere a todos unidos.
El papa León XIV recordaba cómo corresponde al obispo de Roma la misión de ser, con la ayuda de Dios, un pastor capaz de proteger, para que no se pierda, el rico patrimonio de la fe cristiana. Un pastor capaz de estar atento a los signos de los tiempos y de afrontar sus interrogantes y desafíos. En este contexto eligió el nombre de León, pensando en el papa León XIII que, con la encíclica Rerum novarum , afrontó la cuestión social en el contexto de la primera gran revolución industrial. Ahora desea ofrecer al mundo el patrimonio de la doctrina social de la Iglesia para responder a los retos sobre la humanidad de una nueva revolución industrial marcada por la inteligencia artificial.
El Papa desea una Iglesia que sea levadura en la masa, sal de la tierra y luz del mundo, que ame como amó Jesús
El Papa desea una Iglesia que sea levadura en la masa, sal de la tierra y luz del mundo, que ame como amó Jesús. Un deseo que el Papa expresa así: «una Iglesia unida, signo de unidad y de comunión, que se convierta en fermento para un mundo reconciliado».
Mirando la realidad del mundo de hoy, el Papa ha querido mantener el lema que escogió cuando fue nombrado obispo, un texto de san Agustín: In illo uno unum (en el único Cristo somos uno). Jesús oraba al Padre por nosotros para que todos fuéramos uno (cf. Jn 17,21). Unidos a Cristo, podemos llegar a vivir unidos entre nosotros, ya que de Él recibimos el Espíritu Santo que hace posible la comunión.
El día que celebramos la memoria de los dos apóstoles y mártires de Cristo, os pido que recemos por el nuevo Papa. Recordemos que se presentó ante todo el mundo, con las palabras de Cristo resucitado: «La paz esté con vosotros». Es necesario meditar el sentido profundo de estas palabras, esforcémonos por ser fermento de paz y de concordia allí donde estemos.